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El efecto #MeToo pone al descubierto el funcionamiento del Partido Comunista Chino

La tenista Peng Shuai en 2019 en el Australian Open Grand Slam.

François Bougon (Mediapart)

Peng Shuai, de 35 años, es una deportista de alto nivel. Se distinguió por ganar las mejores competiciones de dobles, incluido Wimbledon y Roland-Garros, situando a China a la vanguardia del tenis femenino mundial, para orgullo de su país. En la actualidad, ocupa los últimos puestos de las diferentes clasificaciones mundiales.

Zhang Gaoli, de 40 años, pertenecía al poderosísimo Comité Permanente del Buró Político del Partido Comunista Chino (PCC). Entre 2012 y 2017, durante el primer mandato de Xi Jinping, el todopoderoso secretario general y presidente de la República, se encargó de los asuntos económicos, al tiempo que ejerció de viceprimer ministro de 2013 a 2018. Luego se retiró de la política.

Ambos han regresado esta semana de forma estruendosa a la escena pública. La primera acusó al segundo de haberla violado antes de convertirse en su amante.

Como muchas mujeres antes que ella en China, a raíz del #MeToo, publicó su testimonio en la red social china Weibo el martes 2 de noviembre. Su publicación duró 20 minutos antes de ser censurada, pero se compartió en Twitter (bajo estas líneas).

Desde entonces, todas las palabras clave relacionadas con su historia –o los trucos lingüísticos inventados por los internautas para burlar la censura– también están siendo expurgadas por unos y otros, incluidos los algoritmos de la cibervigilancia. En vísperas de la sexta sesión plenaria del XIX Congreso del PCCh, una importante reunión política que se inauguraba el lunes 8 de noviembre, debe reinar el orden.

En su mensaje (extractos en inglés disponibles el sitio web de China Digital Times), Peng Shuai relató que su relación con Zhang Gaoli estuvo marcada por una violación en Tianjin, luego un periodo de distanciamiento debido a la marcha de Zhang Gaoli a Pekín para formar parte del Comité Permanente del Buró Político y, tras el “reencuentro”, una relación a tres bandas en la que Peng Shuai, la amante de Zhang Gaoli, fue supuestamente humillada por la esposa del alto dirigente.

En estas líneas se aprecia un gran sufrimiento: “Me siento como un zombi”, escribe. “Tengo que fingir, cada día es un simulacro, ¿quién soy realmente? No debería estar en este mundo, pero al mismo tiempo no tengo el valor de morir. Me gustaría vivir una vida más sencilla, pero las cosas no son lo que deberían ser”.

Aunque Peng Shuai no habla específicamente el movimiento #MeToo, su relato se inscribe en una historia que, si bien comenzó en 2017 en China, se ha nutrido de la movilización de muchos activistas durante muchos años. “Por supuesto que Peng Shuai no forma parte del movimiento #MeToo, pero es una de las que están respondiendo a esta llamada y sirviendo de modelo”, subrayaba en Twitter Lü Pin, una figura del feminismo chino actual, ahora exiliada en Estados Unidos.

Es la primera vez que se acusa a un exresponsable político de primer nivel. Hasta ahora, los acusados eran presentadores de televisión, profesores universitarios, cantantes, etc.

“Sé que desde ese estatus y con tu poder, como viceprimer ministro Zhang Gaoli, dijiste no tener miedo”, escribió Peng Shuai, que decidió hablar públicamente justo después de que Zhang Gaoli cancelara una cita. “Aunque provoque mi propia pérdida, como un huevo que se estrella contra la pared o una mariposa que se dirige hacia la llama, diré la verdad sobre ti”.

Para Lü Pin, este testimonio es “muy importante”. “Aunque sólo sea la punta del iceberg, expone la vida real de los altos dirigentes chinos, y cómo su poder enmascara su hipocresía, y lo corruptos que son”. Para la periodista estadounidense Leta Hong Fincher, autora de Betraying Big Brother. The Feminist Awakening in China, la decisión de Peng Shuai de hablar públicamente contra un antiguo dirigente es “sorprendente”.

Sólo hay que ver la reacción del portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores –y su cara– cuando le pregunta un periodista extranjero para entender lo tabú que es el tema: “No he oído hablar de ello. No es una cuestión diplomática. Siguiente pregunta”.

A pesar de los reiterados compromisos de las autoridades con la paridad, hay muy pocas mujeres en las altas esferas del poder. Solo hay una mujer, Sun Chunlan, por cada 24 hombres en el Buró Político; ninguna en el Comité Permanente y 10 (4,9%) en el actual Comité Central, el 19º (2017-2022), con 376 miembros.

Como señala un artículo muy bien documentado del periodista Shen Lu en el sitio web China File, sólo seis mujeres -la mitad de las cuales eran esposas de líderes, como Jiang Qing, la esposa de Mao Zedong– han sido admitidas en el Buró Político en la historia del PCCh.

De hecho, a pesar de los esfuerzos realizados en los niveles inferiores con la imposición de cuotas, el PCCh se parece más a un “club de chicos”. Las que, sin embargo, consiguen llegar a romper el techo de cristal ocupan puestos relacionados con los asuntos sociales y con la familia. Sun Chunlan, también viceprimera ministra, recibió la misión de coordinar la lucha contra el covid-19.

Su ascenso se produce principalmente a través de dos organismos, la Federación de Sindicatos de toda China y el Departamento del Frente Unido del PCCh –un organismo responsable de los contactos con los miembros no pertenecientes al partido–, según los datos recopilados por dos investigadores, David Bulman y Kyle Jaros, citados por China File.

“Estas designaciones implican que el Partido ve la ventaja comparativa de las dirigentes femeninas a través de lentes tradicionalmente de género: los altos cargos femeninos son comunicadoras y facilitadoras de diálogo eficaces, en lugar de líderes de pleno derecho”, subraya Bulman en el artículo.

Promover los valores tradicionales

A los hombres, en cambio, se les confían tareas consideradas más nobles, de desarrollo económico, de construcción urbana y de seguridad pública. Son puestos que permiten ascender más rápidamente, ya que implican un trabajo de gran coordinación.

Desde que llegó al poder en 2012, primero como jefe del PCCh y luego como presidente un año después, Xi Jinping ha mantenido un discurso muy activo en la promoción de los valores tradicionales, que refuerzan la discriminación de género al asignar a las mujeres los papeles de madres y esposas, mientras que cada vez más mujeres desafían este sistema patriarcal y machista.

En 2015, cinco activistas feministas fueron detenidas por manifestarse contra el acoso sexual. “Esto fue un punto de inflexión decisivo. Hasta entonces, las feministas podían ser cuestionadas, pero no reprimidas de esta manera”, dice Leta Hong Fincher.

Más recientemente, en septiembre, Sophia Huang Xueqin, de 33 años, la primera en hablar públicamente de la agresión sexual que sufrió en 2017, lanzando el movimiento #MeToo en China, fue detenida por la Policía y recluida en un lugar desconocido sin acceso a un abogado.

Sin embargo, a pesar de la represión y de la incapacidad de las activistas chinas de utilizar las mismas herramientas poderosas que sus homólogos occidentales –las redes sociales y los medios de comunicación– “estamos viendo cómo estos casos se abren paso a pesar de la despiadada censura”, señala Leta Hong Fincher.

“El movimiento feminista ha permitido estos últimos años a las mujeres chinas, especialmente las que tienen estudios superiores, sean conscientes de su fuerza en los últimos años”, afirma. “Esto ha permitido un despertar feminista por parte de todas estas mujeres de diferentes horizontes. Por un lado, eso permite que Peng Shuai hable tras años de silencio, a pesar de los riesgos que conlleva. Por otro lado, estamos asistiendo a un dramático descenso de las tasas de natalidad y matrimonio en China. Esto es un indicativo concreto de que cada vez más mujeres, especialmente las que han ido a la universidad, se oponen a estas normas de género tradicionales, a las expectativas de que deben casarse o tener hijos a una edad temprana. Las políticas están fallando y las feministas están despertando con fuerza. Esto continuará”.

Ante este despertar, Xi Jinping y el Partido Comunista Chino no se desarman. “Lo que demuestra el testimonio de Peng Shuai, aunque no se haya confirmado”, explica Leta Hong Fincher, “es que los altos dirigentes son sexistas, que utilizan a las mujeres en sus políticas, como herramientas reproductivas para el Estado, y, como individuo, estoy segura de que cualquiera de estos altos dirigentes puede agredir sexualmente a las mujeres con total impunidad. Hay muchos testimonios de denuncia en los niveles inferiores del Partido, pero es la primera vez que tenemos una en el nivel superior. Así que, por supuesto, Xi Jinping y el resto de estos líderes masculinos quieren erradicar por completo el movimiento feminista, pero les resultará difícil”.

Al igual que Peng Shuai, las mujeres chinas no parecen querer resignarse a la suerte que les reserva el “abuelo Xi”.

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Traducción: Mariola Moreno

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