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Un pequeño grupo de empresas en la sombra se hace con el dominio del comercio agrícola mundial

Espigas de trigo en Zakarpattia, Ucrania.

Martine Orange (Mediapart)

Es un oligopolio del que no sabemos casi nada, a veces ni siquiera su nombre. Un puñado de actores, desconocidos para el gran público, dominan el comercio agroalimentario mundial y hacen todo lo posible por ocultar los imperios que han construido a lo largo de los años así como el dominio que han conseguido sobre el mundo.  

La Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) ha contabilizado catorce grandes grupos que reinan en este sector. Según sus estimaciones, sólo los cuatro primeros –Cargill, Archer Daniels Midland, Bunge y Louis Dreyfus– controlan cerca del 70% del mercado agrícola mundial

La escalada de precios de los alimentos en todo el mundo, que contribuye a la inflación mundial, pero también a la escasez y el aumento de crisis alimentarias en los países más pobres, ha llevado a la institución internacional a analizar detenidamente en su último informe anual el papel desempeñado por estos gigantes del agronegocio en este periodo. Son datos abrumadores. 

Los superbeneficios de las grandes petroleras han estado en el centro de todos los debates, pero los de los gigantes del agronegocio han pasado desapercibidos. Y sin embargo han sido los otros grandes ganadores de las sucesivas crisis (el fin de la pandemia, la guerra de Ucrania, las tensiones geopolíticas) que se han desencadenado en los últimos cuatro años. 

Estas crisis han provocado una volatilidad sin precedentes en los precios de todas las materias primas agrícolas (trigo, soja, maíz, girasol, arroz, azúcar, café y cacao), que estos grandes grupos han sabido explotar de la mejor manera posible para sus intereses. En 2022, Cargill, Archer Daniels Midland, Bunge y Louis Dreyfus lograron un beneficio conjunto de más de 17.000 millones de dólares, casi el triple que en 2020. "Los beneficios totales de las nueve principales empresas de fertilizantes en los últimos cinco años han pasado de una media de unos 14.000 millones de dólares antes de la pandemia, a 28.000 millones en 2021, y luego a la increíble cifra de 49.000 millones en 2022", añade el informe de la UNCTAD. 

En 2023 disminuyó algo la presión sobre los productos básicos agrícolas, pero el verano pasado, como señala el organismo, "el precio del trigo seguía siendo el doble que antes de la pandemia". Esto es aplicable a prácticamente todos los precios agrícolas, por no hablar de casos específicos como el cacao y el café, que actualmente están alcanzando niveles estratosféricos. Pensar que los altos precios agrícolas benefician a los productores "es ignorar el importante papel que desempeñan estos grupos internacionales del agronegocio, que controlan muchos de los eslabones de la cadena de valor mundial y en la dinámica de formación de precios en el sistema alimentario mundial", insiste la agencia de la ONU. 

No se sabe prácticamente nada de esos grupos. De los catorce más importantes identificados por la UNCTAD, "sólo ocho cotizan en bolsa y publican sus cuentas", señala el informe. Todos los demás prosperan fuera de la vista. Conjugando fronteras y gobiernos, todos ellos se mueven en la opacidad y utilizan las lagunas y porosidades del sistema para operar con total impunidad. 

Algunos empezaron como comerciantes, pero han ido ampliando su dominio hasta hacerse con el control de plantas de procesamiento, capacidades de almacenamiento y empresas de transporte. Luego se hicieron con semillas y fertilizantes para al final convertirse en gigantescos terratenientes. Ya controlan cientos de miles de hectáreas en Ucrania, Brasil, Argentina, Australia y Canadá. Es decir, en todos los grandes países agrícolas donde pueden realizar cultivos intensivos a escala industrial, incluyendo la deforestación masiva si fuera necesario. 

Pueden permitirse dictar sus condiciones a los productores locales y a los gobiernos, e influir en la forma de comer de todo el planeta. En el futuro, no dudarán en poner en peligro el abastecimiento mundial, y muchos están dispuestos a cambiar la producción de alimentos por la de agrocombustibles, que se considera mucho más rentable. 

A lo largo de décadas de fusiones y adquisiciones, "estos grupos han sido capaces de extender su influencia a lo largo de la cadena de suministro, recopilando al mismo tiempo enormes cantidades de datos de mercado. Si un puñado de empresas sigue teniendo un poder desmesurado sobre los sistemas alimentarios mundiales, cualquier política destinada a mitigar los efectos a corto plazo de la subida de los precios de los alimentos será inútil a largo plazo", advierte la UNCTAD. 

Tras los pasos de las finanzas en la sombra

En los últimos quince años se ha producido otro cambio importante que, según el informe, no ha sido suficientemente analizado: estos gigantes del agronegocio no sólo han cambiado de tamaño, sino también de naturaleza. Se han convertido en actores financieros por derecho propio: la falta de regulación de los mercados de materias primas les ha dado un poder decisivo sobre los precios y su formación. 

Dado que los mercados agrícolas son caóticos por naturaleza y las leyes de la oferta y la demanda no se aplican de acuerdo con las teorías clásicas, siempre han estado estrechamente vinculados a las finanzas y la especulación. Fueron esos mercados los que primero desarrollaron e implantaron los derivados financieros, negociados en mercados extra-bursátiles (over the counter, OTC) para evitar el riesgo de las fluctuaciones de los precios a corto, medio y largo plazo. 

Pero a partir de los años 80 entraron en juego nuevos actores: los bancos y, sobre todo, una serie de actores financieros "en la sombra" (hedge funds, fondos de inversión, gestores de activos, etc.) irrumpieron en estos mercados y, aprovechando la desregulación de los mercados agrícolas, han ido desarrollando derivados financieros cada vez más sofisticados que ya no se basan en contrapartidas físicas, alimentando así la especulación. 

Desde la crisis de 2008, la situación ha cambiado aún más. Las grandes empresas de este negocio han seguido los pasos de las finanzas en la sombra, yendo mucho más allá de la cobertura de riesgos. Al tener acceso a información de mercado que otros no tenían, se impusieron rápidamente como actores clave. 

“En este contexto, los grandes grupos internacionales del sector pasaron a ocupar una posición privilegiada para fijar los precios, acceder a la financiación y participar directamente en los mercados financieros", prosigue el informe. “Eso ha permitido no sólo operaciones especulativas en plataformas organizadas, sino también un volumen creciente de transacciones entre particulares o extra-bursátiles, sobre las que la mayoría de los gobiernos de los países avanzados no tienen autoridad ni control". 

Proliferación especulativa

Los últimos años de tensiones y riesgos de escasez en los mercados agrícolas han multiplicado por diez la voracidad, impulsada por el afán de lucro. Según cifras publicadas por el Banco de Pagos Internacionales, la suma total de los derivados extra bursátiles sobre productos agrícolas, energía y metales alcanzó un pico de 886.000 millones de dólares a mediados de 2022, frente a una media de 200.000 millones antes de 2020. El valor teórico de estos contratos representaba entonces más de 2 billones de dólares. 

La magnitud de esas sumas ilustra el poder desestabilizador de las finanzas en estos mercados esenciales. Todos se han embolsado miles de millones en superbeneficios a costa de las poblaciones del mundo. Un estudio reciente de Société Générale muestra que el grupo de los diez principales fondos "dinámicos" obtuvo un beneficio de 1.900 millones de dólares en contratos de trigo, maíz y soja al comienzo de la guerra en Ucrania, cuando los precios de las materias primas agrícolas estaban por las nubes, después de haber perdido dinero en los mismos contratos en periodos anteriores. 

¿Hasta qué punto los grandes grupos que controlan el comercio agrícola mundial han utilizado su enorme poder de mercado para impulsar la especulación y aumentar sus beneficios? La UNCTAD es incapaz de decirlo. La opacidad que reina en estos mercados, la falta de datos fiables y la ausencia de regulación y control hacen imposible tener una visión precisa de lo que está ocurriendo

Para la UNCTAD, sin embargo, el hecho de que unos cuantos grandes grupos haya adquirido tal tamaño e importancia en los mercados agrícolas, poseyendo tanto los datos esenciales como inmensos recursos financieros, con instrumentos financieros negociados en la sombra, fuera de la vista de cualquier regulador, deja la puerta abierta a todo tipo de manipulaciones y maniobras. 

El fracaso de la regulación

"No han dejado de ampliarse los fallos de los sistemas de regulación", señala el informe, ni de ser explotados por los grandes grupos comerciales y operadores de materias primas. Hasta ahora han fracasado todos los intentos de arrojar luz sobre estos mercados y reforzar la regulación. La regulación sigue siendo poco sistemática, polifacética y a menudo cambia de un país a otro.  

Durante la crisis financiera de 2008, los legisladores se cuidaron de no tocar los mercados de materias primas y las finanzas en la sombra, por considerar que sólo representaban riesgos secundarios. Tampoco se hizo nada para conciliar las actividades de los mercados de materias primas y las de los mercados financieros, pues los reguladores consideraban que eran dos mundos separados

Las actividades de los grandes grupos del sector demuestran ahora que estas dos esferas están ahora intrínsecamente vinculadas, ya que las operaciones financieras apoyan –a menudo con vistas a maximizar los beneficios– el comercio agrícola. "Los beneficios no se limitan a un sector concreto, sino que son específicos de determinadas empresas. Es posible que los beneficios excesivos estén relacionados con la concentración, que sólo beneficia a unos pocos actores globales del sector", deja caer el informe. 

¿Monopolios y/o oligopolios?

La UNCTAD cree que ya es hora de reconocer la insuficiencia de la normativa actual, dados los riesgos subyacentes que amenazan tanto la seguridad alimentaria mundial como la estabilidad del mundo financiero. El organismo propone pues una serie de ámbitos de reforma, algunos de referidos a la transparencia, limitación y control de los instrumentos financieros, y a la introducción de una regulación global; otros implican reforzar la aplicación de las leyes antitrust: el comercio mundial de alimentos no puede dejarse en manos de un oligopolio que actúe en su propio interés.

 

Traducción de Miguel López

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