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De Brasil a Polonia, la ultraderecha pone en el punto de mira la libertad de cátedra

Protestas en defensa de las mujeres y en repudio de la dictadura, en Brasil.

François Bougon (Mediapart)

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¿Cómo conversar con un fascista? Este es el título, sorprendente a primera vista, que la profesora universitaria brasileña Marcia Tiburi le ha dado a uno de sus muchos libros. Un título muy optimista ya que no se trata de dialogar; desde la publicación de esta obra en 2015, ha sido objeto de una campaña de denigración y violencia dirigida por la extrema derecha.

Esta artista, profesora universitaria, feminista, comprometida en política con el Partido de los Trabajadores (PT) –y que incluso denunció el golpe de Estado contra Dilma Roussef en 2016– tuvo incluso que dejar su país en 2018, justo antes de la llegada al poder del funesto Jair Bolsonaro.

Unas semanas antes, había empezado a hacer campaña; aspiraba a gobernadora de Río de Janeiro, “con la esperanza de que todo cambiara”. “Conduje un coche blindado durante la campaña, pero cuando el PT perdió, no había forma de seguir en el país, porque no había esperanza”.

Fue acosada en la universidad, sufrió acusaciones calumniosas. “En 2018, fui víctima de una emboscada mediática en una emisora de radio donde estaba dando una entrevista. Un grupo fascista llamado MBL [Movimiento Brasil Libre], financiado por empresarios nacionales e internacionales, invadió el espacio donde estaba dando una entrevista con teléfonos conectados para filmar mi reacción. Me fui, pero al día siguiente se inició una campaña de difamación, con noticias falsas, vídeos y carteles digitales contra mí, que continúa hasta hoy”, explica.

Ahora vive en Francia. Ha sido acogida por la Universidad de París VIII y recibido una beca en el marco del programa Pause (Programa Nacional de Acogida Urgente de Científicos en el Exilio), tras pasar una temporada en Estados Unidos en una institución que protege a los escritores perseguidos.

Brasil puede verse como un laboratorio de la desgracia, el escaparate de los daños que la política del odio puesta en práctica actualmente por la extrema derecha, y difundida gracias a las poderosas redes sociales y los medios de comunicación, puede causar a uno de los pilares de la democracia, la libertad de cátedra.

De la experiencia de Marcia Tiburi también se colige que en estas “guerras culturales”, el profesorado universitario está en primera línea. Especialmente aquellos que, como ella, trabajan en el ámbito de las ciencias sociales y en otros que los conservadores tienen en el punto de mira, en particular los estudios de género.

“Se trata de una ofensiva neoliberal”, opina. “El caso de Brasil muestra claramente que el fascismo se ha desplegado como una tecnología política al servicio del neoliberalismo. Bolsonaro es solo un espantapájaros en la plantación colonial (desgraciadamente, mi país sigue teniendo todas las características de una colonia), su propósito y papel es mantener a la gente hipnotizada y asustada”.

A miles de kilómetros de Brasil (donde el Gobierno está recortando los fondos destinados a la filosofía para reorientarlos a las ciencias consideradas más “útiles”), el continente europeo no se libra. En Polonia, Hungría e Italia, investigadores e investigadoras son víctimas de esta ofensiva contra la libertad de cátedra por parte de poderes que pretenden imponer su visión de la ciencia.

En Verona, una pequeña ciudad italiana famosa por la obra de Shakespeare Romeo y Julieta, Massimo Prearo, que trabaja en la sociología política del género y la sexualidad, se encontró en una tormenta mediática y política por querer organizar en 2018 una jornada que llevaba por título “Solicitantes de asilo, orientación sexual e identidad de género”.

La Liga Norte de Matteo Salvini acababa de llegar al poder en un gobierno de coalición con el Movimiento Cinco Estrellas. “Hubo una reacción muy fuerte por parte de la derecha y la extrema derecha que se oponían a que este tema se debatiera en la universidad, acusándonos de utilizar argumentos ideológicos y no académicos y de querer imponer la dictadura de los estudios de género y las cuestiones LGBT”, explica Massimo Prearo.

Más preocupante aún: por aquel entonces, el rector de la universidad cedió a las presiones y decidió suspender la jornada, alegando que existían riesgos para los participantes. Al final, la movilización, que se tradujo en manifestaciones y una petición internacional, dio sus frutos y el rector dio marcha atrás.

Desde 2013, los estudios de género están en el punto de mira de los conservadores en Italia. Si ese año supuso un punto de inflexión, fue porque entonces se debatían en el Parlamento tres proyectos de ley presentados por el Gobierno de centro-izquierda: uno que legalizaba el matrimonio entre personas del mismo sexo, otro contra la homofobia y otro que allanaba el camino para financiar los estudios de género en las escuelas.

Los tres desencadenaron intensos debates en la sociedad italiana, poniendo en primer plano a los investigadores especializados en estos temas.

“Debido a la traducción política del trabajo que efectuamos durante años, quienes se oponían a estos proyectos de ley nos acusaron de haberlos promovido. También se nos acusó de utilizar dinero público para promover leyes que dividen a la sociedad”, dice Massimo Prearo.

En definitiva, los conceptos circulan, pero cuando abandonan el espacio académico para pasar a la esfera pública, los investigadores son apartados y acaban pagando el pato. Se les acusa de falta de objetividad o de caer en la ideología, siendo la ideología el discurso del otro a la hora de descalificarlo. Antes de los estudios de género, fueron los estudios feministas los que tuvieron que soportar este tipo de ataques en los años 90, explica Massimo Prearo.

“No hay otro camino que construir una cultura de diálogo con las diferencias”

Más al norte, en Polonia, los estudios de género o los derechos del colectivo LGBT+ también están en el punto de mira del gobierno del partido Ley y Justicia (PiS), que pretende no sólo imponer su visión de la historia, sino también, de forma más amplia, dictar sus opiniones sobre las ciencias sociales, en nombre del fundamentalismo católico. Como explica un profesor universitario polaco que pide permanecer en el anonimato por temor a represalias, esto se hizo en dos etapas: el Gobierno polaco comenzó fusionando los ministerios de educación y ciencia y de educación superior.

Luego, bajo la égida de este superministerio, se estableció un nuevo sistema de evaluación científica del profesorado, basado en un sistema de puntos. En la lista de publicaciones a las que se concederían puntos, aparecieron de repente “más de 70 nuevas revistas católicas que no cumplen las normas de las revistas académicas” y a las que “se conceden más puntos que a muchas otras revistas verdaderamente académicas”. “Dado que vivimos y trabajamos en el sistema de publicar o perecer, y somos evaluados en función de los puntos obtenidos por las publicaciones, la conclusión es obvia. En función de esta evaluación, podemos/no podemos ser despedidos o podemos/no podemos aspirar a ser doctor o profesor”.

Así que una “agenda católica fundamentalista” está en el orden del día, dirigida por el superministro Przemysław Czarnek. “Inició los cambios en los programas escolares y en los libros de texto, borrando las figuras y los acontecimientos históricos que no encajan en la política histórica promovida por el Ministerio de Justicia (es decir, borrando o disminuyendo el papel de Lech Walesa en el proceso de ruptura del sistema comunista en Polonia)”, explica este investigador.

Además, los “creacionistas”, que creen que su Dios está en el origen del universo, tienen las puertas abiertas y la educación sexual está prohibida en las escuelas. Por si fuera poco, se ha introducido una nueva disciplina científica en la universidad: ¡la ciencia de la familia!

Para este investigador polaco, el objetivo es simplemente “destruir o desacreditar a la élite universitaria, a los intelectuales, que representan el grupo de oposición más peligroso”.

¿Y qué hacer? En su libro de 2015 (¿Cómo conversar con un fascista? publicado por Record en portugués, tres años más tarde en español por Akal y que se publicará en inglés este verano), sumamente estimulante para quienes intentan deshacerse del esplín que nos asalta, Marcia Tiburi aboga por una política del amor frente a las campañas de odio, que difunden las redes sociales.

Tomando como objetivo el fascismo que está volviendo, reciclado por un neoliberalismo acorralado, espera el advenimiento de un verdadero diálogo, en oposición a los debates de confrontación que han pululado en las pantallas de los medios de comunicación histéricos; un verdadero diálogo que nos permita escuchar al otro, porque, dice, “el diálogo es una aventura hacia lo desconocido”.

“De la posibilidad de perforar el blindaje fascista mediante el diálogo depende nuestra supervivencia como ciudadanos”, explica. También se habla mucho en su libro sobre las redes sociales y los medios de comunicación como Fox News que se alimentan del resentimiento y lo han convertido en un negocio.

Así que cual no fue su sorpresa cuando Marcia Tiburi vio en su país de acogida los ataques a la universidad por parte de ministros franceses, el de Educación Nacional Jean-Michel Blanquer y la de Universidades Frédérique Vidal. “Tengo mucho miedo porque Francia, donde me acogen y hacia la que tengo la más profunda gratitud y respeto por el mundo académico, no puede ser víctima de este tipo de mistificación y populismo”, apunta. “Percibí [los ataques de Blanquer y Vidal] como una total falta de respeto, una violencia simbólica y un abuso epistemológico contra los profesores y toda la comunidad académica”.

Para Éric Fassin, profesor de la Universidad de París VIII en el Departamento de Ciencias Políticas y en el de Estudios de Género, aunque hay que tener cuidado de no generalizar asimilando situaciones que tienen diferentes niveles de gravedad, “ya no hay, por un lado, países donde estamos protegidos y, por otro, aquellos donde estaríamos expuestos”. Al señalar el “antiintelectualismo de los regímenes neoliberales”, cree que “ya no estamos seguros de quién está a salvo y por cuánto tiempo”. “Esto es relativamente nuevo”, subraya, y considera indispensable “una internacionalización de la solidaridad”.

Desde 2015, Marcia Tiburi ha escrito otros tres ensayos sobre Brasil, como Ridículo político (2017) y El delirio del poder (2019). Le preguntamos por la ironía de su título Cómo conversar con un fascista, a la luz de su situación actual. “El fracaso nos pertenece a todos. Pero no veo otro camino que construir una cultura de diálogo con las diferencias. Esa es la forma de apoyar los derechos fundamentales”, responde.

En un laboratorio se realizan todo tipo de experimentos. Algunos tienen éxito, otros no. En el de Brasil, hay que esperar que Jair Bolsonaro fracase. Y que Marcia Tiburi tenga éxito.

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Traducción: Mariola Moreno

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