Lo mejor de Mediapart

La imposible transición política en Líbano

Protestantes en Beirut intentan romper una barrera policial

Justine Babin y Nada Maucourant Atallah (Mediapart)

“Ya se sabía que era un régimen de corruptos, pero el martes han sobrepasado los límites asesinando a su propio pueblo. Toda la élite política es responsable. Esos criminales deben irse”, dice airada Magham, una profesora y periodista de 26 años. Como miles de libaneses, esta joven ha respondido con su presencia en la concentración del sábado pasado en la plaza de los Mártires, en el centro de Beirut, para el “día del juicio”, cuatro días después de la doble explosión en el puerto de la capital que ha enlutado al Líbano.

Aunque las imágenes de la mayor plaza de Beirut llena a rebosar recuerda los primeros momentos del movimiento contestatario popular inédito contra la clase política que nació el 17 de octubre del año pasado, el tiempo de euforia y los bailes ha dejado paso al de la cólera. En el centro de la capital, se ha visto toda una gama de folclore revolucionario llevado en alto por los contestatarios, entre falsas cabezas de turco, guillotinas de madera y nudos corredizos. “Colgadles”, se podía leer en las llamadas a manifestarse en las redes sociales. “Nunca ha habido tanto odio contra este gobierno”, confiesa Rami, un manifestante de 24 años.

En un ambiente electrizante y cuando apenas comenzaba la concentración, el humo de las bombas lacrimógenas cubrió rápidamente la plaza el sábado por la tarde. En sus proximidades, hubo altercados que enfrentaron a un grupo de manifestantes provistos de piedras contra la policía, al intentar forzar la llegada hasta el Parlamento. A comienzos de la tarde, un grupo de manifestantes, liderado principalmente por oficiales del ejército retirados, tomó durante unas horas el ministerio de Asuntos Exteriores, proclamándolo “cuartel general de la revolución” en directo en televisión. También fueron ocupadas brevemente por los manifestantes oficinas de los ministerios de Economía y Comercio, del Medio Ambiente y Energía que, una vez que en los pisos superiores, lanzaron por las ventanas los documentos que encontraron. La asociación de bancos del Líbano fue también saqueada e incendiada.

Manifestación en Beirut celebrada el 8 de agosto.

Según el balance de la Cruz Roja libanesa y de la Asociación Médica Islámica, resultaron heridas más de 700 personas y un centenar tuvieron que ser hospitalizadas. Por su parte, el ejército libanés anunció este domingo en un comunicado que habían resultado heridos 105 militares y la policía anunciaba 70 heridos entre sus miembros y un fallecido por el derrumbe de un edificio. El domingo por la tarde volvieron a enfrentarse manifestantes y fuerzas policiales en el centro de Beirut.

Aya Majzoub, investigadora de la ONG Human Rights Watch, denunció en Twitter “el uso excesivo de gases lacrimógenos lanzados directamente a la cara, tiros a discreción de balas de goma, sobre todo a la parte superior del cuerpo, el uso indiscriminado de la violencia del ejército contra civiles desarmados y contra la prensa y un posible uso balas reales pendiente de confirmar”.

Esa violencia no parece sin embargo haber quebrado la determinación de los manifestantes. “No tenemos nada que perder”, explica Rami. La doble explosión del puerto, que ha causado al menos 158 muertos, más de 6.000 heridos y cientos de miles de beirutíes sin techo, es considerada como el golpe de gracia a un país ya por los suelos que, desde el pasado mes de octubre, atraviesa por la peor crisis económica desde el final de la guerra civil (1975-1990), a la que se añade desde marzo la crisis sanitaria del coronavirus. El coste de los daños materiales ha sido estimado por el gobernador de la ciudad entre tres y cinco mil millones de dólares.

Ante la gravedad del balance humano y material, varios países se han propuesto ayudar al Líbano, entre ellos Francia que, en colaboración con Naciones Unidas, ha organizado una conferencia para recabar fondos de la comunidad internacional para “responder a las necesidades más inmediatas (…), en particular en los planos médico, alimentario, educativo y de rehabilitación de viviendas”. Los treinta países dispuestos a participar han anunciado que esta ayuda será transferida “directamente” a la población con toda “transparencia”, y han subrayado la necesidad de una “investigación imparcial, creíble e independiente” con el fin de determinar las circunstancias de la catástrofe.

La amplitud de la tragedia tendrá el efecto de reavivar la llama contestataria de las grandes manifestaciones populares del pasado octubre, que llevaron a la dimisión del gobierno del ex primer ministro Saad Hariri. El movimiento se fue no obstante desinflando poco a poco ante la ausencia de avances políticos tangibles que había propuesto el nuevo gobierno de tecnócratas nombrado en marzo bajo los repetidos confinamientos por coronavirus.

“Temo que si el cambio no llega ahora, no llegará jamás”, dice preocupada Mireille, una de las manifestantes pioneras. “Todas las miradas de la comunidad internacional están ahora puestas en el Líbano y es ahora cuando hay que actuar”, explica Marc, empleado de una ONG internacional.

Los manifestantes se enfrentan a la policía en la noche del 8 de agosto.

Ante la cólera popular, el primer ministro Hassane Diab, nombrado en enero, anunció el sábado por la tarde su intención de proponer el lunes al Consejo de Ministros la celebración de elecciones parlamentarias anticipadas. Por otra parte precisó que estaba dispuesto a permanecer en el poder dos meses en espera de un acuerdo entre las fuerzas políticas. Varios diputados anunciaron inmediatamente su dimisión. El domingo, la ministra de información, Manal Abdel Samad, hizo pública su salida del gobierno pidiendo excusas “a los libaneses por no haber podido responder a sus expectativas”.

El anuncio del jefe de gobierno ha sido no obstante recibido con mucho escepticismo por numerosos manifestantes. “No tengo ninguna confianza”, dice uno de ellos justo después del anuncio.

La opción por esta medida constituye para mucha gente una confesión de impotencia. “No se convocan elecciones en un momento de crisis existencial. Las autoridades actuales no están a la altura de la inmensa labor que supone organizar el salvamento del Líbano, golpeado por dos catástrofes consecutivas sin precedentes –la crisis financiera y la explosión en el puerto– eso sin hablar siquiera de la del covid-19”, critica Sibylle Rizk, directora de políticas públicas de la ONG Kulluna Irada, que está a favor de la reforma política.

Por otra parte, para las formaciones políticas que desean protagonizar el cambio, no está claro que unas nuevas elecciones cambien fundamentalmente la situación. Ali Mourad, profesor de derecho público en la universidad árabe de Beirut, estima que este anuncio es una manera de controlar el movimiento con una concesión que de verdad no lo es: “La relación de fuerzas sigue estando a favor del poder actual y sería un verdadero suicidio para el movimiento popular”.

Las alternativas a los principales partidos políticos que comparten el escenario político desde el final de la guerra civil (1975-1990) carecen aún de talla y de anclaje en la vida política libanesa. Las anteriores elecciones legislativas de mayo de 2018, celebradas con una nueva ley electoral proporcional, habían creado grandes esperanzas en estos nuevos movimientos políticos. El resultado fue finalmente decepcionante: la coalición de listas alternativas consiguió un sólo escaño de 128.

Las manifestaciones populares que han sacudido al Líbano desde el pasado 17 de octubre han dado a estos movimientos políticos y a sus ideas un eco más importante entre la población. Pero todos los libaneses decepcionados con el sistema político confesional actual no se ubican. “Si hubiera elecciones ahora mismo, yo no sabría a quien votar”, reconoce Rami.

Muchos libaneses continúan por otra parte defendiendo a sus líderes confesionales a pesar de la tragedia. “Solo una minoría de habitantes de mi barrio han cambiado de opinión después de la explosión”, explica Firas, un estudiante que vive con su familia en el barrio popular de Tarik el Jdidé. “La mayor parte siguen siendo de Courant du futur (partido político del ex primer ministro Saad Hariri, de mayoría sunita), cuya afiliación viene de hace mucho tiempo”, dice con pesimismo.

La cólera despierta a la izquierda en el Líbano

La cólera despierta a la izquierda en el Líbano

El tema de la convocatoria de elecciones anticipadas ha sido muy debatido por esos motivos entre sus diferentes grupos activos desde el inicio del movimiento de protesta en octubre. Para Joseph Bahout, director del instituto Issam Farès, los que habían adoptado ese “eslogan político han hecho una mala apuesta. Por ingenuidad o por populismo –considerando que su petición tenía pocas posibilidades de triunfar– esos actores están ahora desnudos porque no están preparados para unas elecciones”.

Traducción: Miguel López.

Leer en francés:

Más sobre este tema
stats