Pekín acoge los Juegos Olímpicos de la guerra fría
Por segunda vez en su historia, Pekín acogerá unos Juegos Olímpicos, del 4 al 20 de febrero. Casi 14 años después de los juegos de verano, la capital china y otras dos zonas al norte de Pekín, Yanqing y Zhangjiakou, serán el escenario de los juegos de invierno, con nieve artificial, una burbuja sanitaria por la pandemia y muchas polémicas por los abusos de los derechos humanos. Por no hablar de un contexto geopolítico marcado por una nueva guerra fría entre los países occidentales y un eje Pekín-Moscú.
Al igual que en 2008, se trata de una oportunidad para que el partido-Estado escenifique sus éxitos con la población china. Un artículo de la edición del 2 de febrero del Diario del Pueblo resume bien esta estrategia: “El secretario general [del PCC] Xi Jinping destacó que los preparativos de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de Invierno de Pekín reflejan una vez más el liderazgo del Partido y las ventajas institucionales del sistema nacional y la concentración de poder para conseguir grandes logros”.
Así las cosas, se trata de una oportunidad para que la maquinaria propagandística destaque los logros de su secretario general-presidente Xi Jinping en el poder desde 2012, meses antes de que ser reelegido para un tercer mandato el próximo otoño en el XX Congreso del Partido Comunista Chino (PCC).
Con motivo de los Juegos Olímpicos de Verano, Xi Jinping, entonces vicepresidente y en pleno ascenso político, fue llamado desde Shangái para ultimar los preparativos del evento. Aquí, todo lo decidió él de manera muy eficiente, ecológica (sic) y sobria, subraya la propaganda oficial.
En la ceremonia de apertura, el mismo escenario –el estadio conocido como “Nido de pájaro”– y el mismo diseñador de los espectáculos, el director de cine Zhang Yimou, que en 2008 dirigió el renovado aura de poder chino. “Contaremos historias chinas, contaremos al mundo buenas historias chinas”, dijo a la televisión estatal CCTV.
Putin como invitado de honor
También será una oportunidad para que Pekín ponga en escena la alianza con Moscú, mientras que Estados Unidos, desde el mandato de Donald Trump, ha venido endurecido su política hacia China. No cabe duda de que todas las miradas estarán puestas en las gradas donde Xi Jinping y Vladimir Putin estarán sentados uno al lado del otro durante la ceremonia de apertura.
En un reportaje emitido el 2 de febrero, la cadena pública nacional CCTV aborda los vínculos entre los dos hombres. El reportaje, dedicado al líder chino, es inequívoco: para Vladimir Putin, afirma la CCTV, “él [Xi] es un líder de clase mundial” y “es con el único líder extranjero con el que nos felicitamos los cumpleaños”.
Sobre todo, Xi es quien ha reanudado los vínculos con Moscú, como en los buenos tiempos antes de la ruptura a finales de los años 50. Su primer viaje al extranjero, en marzo de 2013, fue a la capital rusa y, desde entonces, ambos líderes se han visto en treinta ocasiones.
Los Juegos Olímpicos serán, por tanto, la ocasión ideal para que ambos celebren una nueva cumbre, donde, según un asesor de Vladimir Putin, emitirán una “declaración conjunta sobre la nueva era de las relaciones internacionales”. La expresión “nueva era” le gusta mucho a Xi Jinping, ya que lo utiliza para referirse a su “reinado” y a sus sueños de autócrata. No cabe duda de que los dos hombres unirán sus fuerzas para criticar la actitud de Estados Unidos y otros países occidentales y no sólo en la cuestión ucraniana.
Tanto Pekín como Moscú creen que la era de la posguerra fría dominada por Occidente ha terminado y que éste debería mostrar más modestia debido a sus sucesivos fracasos en Oriente Medio y Afganistán. La decisión del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, de enviar tropas estadounidenses a Polonia, Alemania y Rumanía no puede sino reforzar este sentimiento.
En una entrevista con la Agencia de la Nueva China publicada el jueves, Vladimir Putin subrayó que “posiciones similares y coherentes sobre la resolución de los problemas globales y regionales son la base de una política exterior coordinada entre Rusia y China”.
Los “juegos del genocidio”
La atmósfera será muy diferente a la de 2008, mucho más fría. Habrá menos espectadores que hace 14 años debido a la pandemia y a la sensación de fortaleza asediada, reforzada por las crecientes críticas de los países occidentales sobre los abusos de los derechos humanos, especialmente en la región de Xinjiang, donde los uigures turcos musulmanes son las principales víctimas.
Varios países –Estados Unidos, Canadá, Reino Unido y Australia– están boicoteando diplomáticamente el evento. Muy lejos del lema de los Juegos Olímpicos de Invierno: Todos juntos mirando hacia adelante. Washington ha destacado el genocidio de los uigures en Xinjiang y la represión de los movimientos prodemocráticos en Hong Kong. A principios de diciembre, la portavoz de la Casa Blanca, Jen Psaki, explicó que Estados Unidos no quería “contribuir a la fanfarria de los Juegos”.
Vladimir Putin, en su entrevista con China News, criticó a “ciertos países [que] intentan politizar las cuestiones deportivas por sus propios intereses egoístas”.
Por parte de Francia, si en agosto de 2008, Nicolas Sarkozy, que había planteado inicialmente el boicot a los Juegos por la represión en el Tíbet, finalmente efectuó una visita relámpago, volando al final de la ceremonia de apertura, esta vez Emmanuel Macron no estará presente.
Aunque Francia se ha negado a realizar un boicot diplomático –el presidente francés se refirió a una medida “muy pequeña y simbólica”–, no tenía previsto estar representada en la ceremonia de apertura. Roxana Maracineanu, ministra de Deportes, viajará a China del 11 al 15 de febrero “para mostrar su apoyo a los atletas franceses que compiten y a sus entrenadores, y para demostrar la consideración del Estado”.
Como siempre en el caso de China, la Unión Europea no ha conseguido ponerse de acuerdo sobre una política común. El presidente polaco Andrzej Duda sí tenía previsto asistir a la ceremonia de apertura.
Las organizaciones en defensa de los derechos humanos han denunciado la complicidad del Comité Olímpico Internacional (COI). Maya Wang, de Human Rights Watch (HRW), afirmó que el COI debería recibir “la medalla de oro a la complicidad”, señalando el papel que el organismo desempeñó en el caso de Peng Shuai, la estrella del tenis que acusó a un alto ejecutivo retirado de abusos sexuales, al prestarse a la organización del evento por parte de Pekín. “Sean cuales sean las acusaciones contra el Gobierno chino, el COI parece decidido a fingir que todo está bien mientras los Juegos sigan dando dinero”, escribe.
Traducción: Mariola Moreno
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