Francia (también) se asfixia por la ola de calor en plena ofensiva negacionista

Foto de archivo de una ola de calor en Francia

Mickaël Correia (Mediapart)

“Desde el 19 de junio”, explica Tristan Amm, meteorólogo de Météo-France, “Europa occidental se encuentra bajo una cúpula de calor, una masa de aire caliente que se instala sobre una región y queda atrapada debido a las altas presiones atmosféricas tanto en la superficie como en altitud. Eso actúa como una tapa.”

Dos tercios del territorio francés se vieron afectados por temperaturas caniculares y para el lunes 30 de junio se ha ampliado la alerta naranja por ola de calor a 84 departamentos. El domingo 29 de junio, por la tarde, la temperatura máxima registrada en Francia metropolitana fue de 40,9 °C, en Grospierres, en Ardèche. Durante la noche del sábado al domingo, el mercurio no bajó de 28 °C en el sur del país, “temperaturas mínimas inéditas para un mes de junio en varias estaciones de medición”, según Météo-France.

Las temperaturas deberían alcanzar su punto álgido el martes 1 de julio, con una noche siguiente —de martes a miércoles— que se anuncia “notablemente cálida”, especialmente en Île-de-France, según el organismo meteorológico público.

En el sur de Francia, la canícula podría verse acentuada por la actual ola de calor marino que azota el mar Mediterráneo. Las temperaturas superficiales de este mar son 5 °C superiores a lo normal, lo que probablemente hará que las noches sean más sofocantes en todo el Mediterráneo.

Una Francia vulnerable al calentamiento global

Mientras 2024 ha sido el año más caluroso jamás registrado en nuestro planeta, esta ola de calor es una consecuencia nefasta de la intensificación del cambio climático, que aumenta a “un ritmo sin precedentes”.

“Entre 1947 y 2000 se registraron diecisiete olas de calor, y desde entonces ya se han registrado treinta y tres”, detalla Matthieu Sorel, climatólogo de Météo-France. Con un aumento de 4 °C en Francia de aquí a 2100, tendremos diez veces más días con olas de calor.”

Davide Faranda, director de investigación en climatología del Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNRS), comenta para Mediapart: “Se trata de un episodio excepcional relacionado con nuestras emisiones de gases de efecto invernadero, que destaca por su duración, su precocidad, pero también por su alcance geográfico: las altas temperaturas también afectan a España, Italia, Alemania, los Países Bajos y el sur de Inglaterra”.

Europa es, en efecto, el continente que más se calienta del mundo. Y Francia es especialmente vulnerable al calentamiento global. París está considerada la capital europea con mayor riesgo de mortalidad excesiva en caso de ola de calor. Además, ya en 2021, el Alto Consejo para el Clima, organismo independiente bajo la autoridad del primer ministro, alertó de que dos tercios de la población francesa ya estaban “muy o extremadamente” expuestos al riesgo climático.

Posteriormente, en su sexto informe anual publicado en junio de 2024, el observatorio francés del clima advirtió de que las desigualdades en la exposición al cambio climático “pueden agravarse”, especialmente para los niños y los hogares más vulnerables.

Inadaptación y retrocesos ecológicos

“Con estos niveles de calor, hay que proteger prioritariamente a la población y garantizar que el transporte público, los centros sanitarios, las escuelas, en definitiva, todos los servicios públicos esenciales, estén climatizados”, reaccionó el investigador Davide Faranda.

Tras una reunión del comité de crisis interministerial convocada el domingo 29 de junio por la noche en la sede del ministerio del Interior, Élisabeth Borne, ministra de Educación Nacional, declaró que, debido a la ola de calor, “en esta situación, 200 escuelas públicas, de un total de 45.000, cerrarán total o parcialmente el lunes, martes o miércoles”.

Pero este tipo de medidas de emergencia, las recomendaciones de cerrar las ventanas durante el día y, en general, las políticas de adaptación al calor sofocante desplegadas por el Estado siguen estando muy por debajo de los crecientes impactos del calentamiento.

El pasado 10 de marzo, Agnès Pannier-Runacher, ministra de Transición Ecológica, presentó el tercer plan nacional de adaptación al cambio climático (Pnacc), una hoja de ruta para adaptar Francia a  un aumento de 4 °C de aquí a finales de siglo. Sin embargo, las deficiencias de este Pnacc son tales que el Alto Consejo para el Clima emitió un dictamen el 13 de marzo, en el que afirmaba que, en su estado actual, las medidas de este plan “no garantizan la capacidad de proteger a las personas”.

Al mismo tiempo, en 2024 se ralentizó la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero del país. Descendieron solo un 1,8 % con respecto a 2023, cuando el año anterior habían disminuido un 5,8 %.

A este desvío de la trayectoria de reducción de emisiones se suman, desde hace unos meses, las veleidades del mundo político de torpedear las medidas medioambientales: suspensión de MaPrimeRenov’ (ayudas para aislar viviendas, ndt), intento de imponer una moratoria sobre las energías renovables, votación el lunes 30 de junio en la comisión mixta paritaria de la ley “Duplomb”, que incluye numerosos retrocesos ecológicos, ataques parlamentarios contra las zonas de bajas emisiones y la "artificialización neta cero" (reducción paulatina de asfaltado del suelo, ndt).

“Es suicida dar marcha atrás en las políticas medioambientales”, denunciaba este domingo en la red social Bluesky el climatólogo del CNRS Christophe Cassou, tras enumerar las impresionantes temperaturas matinales registradas en el sur del país.

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El pasado 19 de junio, este ex autor principal del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) publicó un amplio estudio científico que demuestra que ya no es alcanzable el objetivo de limitar el aumento de las temperaturas mundiales a 1,5 °C. Además, los científicos han estimado que, si se mantiene la inacción climática, los niños nacidos en 2020 sufrirán siete veces más olas de calor que una persona nacida en 1960.

 

Traducción de Miguel López

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