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Estados Unidos

Dos factores decisivos para la victoria de Trump

El presidente electo de EEUU, Donald Trump.

Ocho días después de que Donald Trump resultase elegido presidente de Estados Unidos, mucho se ha dicho y escrito sobre las razones que se esconden detrás de la victoria del multimillonario republicano: que le ha beneficiado la baja participación, que los más pobres le votaron masivamente, que los negros no se movilizaron para votar a Hillary Clinton, etc. La mayoría de estos análisis no responden a la verdad o resultan imprecisos. En realidad, todo apunta a que el éxito de Donald Trump es, sobre todo, el de la derrota de Hillary Clinton, unido a que el sistema (los grandes electores de los Estados) perjudica especialmente a los demócratas.

Para llegar a esta conclusión, nos apoyamos en dos elementos. Primero, en el escrutinio de las papeletas que, aunque todavía no es definitivo, no cambia en nada la distribución de los votos. En segundo lugar, nos basamos en el gran sondeo a pie de urna, efectuado por un consorcio que reagrupa a los grandes medios de comunicación norteamericanos. No obstante, hay que tener en cuenta que el sondeo no es perfecto, puesto que presenta un margen de error nada desdeñable (de más/menos cuatro puntos). Sin embargo, es el análisis más preciso que existe relativo al comportamiento del electorado el día de los comicios y no va a haber nada mejor.

El único hecho indiscutible de estas elecciones es la siguiente: Hillary Clinton ganó el voto popular al obtener aproximadamente 1,3 millones de votos más que su rival (+1% de los votantes), pero perdió ampliamente en el voto del colegio electoral (232 electores frente a los 308 de Donald Trump). ¿Cómo se explica este revés que ha pillado con el pie cambiado a la casi totalidad de los analistas demoscópicos y políticos?

Los electores demócratas se movilizaron menos

Por resumirlo en una sola frase, la explicación del resultado de los comicios se encuentra en un hecho muy sencillo: Hillary Clinton obtuvo varios millones de votos menos que Barack Obama en las elecciones de 2008 y 2012, mientras que el número de electores republicanos se mantuvo prácticamente invariable. Todo ello en un contexto en que la tasa de participación permanece casi idéntica (58,1% frente al 58,6% en 2012, aunque inferior a la de 2008, que fue del 62,2%).

En el gráfico sobre estas líneas, se aprecia que la candidata demócrata ha perdido más de tres millones de votos en cuatro años (y siete millones en ocho años), mientras que los votos republicanos permanecen estables. Hay otro hecho importante: el gran aumento del número de electores que votaron por un tercer candidato, principalmente el libertario Gary Johnson (4,3 millones de votos), el ecologista Jill Stein (1,3 millones) o el conservador Evan McMullin, que sólo se presentaba en Utah (medio millón de votos). Sin embargo, habida cuenta de que muchos electores de derechas decidieron votar a Johnson para no hacerlo por Trump y que Jill Steain ya sacó medio millón de votos en 2012, estos candidatos no son los que han contribuido a que los demócratas perdieran votos.

Con el fin de precisar un poco más esta desafección demócrata, hay que mirar el mapa de abajo, que recoge los condados en los que se ha producido un vuelco, entre 2008 y 2012. En primer lugar, se constata que los demócratas sólo han ganado un puñado de condados y que, en esencia, se trata de núcleos urbanos. Dicho de otro modo, los demócratas ganan pesos en las ciudades (una tendencia establecida desde hace dos décadas), pero también en las grandes periferias. Uno de los ejemplos más emblemáticos es el condado de Orange, en la periferia de Los Ángeles, feudo de Richard Nixon y de Ronald Reagan, donde no había ganado ningún demócrata ¡desde 1936.

La otra cara de la moneda son las importantes pérdidas de los demócratas (todos los condados en rojo en el mapa han pasado a manos de los republicanos) en varias decenas de localidades del norte de Midwest y de Nueva Inglaterra. Estos condados son, en general, bastiones populares, con una tasa de paro más elevada que la media y a menudo víctimas de la desindustrialización. En Michigan, por ejemplo, que comprende bastiones de la industria del automóvil como Detroit o Flint, Donald Trump ha contribuido a movilizar notablemente al electorado de las zonas rurales y de las periferias obreras mientras que la participación de los demócratas caía en unos feudos tradicionalmente suyos.

El sistema del colegio electoral ha favorecido a Trump

Incluso mientras terminan de contabilizarse todas las papeletas (es decir, el voto rezagado, procedente del extranjero, de las bases militares y el voto por correo), no hay lugar a dudas de que Hillary Clinton se impuso en el voto popular por alrededor 1,3 millones de votos, según estimaciones de David Leip. Lo que significa que obtuvo una victoria más holgada que la conseguida por John Kennedy en 1960, por Richard Nixon en 1972… o por Al Gore en 2000. Pero, al igual que este último, Clinton perdió el colegio electoral.

Dicho sistema –ideado por los Padres fundadores de Estados Unidos para dar más peso a las zonas rurales y a Estados poco poblados frente a las ciudades y a los grandes núcleos de población– cada vez resulta más desfavorable a los demócratas, muy bien situados en las metrópolis. El reparto de los grandes electores del Estado es proporcional al número de representantes en el Congreso. De manera que, puesto que cada Estado elige a dos senadores y a un número de diputados de forma proporcional a su población, existen desigualdades de representación. Por ejemplo, Wyoming, con 560.000 habitantes y dos senadores y un diputado, dispone de tres grandes electores. California, con 37 millones de habitantes, tiene dos senadores y 53 diputados y un total de 55 grandes electores. De modo que un gran elector californiano representa a 672.000 personas y un gran elector de Wyoming, a 186.000.

Si comparamos los dos mapas que siguen a estas líneas, se aprecia que Donald Trump se ha visto beneficiado pore esta desigualdad en la representación. En el primero, está representado el número de personas por cada gran elector y, en el segundo, el resultado de la votación por Estados.

Un gran número de Estados en los que venció Trump son Estados que están “sobrerrepresentados” en el colegio electoral, si se compara con su baja población. Por su parte, Hillary Clinton se impuso ampliamente en dos de los tres Estados más poblados del país (California y Nueva York, 57 millones de habitantes, es decir, casi el 20% de la población de EEUU), pero que son los más desfavorecidos en lo que a grandes electores se refiere.

En estos dos mapas también se constata que la mayoría de los swing states, los Estados bisagra (Florida, Carolina del Norte, Ohio, Pensilvania, Colorado, Virginia, Michigan, Wisconsin, New Hampshire) fueron a manos de Trump por un estrecho margen, a menudo ni siquiera consiguió la mayoría absoluta. Pero, dado que el sistema que permite que el candidato más votado obtenga la totalidad de los grandes electores del Estado, Trump –que superó a Clinton por apenas varias decenas de miles de votos en Pensilvania, en Florida o en Michigan– obtuvo una ventaja considerable en el colegio electoral, mientras que las amplias victorias de la demócrata en California (2,9 millones de votos de ventaja) o en Nueva York (1,5 millones) no le permitieron conseguir más grandes electores…

Como resumía el redactor jefe del magazine The Atlantic en un tuit: “Si no fuera por el colegio electoral, el resultado de estas elecciones vendría a ser: Trump es tan impopular que Clinton se ha impuesto con 3 millones de votos menos que Obama en 2012…”.

 

Los errores de la candidatura Clinton

Sin entrar en el debate político sobre la naturaleza de la candidatura de Hillary Clinton (demasiado centrista, demasiado conocida, Bernie Sanders lo habría hecho mejor…), el análisis del sondeo electoral a pie de urna permite señalar sus debilidades, comparadas con las dos victorias de Barack Obama en 2008 y 2012.

El voto de las mujeres

El voto de las mujeres ha beneficiado a Hillary Clinton, pero no en proporciones tan significativas como habría podido imaginarse, habida cuenta de que se medía con un candidato republicano abiertamente sexista. La diferencia del voto de las mujeres entre Clinton y Trump (12%) es muy importante, pero no es mucho mayor que en elecciones precedentes.

Voto latino

Cabía pensar que frente a un Donald Trump que estigmatiza a los inmigrantes mexicanos, que promete deportaciones masivas de irregulares y un muro en la frontera con México, los latinos no se echarían en masa en los brazos electores de Clinton. No ha sido así y Trump capto más voto hispano que Mitt Romney cuatro años antes.

El voto de los jóvenes

Si lo comparamos con Barack Obama en 2008 y 2012, Clinton obtuvo menos votos entre los más jóvenes (18-29 años). Estos sufragios fueron a Trump, algunos, pero sobre todo apoyaron a un tercer candidato (el 8%). La candidata demócrata no sedujo a la nueva generación de millennials.

El voto de los más pobres

Históricamente el punto fuerte de los demócratas, el voto de las personas más desfavorecidas en Estados Unidos se desplazó considerablemente hacia Donald Trump. Hillary Clinton perdió el 12% de los votos de los que ganan menos de 30.000 dólares anuales, si se compara con el resultado obtenido por Obama en 2008.

El voto en función del nivel de estudios

Si bien Hillary Clinton consiguió un porcentaje similar de voto entre los electores con cinco años de estudios superiores, fracasó estrepitosamente en el segmento de las personas que han terminado la secundaria pero que no han proseguido los estudios. Junto con el indicador del voto de los más pobres, este punto pone de relieve la ruptura existente entre la candidata demócrata y las clases populares.

  Los gráficos (salvo los de los condados) son de Thomas Cantaloube, a partir de los datos del Atlas de las elecciones presidenciales norteamericanas de David Leip y de los sondeos a pie de urna publicados por The Washington Post y The New York Times (para los años 2016, 2012 y 2008).

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Traducción: Mariola Moreno

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