Las empleadas del hogar de Los Ángeles luchan para salir adelante tras los incendios

Hay que seguir una carretera en zigzag, transitada sobre todo por grandes coches todoterreno, y subir hasta la cima para encontrarnos con Mónica Vásquez. Frente al edificio que domina Los Ángeles, en el acomodado barrio de Studio City (no lejos de los estudios de Hollywood), está echando varias bolsas en los contenedores individuales situados junto a la acera.
Es su primer trabajo desde los incendios que asolaron las zonas de Pacific Palisades y Altadena el 7 de enero y en los días siguientes, ante la indiferencia del resto de la ciudad, donde la vida seguía su ritmo.
“Fue muy difícil para nosotros”, afirma esta mujer que lleva diez años trabajando en el sector del mantenimiento en Los Ángeles. “Se quemaron al menos cinco casas de personas para las que trabajábamos. A otros clientes se les ordenó evacuar. No pudimos trabajar durante al menos dos semanas por ello”.
Esta mujer originaria de Guatemala, país que abandonó hace quince años para probar suerte en Estados Unidos, de unos cuarenta años, sólo trabaja con mujeres sin papeles, la mayoría mexicanas, guatemaltecas o salvadoreñas. “Soy la única que está regularizada”.
Dado su estatus, añade, no se les ha ofrecido ninguna ayuda, aparte de la que proporcionan las ONG. “No nos han ofrecido nada. Yo podría haber solicitado alguna ayuda, pero habría sido injusto para mis compañeras, que no tienen derecho a nada”. Así que Mónica prefiere apañárselas, “como todo el mundo”.
Clientes que se aprovechan de la situación
Pero subraya hasta qué punto se ha hundido la economía desde los incendios. “Varias semanas sin trabajo es mucho tiempo. Porque tenemos que seguir pagando el alquiler, llevar comida a la mesa, pagar el coche...”, dice Mónica, señalando su coche, aparcado al borde de la carretera.
Cuando la conocimos a finales de enero, intentaba sonreír, pero su mirada triste la delataba. Lleva una camiseta blanca con el logotipo de su propia empresa, Cleaning Services. En la zona residencial de Pacific Palisades, muchos vecinos han recurrido a sus servicios en los últimos años. “Nuestro trabajo era tan apreciado que nos recomendaban en todas partes.”
Lo más difícil ahora es, sin duda, reconstruir una red de clientes “serios”, que “no abusen” de su vulnerabilidad ni de la situación actual en el contexto de los incendios, explica. “Algunas personas quieren ayudarnos porque saben que hemos perdido nuestro empleo. Pero tenemos que tener cuidado, porque algunos de los nuevos clientes también intentan malpagarnos.”
¿Cuántas veces se han encontrado en las últimas semanas con un empresario que sólo quiere pagar dos horas de limpieza cuando el trabajo requiere tres o cuatro? No queda más remedio que aceptar, dicen. “Tenemos que seguir adelante”.
Ese día, Mónica y una de sus compañeras encontraron este nuevo trabajo gracias a una “recomendación”. “Esto funciona mucho así. Mañana haremos otra casa y veremos cómo vamos con el tiempo”. Casi un mes después de los incendios, el grupo de trabajadoras del hogar lucha por recuperarse.
Aunque pasan desapercibidas, ONG como Chirla, la coalición por los derechos humanos de los inmigrantes, han puesto en marcha un fondo para ayudar a estas trabajadoras, tras ser alertadas de su situación.
De momento, “hay varias trabajadoras necesitadas, pero no son muchas”, explica una empleada de Chirla contactada una semana después de los incendios. “Todavía es difícil calcular el número total de personas afectadas por la pérdida de sus empleos, porque algunas lo han perdido todo y todavía no han dado ningún paso”.
Otras cuatro organizaciones –This is about Humanity, National Day Laborer Organizing Network, Cielo e Instituto Educación Popular– también pusieron en marcha el 9 de enero un fondo online en apoyo de los trabajadores esenciales afectados por los incendios. El fondo ya ha recaudado casi 100.000 dólares.
Trabajadoras en la sombra
“Detrás de todas estas casas y negocios destruidos están nuestros vecinos que han perdido su medio de vida: nuestros trabajadores esenciales, nuestro personal doméstico, nuestros cocineros, nuestros paisajistas. No podemos olvidarlos y no lo haremos”, afirman las ONG.
Quien tuvo la iniciativa, Fernando López, y una de sus amigas explican que la idea era también “sensibilizar a la opinión pública sobre la difícil situación de las trabajadoras del hogar, que suelen vivir en la sombra y pasar desapercibidas”, ya sean empleadas del hogar, cocineras, canguros o jardineras. “Entonces confiamos la colecta a ONG por razones de confianza y organización”, prosigue Fernando López.
Además del aspecto económico, la recaudación pretende demostrar que “los incendios no sólo afectan a los propietarios ricos”, insiste Fernando, que ha querido recurrir a ONG acostumbradas a tratar con “trabajadores de todo el mundo” y conocen su vulnerabilidad.
Las compañeras de Mónica Vásquez, sin papeles, también tratan de mantenerse discretas tras la llegada de Donald Trump, que marca una ofensiva racista y anti-inmigrante. El presidente americano ha prometido un plan de deportaciones masivas en los próximos años, dirigido a millones de inmigrantes asentados en Estados Unidos.
“Las trabajadoras del hogar son esenciales para este país”, afirma una limpiadora en situación irregular, que prefiere permanecer en el anonimato. “Y la mayoría somos inmigrantes”.
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Como todas sus compañeras, Mónica dice estar “muy preocupada” por la situación política actual: “Están deportando a mucha gente. Y no tienen antecedentes penales”, contrariamente a lo que pueda decir la nueva administración Trump, que había dicho que quería sobre todo expulsar a “criminales”.
Traducción de Miguel López