Quién está al volante de las protestas de camioneros que han puesto contra las cuerdas a Trudeau

Desde que los camioneros canadienses están obligados a tener la pauta completa de la vacuna para cruzar la frontera con Estados Unidos, Dominique Goudreau ha tenido que prescindir de los servicios de cuatro de sus empleados. “Estoy a favor de la libertad de elección y respeto su decisión de no vacunarse”, afirma el dueño de una empresa de transportes de Bécancour, a 330 km de Ottawa, que asegura estar vacunado.
Cree que ya no se tiene en cuenta a los camioneros, “que permanecieron en primera línea durante toda la pandemia”. “Antes éramos héroes”, lamenta. Así que, para mostrar su enfado, 14 de sus camiones y él se han unido al llamado convoy de la libertad, promovido por sus colegas del Oeste de Canada. “Mis conductores no me dejaron durante la pandemia, ahora me toca a mí devolverles el favor”, justifica.
El movimiento, que comenzó en la Columbia Británica, en la costa del Pacífico, el 22 de enero, se oponía a la vacunación obligatoria de los transportistas internacionales. Varios convoyes de diferentes provincias llegaron a Ottawa los días 28 y 29 de enero. Mientras que el primer fin de semana se dieron cita varios miles de vehículos, a media que los días pasaban superaban los 400, según las autoridades. Y, precisamente, para poner coto a las protestas, el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, invocaba este lunes los poderes del estado de emergencia por primera vez en la historia del país.
En Quebec se organizó una manifestación similar de camioneros el 5 de febrero. Isabelle Villeneuve, comercial, fue una de las instigadoras. “Me dije que no era la única que encontraba las medidas sanitarias coercitivas”, explica.
Isabelle Villeneuve está lejos de respaldar a los antivacunas; es de las que cree que los quebequenses han cumplido con su parte, que el país tiene una tasa de vacunación muy elevada (80,1%) y que el estado de emergencia que dura ya casi dos años perjudica a la democracia. “Al principio, tenía una razón de ser, pero es una medida excepcional. El Gobierno tiene poderes plenos para para actuar rápidamente y sin debatirlo. Crea dos tipos de ciudadanos y provoca divisiones entre los vacunados y los no vacunados”, añade.
Pascale Dufour, profesora de Ciencias Políticas en la Universidad de Montreal, comparte este último argumento. “En los discursos, todos los males se vinculan a los no vacunados en este momento y no se habla de la infrafinanciación del sistema sanitario”, subraya.
Isabelle Villeneuve recuerda que está vacunada, que nunca ha estado en contra de las vacunas, “al contrario”. “Nunca he pedido el fin de todas las medidas sanitarias, entiendo que estamos en una pandemia y he seguido todas las recomendaciones. Pero ahora la gente está cansada”, añade.
Un movimiento polifacético
Pero desde entonces se han sumado todo tipo de exigencias. El movimiento atañe a muchos más que a los camioneros. Ya no se trata de reclamar el fin de la obligación de vacunación para ellos, sino de poner fin a las medidas sanitarias y exigir la dimisión del primer ministro, Justin Trudeau. Entre las banderas canadienses que ondean en Ottawa, en ocasiones se dejan ver banderas confederadas y el símbolo de QAnon. Uno de los principales grupos detrás del movimiento es Canada Unity, cuyo fundador ha hecho comentarios conspirativos y xenófobos en las redes sociales.
Pascale Dufour opina que este aspecto de “cajón de sastre” revela un vacío político. Los manifestantes ya no encuentran entre los políticos a personas capaces de ser sus representantes. Según la profesora, esta situación es una nueva prueba del mal funcionamiento de las democracias occidentales. La división derecha-izquierda o soberanista-federalista que antaño animaba el debate político canadiense está, en su opinión, superada.
Daniel Stockemer, profesor de la Universidad de Ottawa, es mucho más directo e insiste en la marginalidad del movimiento. Según él, canaliza las frustraciones de “gente de derechas que sobre todo tienen tendencias populistas. Su perfil es el de los partidarios de Trump. Provienen del movimiento libertario; en parte es la extrema derecha, pero no sólo”.
El movimiento parece estar bien organizado y cuenta con un importante respaldo financiero. Una campaña de GoFundMe recaudó más de 10 millones de dólares antes de ser cancelada por la plataforma de crowdfunding. Esto despertó la ira de varios congresistas estadounidenses, en particular conservadores. Algunos de ellos no ocultan su apoyo a los camioneros canadienses.
Dominique Goudreau e Isabelle Villeneuve aseguran que los manifestantes más extremistas son una minoría. “Los medios de comunicación se han centrado en esto. Muchas de las personas que nos apoyan están vacunadas”, dice el responsable de la empresa. “No importa cuál sea la causa, siempre habrá personas que estén ahí por las razones equivocadas. Sí, estamos hartos, pero vamos a hacerlo con respeto”, asegura Isabelle Villeneuve.
Por lo que dicen, los que no soportan las medidas sanitarias no son ni mucho menos una minoría, en contra de lo que afirmaba Justin Trudeau al principio de las protestas. Según un sondeo publicado el pasado 8 de febrero, uno de cada tres canadienses apoya a los camioneros.
El Gobierno, contra las cuerdas
Pascale Dufour cree incluso que el hecho de que el primer ministro liberal haya restado importancia al convoy, sumado a cierta arrogancia, ha avivado el movimiento. Opinión ésta que comparte el camionero Dominique Goudreau, que asegura que, en su ruta, varias personas ofrecieron comida y a veces incluso dinero a los manifestantes.
Más de dos semanas después, si bien los camiones son menos numerosos a la hora de bloquear el centro de la capital, los trastornos ocasionados son evidentes. Varios hoteles han decidido no admitir reservas. Los humos del combustible y el sonido de las bocinas cansan a los vecinos.
“El claxon de un camión es extremadamente ruidoso. Una mujer midió, en su piso, un nivel de ruido que a veces superaba los 100 decibelios”, cuenta Émilie Taman, abogada de derechos humanos que ha emprendido una acción legal en nombre de varias personas que viven en el centro. Se trata de una “animación” a la que la capital canadiense, una ciudad de funcionarios con menos de un millón de habitantes, no está acostumbrada. El profesor Stockemer lamenta la falta de respuesta de las autoridades locales, que, según él, habrían acabado con las protestas mucho más rápidamente si hubiera estado integrada por estudiantes negros o aborígenes.
El Gobierno se encuentra entre la espada y la pared, con el primer ministro en segundo plano hasta que comenzó el conflicto. Hasta ahora. “Es un ejercicio político difícil, según Pascale Dufour, porque los camioneros que se manifiestan no son marginados de la sociedad. Son más bien de clase media y participan en el esfuerzo económico. Sin duda, el Gobierno no cederá a sus demandas, tender la mano sería un primer paso”.
Aunque, de momento, Trudeau no parece por la labor. Este lunes echaba manos de los llamados “poderes de emergencia”, que no se invocaban desde 1870, para frenar las protestas que mantienen cerrados algunos pasos transfronterizos con EEUU. Trudeau justificaba entonces que la medida será “limitada en el tiempo”, su uso será “responsable y proporcionado” y aseguró que no se recurrirá al Ejército. En lo sucesivo, la Policía tendrá “más herramientas” para detener o multar a los manifestantes y proteger además infraestructuras clave para el país. “Se trata de que los canadienses estén a salvo, de proteger los empleos de la gente”, prosiguió el mandatario canadiense después de tres semanas de protestas.
Para Dominique Goudreau, ya de regreso en Bécancour, “la organización de este convoy estaba prevista desde hace mucho tiempo, si se tiene en cuenta la logística que requería. Y no se moverán mientras el Gobierno no mueva ficha”. El caos parece garantizado.
La caja negra
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Delphine Jung es periodista de Radio-Canadá, con sede en Montreal, y este es su primer artículo para Mediapart.
Traducción: Mariola Moreno
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