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El precio del petróleo como presagio de la deflación que nos espera

Detalle de una bomba de varilla de una planta petrolífera este miércoles en Signal Hill, California.

Martine Orange (Mediapart)

Y lo inimaginable sucedió. Este lunes, el precio del petróleo para los contratos de mayo en Estados Unidos cayó por debajo de cero hasta los -36,73 dólares el barril. La crisis del coronavirus, sin precedentes históricos, ha provocado un suceso histórico, también sin precedentes, en este mercado: los productores y poseedores de contratos del petróleo han tenido que pagar a los compradores para poder deshacerse de sus pedidos de crudo. El barril de petróleo, hasta entonces considerado como un activo físico que siempre tenía un valor, se ha convertido en una deuda.

En la historia de la economía, este 20 de abril quedará como una referencia, el día en que todo dio un giro de 180 grados, en que todo lo que la teoría económica afirmaba sobre el valor, incluso residual, de un activo, fue barrido. "Todo lo que los analistas y los corredores del petróleo han aprendido a lo largo de los últimos cincuenta o cien años ha sido de repente puesto en entredicho", dice Eugen Weinberg, responsable de investigación en materias primas en el Commerzbank.

Pero no sólo en el mundo del petróleo se cuestion todo, porque el sector de materias primas siempre está a la vanguardia de la economía real. Lo que pasó el lunes en este mercado puede ser el presagio de una amenaza: una gigantesca ola de deflación. La caída del crudo nos da una primera ilustración a tamaño natural de una economía real mucho más tocada por esta pandemia de lo que habíamos creído. La oferta y la demanda se muestran deterioradas para mucho tiempo. Mientras el paro se dispara en todas partes, el valor de todos los activos y de todos los productos industriales podría desplomarse. Después de este lunes, sabemos también que es posible pasar por debajo de cero.

"Existe la posibilidad de ver el petróleo a cero, incluso entrar en negativo ", habían avisado a finales de marzo analistas petroleros, en particular de JBC Energy y de Goldman Sachs. La semana pasada, el grupo CME, el mayor actor bursátil en el negocio de contratos a plazo y de opciones, anunciaba que estaba modificando sus programas informáticos para que incluyesen precios negativos en los derivados financieros relativos a la energía. "Es algo que debemos tener en cuenta. Las opciones están estructuradas para llegar a cero, lo que pone un límite a las potenciales pérdidas. Cuando van más allá, la situación cambia totalmente", explicaba al Wall Street Journal Mark Benigno, co-director de una sociedad de comercio petrolero.

Aunque algunos expertos del mundo del petróleo consideraban esta eventualidad, ninguno de ellos imaginaba que pudiera ocurrir en tan breve plazo, sobre todo porque la semana pasada se firmó un acuerdo entre todos los países productores de petróleo, bajo los auspicios de Donald Trump, y en particular entre Arabia Saudí y Rusia, para reducir la producción mundial en 9,7 millones de barriles diarios. Se supone que esa reducción debía estabilizar el mercado del petróleo que se hunde por el exceso de oferta cuando la demanda y el consumo también se han hundido por el parón de la economía mundial a causa de la pandemia del covid. Según uno de los principales comerciantes mundiales de petróleo, Suisse Trafigura, el consumo mundial ha caído en 36 millones de barriles diarios, lo que representa más de un tercio del consumo habitual, que es de 100 millones de barriles.

Con ese acuerdo, Trump se jactó del éxito de su diplomacia: imponía su orden a Arabia Saudí y a Rusia y además protegía a los productores americanos. Estos últimos están, en efecto, excluidos de los acuerdos mundiales de reducción de producción a causa de la ley anti monopolio americana. El secretario americano de energía, Dan Brouillette, había explicado que la ley del mercado iba a dar sus resultados: teniendo en cuenta la caída del consumo americano, la producción en EEUU, primer productor mundial de petróleo, iba a caer al menos en dos millones de barriles diarios de aquí a finales de año. No era pues necesario pedir más esfuerzos.

Ahora bien, es justamente el mercado de petróleo americano, el del West Texas Intermediate (WTI), que sirve de referencia en este continente, el que ha experimentado una gran fractura este lunes, fractura que es en primer lugar producto de una especulación financiera desenfrenada que negaba los datos de la economía real.

Como consecuencia de este acuerdo de la semana pasada, cientos de financieros y particulares, ignorando todo sobre el mundo del petróleo, se lanzaron a invertir en el sector. El United States Oil Fund (USO), el fondo de índices más importante (ETF -Exchange Trade Fund- replica diferentes índices bursátiles u obligacionistas), reunió la última semana más de 1.500 millones de dólares suplementarios aportados por clientes deseosos de invertir en los mercados del petróleo. El USO sólo poseía una quinta parte de los contratos del mes de mayo.

A pesar de que los precios del crudo americano estén en lo más bajo, las condiciones de mercado se hayan degradado totalmente y las capacidades de almacenamiento estén en lo más alto, los especuladores profesionales animan a los inversores a "aprovecharse de la recuperación del mercado del petróleo, que no tardará en llegar, una vez que sean levantadas las medidas de confinamiento", según informa el Financial Times.

Estas previsiones optimistas son desmentidas cada día: la salida del confinamiento será en todos los países mucho más complicada y peligrosa de lo previsto, sobre todo por el esperado rebote de la economía mundial, que cada vez suena más a quimera. Un día tras otro, el precio del petróleo continúa bajando. El lunes por la mañana, a la apertura de los mercados, el WTI cotizaba a 11 dólares el barril.

Regreso a la realidad

Pero el lunes era un día especial: la víspera de la fecha en la que se deben liquidar todos los contratos a plazo y las obligaciones en el mercado del petróleo. En teoría, las personas poseedoras de contratos físicos del WTI deben recibir la entrega física del petróleo que han comprado en el momento de la liquidación de dicho contrato, lo que es muy poco frecuente ya que el mercado del petróleo es uno de los terrenos de juego de los financieros. Normalmente, esos contratos se revenden a otros y las posiciones futuras, opciones y otros se prorrogan a vencimientos más lejanos.

Pero el 20 de abril, los especuladores y los financieros fueron incapaces de encontrar compradores y de revender los contratos que llegaban a vencimiento. En los primeros intercambios, el precio de los contratos a plazo cayó un 37%, la caída más fuerte en los últimos 37 años. Y cuando el grupo CME, que dirige el mercado petrolero de futuros del WTI, declaró que los precios podrían ser negativos, fue la estampida: todos tratando de desembarazarse de sus compromisos a cualquier precio.

El mundo financiero se topó con el mercado físico del petróleo, un mundo real que acostumbran a olvidar.

Desde hace semanas, todos los expertos del mundo están preocupados por las tensiones derivadas de las capacidades de almacenamiento. Los productores han tardado en darse cuenta de la magnitud del impacto provocado por la pandemia y de la caída espectacular del consumo, y han seguido explotando muchísimo sus yacimientos. Toda esa parte de la producción que no ha sido consumida en las últimas semanas está ahora en unidades de almacenamiento, depósitos y barcos petroleros. Todo está a tope.

El 20 de abril, cuando los financieros, a falta de compradores, se han encontrado ante la obligación de recepcionar el petróleo que habían comprado, acudieron naturalmente a los centros de almacenamiento, en particular al de Cushing, en Oklahoma, que sirve de centro para el WTI. A pesar de sus inmensas infraestructuras, tuvo que rechazar nuevas entregas porque ya estaba todo lleno o alquilado.

Para tratar de colocar sus pedidos de petróleo, los poseedores de contratos se vieron obligados a pagar a quienes podían hacerse cargo, como las refinerías. Ese es el motivo de la caída del precio del petróleo hasta los -36,7 dólares. En pocas horas, todos los que se habían aventurado en el mundo del petróleo, sin conocer sus reglas, vieron barrido todo su capital invertido.

Para algunos observadores, la jornada del 20 de abril tiene que ver con un gigantesco estrangulamiento financiero para el que no se ve un mañana. Otros no están tan seguros, pues una parte de las apuestas sobre el mes de mayo han sido postergadas a junio. El fondo USO podría todavía tener ahí una buena posición.

El martes, los contratos de junio cayeron ya un 42%, llegando a 11 dólares el barril. Analistas de Goldman Sachs dicen que podría producirse el mismo hundimiento que en mayo, porque el consumo de petróleo puede que se retome más despacio de lo previsto, teniendo en cuenta las incertidumbres que la pandemia provocan en la economía y en el comportamiento de la población, y porque el problema del almacenamiento corre el riesgo de que se agudice, mientras los productores americanos, animados por Donald Trump y la Reserva Federal, que se ha comprometido a comprar una parte de su deuda, aunque está clasificada como junk bonds (bonos basura), no quieren saber nada y están tardando en cortar su producción. Con el tiempo, podría contagiarse toda el mundo financiero.

Los destrozos, que han comenzado en el mercado del petróleo americano, están difundiéndose por el conjunto del mundo del petróleo y mucho más allá. El Brent, referencia del mercado europeo, cayó un 20% el 21 de abril, situándose ya por debajo de los 20 dólares el barril. Los mercados bursátiles, de cambio, de obligaciones, están todos a la baja. Todos están despertando de la dulce ilusión que les mecía desde marzo: que la pandemia del coronavirus sólo era pasajera, que los miles de millones comprometidos por los bancos centrales y los gobiernos iban a protegerlos y que todo volvería a ser como antes, más rápido y más fuerte.

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El petróleo acaba de recordarles la realidad. La crisis de la economía provocada por el covid-19 es mucho más seria y sin duda más larga de lo previsto y está causando desajustes que nunca antes habían sido imaginados. Ver al precio del petróleo caer hasta el negativo es una alarma muy fuerte, histórica, que se traduce en una economía mundial hundida a la que le costará mucho volver a ser como antes.

Traducción: Miguel López.

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