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Londres corre el riesgo de convertirse en un superparaíso fiscal tras el 'Brexit'

El primer ministro, Boris Johnson, en un gesto en el que parece decir adiós.

El punto de encuentro se había establecido en el acceso del Puente de Londres, bajo una escultura monumental en forma de aguja que se eleva al cielo. Se trata de una de las puertas de entrada a la City, ese enclave de la industria financiera sembrado de rascacielos de cristal, en el corazón de la capital británica, que se extiende al otro lado del Támesis. También está muy cerca de las instalaciones de la empresa auditora PriceWaterhouseCoopers, donde trabajaba el francés Antoine Deltour, uno de los denunciantes de LuxLeaks.

Una veintena de activistas se atreven a desafiar las ráfagas de viento glacial que soplan en la tarde del viernes 17 de enero para embarcarse en esta visita guiada bastante especial. El Brexit Tax Haven Walking Tour está abierto a periodistas y transeúntes curiosos. Se han previsto cuatro paradas durante el paseo, acompañados de otros tantos participantes diferentes, con un único objetivo: advertir de los peligros de la era post-BrexitBrexit en la lucha contra los paraísos fiscales.

Los participantes están convencidos de que el Gobierno de Boris Johnson jugará la carta del dumping fiscal y reglamentario después del 31 de enero y reforzará aún más el estatus de paraíso fiscal de la City. Este es el gran sueño de algunos de los más acérrimos y nostálgicos brexiters del Imperio Británico, aprovechar la salida de la UE para transformar Londres en un Singapur sobre el Támesis. Incluso el conservador moderado Jeremy Hunt, cuando era ministro de Asuntos Exteriores, viajó a Singapur en enero de 2019 para establecer un “acuerdo estratégico” con la ciudad-Estado del sudeste asiático.

El grupo de activistas cruza el puente y a continuación sube por la calle King William hasta la estatua ecuestre del duque de Wellington (conocido por haber derrotado a Napoleón en Waterloo). En esta emblemática plaza, la Royal Exchange, la primera Bolsa de valores de Londres, flanqueada de columnas neoclásicas –ahora convertida en un centro comercial–, da a los edificios del todopoderoso Banco de Inglaterra, un antiguo banco privado nacionalizado en 1946 durante el Gobierno laborista de Clement Atlee.

Habla John Christensen, director de la ONG Tax Justice Network y figura de la lucha contra la evasión fiscal desde principios de la década de 2000. Ataca a los “neoliberales alérgicos a cualquier regulación” que, según él, gobiernan el Banco de Inglaterra y termina por mencionar el Brexit.

“Nuestro nuevo ministro de Finanzas es un banquero del Deutsche Bank, que ha hecho la mayor parte de su carrera bancaria en Singapur gestionando cuentas off-shore”, dice Christensen. “Todos los años relee La Huelga, de Ayn Rand, para recordarse a sí mismo sus valores [Rand es una escritora que se ha convertido en un emblema del movimiento libertario en Estados Unidos, defensora de un Estado mínimo]. Es un ultralibertario que no cree en la regulación ni en los impuestos”.

Sajid Javid, nacido en 1961, hijo de un inmigrante pakistaní, dejó el sector bancario en 2009 y fue elegido diputado el año siguiente. Este admirador de Margaret Thatcher, favorable a la permanencia de Reino Unido en la UE en 2016, se ha convertido ahora en uno de los más feroces partidarios del BrexitBrexit, así como en una de las figuras clave del nuevo Gobierno. Presentará su primer proyecto presupuestario para el país en marzo.

Con una gorra negra y un cuaderno en la mano, Christensen se deja llevar: “Tememos que Johnson se eche atrás en las regulaciones europeas como el intercambio de información [financiera entre países] o la publicación de información sobre empresas, y sobre todo sobre los trusts, que es el vehículo favorito de la élite británica. Todo esto supone una grave amenaza, no sólo para la UE sino para el resto del mundo: se trata de arrastrar a todo el mundo, desde EEUU hasta Hong Kong, en una carrera de estándares cada vez más bajos”.

Los expertos de la City, como Nicholas Shaxson, autor del best-seller Treasure Islands (2009), describen una operación en forma de telaraña. Tal y como se confirmó en 2016 con la publicación de los Panama Papers, el primer centro financiero del mundo se ha especializado en la gestión, a través de hedge funds ultrasofisticados, de capitales procedentes de paraísos fiscales offshore, algunos de los cuales son antiguas colonias del país: las Islas Caimán, Jersey, Isla de Man, Bermudas, etc.

¿Se va a especializar Londres un poco más en la gestión opaca de los petrodólares de Oriente Medio y de los fondos de los oligarcas rusos tras el Brexit, aunque esto signifique ser más complaciente de lo que ya es con el dinero sucio? Según un estudio de la ONG Global Witness publicado en marzo de 2019, no menos de 87.000 propiedades de lujo en el Reino Unido, unas 10.000 de las cuales están localizadas en el distrito londinense de Westminster, están en manos de empresas fantasma registradas en paraísos fiscales. Activos valorados en casi 120.000 millones de euros. La tendencia, según Christensen, se acelerará aún más este año.

“¿Todo esto redundará en la economía británica? Ni en lo más mínimo”, advierte Christensen. “La gente de la City probablemente será aún más rica. Atraerán a más oligarcas y multinacionales ávidas por pagar menos impuestos. Pero la gran mayoría de la población estará peor. [...] Sobre todo porque los servicios públicos estarán menos financiados”.

"El Brexit empeorará las cosas"Brexit

Se reanuda la visita guiada en la Square Mile, el otro nombre de la City. Los rascacielos circundantes se vacían lentamente, las puertas giratorias de los vestíbulos de cristal trabajan a pleno rendimiento. A pocos pasos de la Royal Exchange, bajo la estatua de una mujer anónima con aspecto de piedad, Susan Himmelweit, del Women's Budget Group, nos recuerda cómo las lagunas en la fiscalidad de las multinacionales debilitan primero a las mujeres de la sociedad británica. Ella también asegura que el “Brexit empeorará las cosas”, incluso en términos de igualdad de género.

El grupo vuelve a ponerse en marcha, bordea los edificios del Banco de China para llegar a una explanada en calle Gresham, flanqueada por una iglesia del siglo XVII y de oficinas. Son los edificios de la City of London Corporation, la autoridad administrativa de la City, descrita por sus oponentes como un Estado dentro del Estado. “El corazón negro del Reino Unido, tan poderoso que escapa a la responsabilidad de rendir cuentas”, escribió el columnista de The Guardian Georges Monbiot en 2011.

La mayoría de los representantes locales en esta Corporation poco conocida, que recuerda un poco el funcionamiento de los gremios medievales, no son elegidos por el pueblo sino por las empresas registradas en la circunscripción, es decir, los bancos y otras empresas financieras. Para empeorar las cosas, el Parlamento de Westminster no tiene autoridad, en teoría, sobre esta asamblea. Los opositores la acusan de permitir prosperar la opacidad que permitió despegar a la City.

El activista etíope Dereje Alemayehu avanza hacia la administración local. Dirige la Alianza Global para la Justicia Fiscal. Según un estudio de la Unión Africana, entre 30.000 y 60.000 millones de dólares escapan cada año de África, evaporándose en paraísos fiscales. Estas cifras aumentarán después del Brexit, teme Alemayehu.

“El ex primer ministro David Cameron nunca perdió la oportunidad de criticar la corrupción de los jefes de Estado africanos y sus colecciones de Ferrari. ¿Pero por qué nunca habló de los intermediarios que permitieron esta corrupción? ¿Por qué no adoptó en su momento medidas para frenar estos mecanismos?”, dice Alemayehu.

A corto plazo, estos activistas ya no creen que haya un cambio de rumbo en el Reino Unido. Johnson y sus aliados ganaron las elecciones generales de diciembre con una clara mayoría que les dio plenos poderes en Westminster. Pero instan a los europeos a que no cedan en los temas fiscales, en las negociaciones que comenzarán en febrero, para definir la “nueva relación” entre Londres y Bruselas.

Pero puede que no todo esté aún decidido en Londres. Más allá del eslogan fácil de “Singapur sobre el Támesis”, hay muchos obstáculos para transponer el modelo de ciudad-Estado al Reino Unido. Las dos economías no tienen ni la misma historia ni el mismo peso. En cuanto al régimen autoritario vigente en Singapur, parece simplemente imposible implementarlo en Londres.

A corto plazo, se espera que Johnson halle un punto de inflexión en el tema clave de la fiscalidad de las empresas. Actualmente se encuentra en el 19% (frente al 12,5% de Irlanda y al menos el 28% de Francia), y se prevé que descienda al 17% en el año 2020. Pero Boris Johnson tuvo que comprometerse, durante la campaña legislativa, a posponer esta reducción para mantener cierto margen presupuestario para financiar la creación de empleo en los hospitales públicos, que se encuentran en una crisis histórica.

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Traducción: Mariola Moreno

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