Bernie Sanders se pone al frente de la resistencia contra el trumpismo

En los alrededores de la universidad pública Wisconsin-Parkside, las vacas pastan junto a un incesante goteo de coches. Un poco más lejos, en ese viernes 7 de marzo, grupos de personas vienen caminando bajo temperaturas glaciales. Todos convergen hacia el gran complejo deportivo de la institución como si en el recinto fuera a celebrarse un gran concierto de una estrella de rock. Solo que el cabeza de cartel invitado a subir al escenario esa noche va a cumplir tranquilamente sus 84 años. Usa manoplas y lleva más de cuarenta años diciendo lo mismo. Y, sin embargo, sigue atrayendo multitudes.
Bernie Sanders reunió a 3.500 personas el viernes en Kenosha, una pequeña ciudad del Medio Oeste. “No sabía que Kenosha tenía tanta gente”, ironizó el senador de Vermont, cuando tomó el micrófono poco después de las siete de la tarde.
Desde hace unas semanas, el icono de la izquierda progresista americana ha iniciado una gran gira para luchar contra lo que él llama “la oligarquía”, contra esos multimillonarios que se han hecho con el poder al otro lado del charco. Bernie Sanders recorre el país para organizar la resistencia en un contexto político sombrío, en el que la apatía parece a menudo ganar la partida a la izquierda ante la frenética serie de medidas adoptadas por Donald Trump.
A su edad, confiesa él mismo, ya no es candidato a nada. Su carrera política puede incluso parecer, paradójicamente, cosa del pasado. Ha sido miembro del Congreso (en la Cámara de Representantes y ahora en el Senado) durante más de treinta años. De hecho, acaba de ser reelegido para un cuarto mandato consecutivo como senador; sin duda, el último.
Pero por ahora, nada de “esconderse bajo las sábanas aunque nos apetezca. Hay demasiado en juego”, resume entre aplausos en Kenosha, con su franqueza y su fuerte acento de Brooklyn.
Lugares estratégicos
En el medio Politico, un antiguo asesor de Bernie Sanders descifra, desde el anonimato, la naturaleza del desafío: Bernie Sanders “intenta allanar el camino” para un sucesor y hacer de las “cuestiones” que le preocupan “el problema central” para las próximas elecciones presidenciales de 2028 y, a partir de 2026, en las elecciones intermedias. En otras palabras, busca influir no solo en el electorado que se encuentra en su gira, y que acude en masa, sino también en los líderes del Partido Demócrata estadounidense, que hoy en día tienen dificultades para encontrar su voz y un mensaje eficaz frente a Donald Trump.
Bernie Sanders actúa metódicamente en este intento de reorganización de la izquierda, y en su voluntad de que el ala izquierda progresista represente una alternativa creíble. No elige sus viajes al azar. A finales de febrero estuvo en Iowa y en Nebraska, lugares de conservadores moderados, incluidas las zonas donde Biden ganó en parte en 2020 y Harris en 2024, como Omaha, en Nebraska. El objetivo es presionar a los políticos republicanos locales.
En unas semanas, esos mismos políticos tendrán que votar el presupuesto de Donald Trump, un presupuesto destinado a reducir los impuestos de los más ricos y disminuir las prestaciones sociales de los más pobres. Porque el margen de los republicanos en la votación será muy estrecho.
El dinero de Elon Musk
En Wisconsin, un Estado clave que se inclina tanto a la izquierda como a la derecha, la ofensiva de Bernie este viernes en Kenosha fue mucho más específica.
Allí, durante varias semanas, Elon Musk ha estado invirtiendo millones de dólares a través de su “America PAC”, su comité de acción política que permite reunir y distribuir fondos electorales. Quiere a toda costa que sea elegido un juez conservador para el Tribunal Supremo de ese Estado. El super PAC de Musk gastó en esta sola elección casi 2,5 millones en solo una semana, en febrero, en anuncios y operaciones puerta a puerta.
Hasta ahora, en Wisconsin, los progresistas tenían una corta mayoría en el Tribunal Supremo (cuatro jueces contra tres). Su voto es muy importante, pues pronto tendrán que decidir sobre cuestiones delicadas: las próximas leyes locales que regulan el acceso al aborto, pero también la demarcación electoral, crucial en este Estado clave que votaba a los demócratas en las presidenciales desde 1988 para luego cambiar a la derecha, con Donald Trump, en 2016 y de nuevo en 2024.
Bernie sabe cómo tender la mano a las comunidades que dudan entre demócratas y republicanos
“Nuestro sistema de financiación de campañas electorales es corrupto”, denunció así Bernie Sanders en Kenosha. Hoy en día, los multimillonarios “tanto de izquierdas como de derechas pueden comprar las elecciones”. En primer lugar, Elon Musk, el hombre más rico del mundo, al que ha vilipendiado en varias ocasiones. Solo él financió con casi 300 millones de dólares la última campaña de Donald Trump en 2024 (y la campaña de otros republicanos).
“Pensad en lo que Musk pagó para que Trump fuera elegido”, insistió Bernie Sanders en Kenosha. “La situación es tan absurda que incluso intervino en una elección aquí [en las elecciones al Tribunal Supremo de Wisconsin, ndr]. Si Musk puede intervenir en una elección en un Estado, ¿qué no podrá comprar?” Sanders aboga por que Estados Unidos establezca la financiación pública de las elecciones.
En el complejo deportivo de la universidad, la simple mención del nombre de Elon Musk y la cuestión del acceso al aborto enardeció de repente a la multitud, que se puso en pie. “Espero que vayáis a votar en las elecciones al Tribunal Supremo”, recordó Bernie.
La popularidad de 'Bernie'
“El atractivo de Bernie Sanders es bastante simple: la gente confía en él. Su mensaje central no ha cambiado en cincuenta años. En los años setenta, se levantaba contra los millonarios. Hoy se queja de los multimillonarios”, explica a Mediapart el periodista americano Chris Graff, que ha seguido a Bernie Sanders desde su feudo de Vermont durante décadas. “Se le percibe como auténtico y honesto y habla en un lenguaje que todo el mundo entiende”.
“Bernie sabe tender la mano a las comunidades que dudan entre demócratas y republicanos”, añade Matthew McManus, que enseña en el departamento de ciencias políticas de la Universidad de Michigan. “Sabe dirigirse directamente a la gente, hablar con ellos individualmente y hacerlo de una manera que no es condescendiente”. Él ve los problemas que tiene que afrontar la gente corriente, los fines de mes difíciles que él mismo experimentó de niño, y no duda en denunciarlos.
Al escuchar a Bernie Sanders en Kenosha, al escucharle enumerar las mentiras de Donald Trump y hacer un balance crítico de la situación del país, al escucharle hablar del abandono de la clase trabajadora al que su programa pretende responder, es posible que algunos entre el público se hayan preguntado en secreto sobre la responsabilidad del propio Bernie Sanders en la crisis actual.
Por ejemplo, sobre el hecho concreto de que recientemente se había aliado con la clase política que denuncia al defender a Joe Biden hasta el final, durante la campaña presidencial de 2024, cando la administración Biden, a pesar de “algunos tímidos gestos hacia un programa más populista en el plano económico [...], se ha mantenido claramente alineada con los intereses del gran capital”, resume Matthew McManus.
Aún así, es difícil encontrar a alguien decepcionado en Kenosha.
Los jóvenes se comprometen
Al salir del mítin de Bernie, Liam, un estudiante de 26 años, se apunta como voluntario para hacer el puerta a puerta. “Sé conducir”, dice. El discurso de Bernie Sanders lo convenció de participar. Está disponible los dos próximos fines de semana, antes de las elecciones del 1º de abril en el Tribunal Supremo de Wisconsin. “No estoy decepcionado con Bernie. Ha apostado por el juego político a largo plazo”, confiesa Alan, un amigo de 28 años, estudiante de psicología. Él también ha decidido participar recientemente.
Hace unos días fue de puerta en puerta y rápidamente se dio cuenta de que la intervención de Elon Musk en Washington, y ahora en las elecciones locales, era un punto de tensión. Incluso en la iglesia. “Voy a la iglesia con un tipo que adora a Trump, pero que odia a Musk. En la iglesia nadie quiere a Musk”, explica Alan a Mediapart, “de hecho, es lo único en lo que estamos de acuerdo”.
Más allá, tres mujeres de tres generaciones diferentes están de conversación. “¡Este [mítin] fue excelente!”, dice una de ellas. Todas son (o han sido) activistas de izquierdas comprometidas. La más joven, Sarah, profesora de 35 años, se involucró por primera vez en 2015. En aquel entonces, “Bernie había venido de visita a la universidad, ahí, al otro lado de la calle”, recuerda. “Empecé a llamar a la gente por teléfono para animarles a votar. Hoy sigo haciéndolo. Me gusta cómo Bernie defiende a los más necesitados. Me gusta que su mensaje siga siendo el mismo”.
“Yo ya soy muy vieja", ironiza June, de 75 años. De las tres mujeres, es la que menos habla. Al igual que su amiga, ha hecho llamadas telefónicas en campañas anteriores: “Por Kamala Harris, al parecer sin mucho éxito”.
“Escuchar a Bernie es muy motivador”, dice con entusiasmo la tercera, Linda, de 64 años. Ella también participó en el pasado en estas operaciones telefónicas. “Durante veinte años trabajé en el almacén de un distribuidor de suministros médicos. Hacía trabajos esporádicos, también trabajaba en el supermercado, reponía los estantes. En 2008, entre mis tres matrimonios y mis tres divorcios, me preguntaba: ¿Qué factura podré pagar este mes?”. Así que Linda no descarta volver a comprometerse hoy: “Cuando Bernie empezó, le costó varios intentos ser elegido. Bernie no se rinde”.
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El viejo senador ya se ha ido. Después de Wisconsin, tiene una cita en otro Estado clave, Michigan.
Traducción de Miguel López