Medioambiente y consumo

Mejorar tu dieta reduce más el impacto ambiental que cambiar tu coche (sobre todo en España)

El ministro de Consumo, Alberto Garzón, junto con la directora General de Consumo, Bibiana Medialdea y la co-autora del informe e investigadora del JRC, Esther Sanyé-Mengual presentan este viernes el informe Sostenibilidad del Consumo en España.

El ministro de Consumo, Alberto Garzón, no se da por vencido. Tras ser el blanco de críticas en enero, tanto desde fuera de su Gobierno como desde dentro, por señalar los perjuicios de la ganadería intensiva en el país, el también coordinador general de IU y su equipo han seguido trabajando para evidenciar la insostenibilidad del modelo. Este viernes ha presentado el informe Sostenibilidad de Consumo en España, con una conclusión muy clara: la manera más eficiente de frenar las múltiples amenazas ambientales, desde el punto de vista de los hábitos diarios, es cambiar de dieta. Más que cambiar de coche.

Los datos en bruto no provienen, en realidad, del trabajo del Ministerio de Consumo. Los ha obtenido la Comisión Europea, que lleva años ofreciendo información del impacto medioambiental del consumo del club comunitario, tanto de ciudadanos como de empresas. Lo que ha hecho el gabinete de Alberto Garzón –y es el único país que lo ha hecho– es trabajar con Bruselas durante dos años para extrapolar la información al contexto español y obtener lo que el informe denomina "huella de consumo de España". La alimentación, con un 52,1%, es el área de consumo que más daño hace a la atmósfera, el agua o los ecosistemas.

El impacto de la alimentación, explican fuentes de Consumo, es derivado mayoritariamente del excesivo consumo de carne, sobre todo de carne roja. Y este indicador es un 26% superior al daño medio de este ámbito en la Unión Europea. Los datos de Bruselas indican que España tiene mucho margen en esta parcela. Por detrás se quedan el impacto de la movilidad (17,1%), el de la vivienda, incluyendo la calefacción y los gastos derivados de un aislamiento pobre (16,2%), los "bienes del hogar", donde se incluye, por ejemplo, la ropa (9,6%), y los electrodomésticos (5,1%).

Dependiendo del impacto, el margen de mejora es mayor en unos ámbitos u otros. Por ejemplo, en lo que respecta exclusivamente al cambio climático, el impacto de la alimentación se reduce hasta el 45,7%, frente al 25% de la movilidad. Las presiones de la vivienda afectan mayoritariamente a la eutrofización del agua dulce, el proceso de contaminación por exceso de nutrientes que acaba con la vida de los ecosistemas húmedos, mientras que el modelo de agricultura y ganadería intensiva afecta a la eutrofización marina, como la que está asfixiando el Mar Menor en un 79,6%. En la gran mayoría del total de 16 impactos analizados, como la acidificación, la presencia de tóxicos y cancerígenos, la contaminación atmosférica y el uso del agua, el ámbito de la alimentación es el que más contribuye a la degradación.

Como ha explicado una de las autoras del informe, la investigadora del Centro Común de Investigación (JRC) de la Comisión Europea Esther Sanyé-Mengual, el impacto de actividades como la agricultura o el turismo masivo ha provocado que los impactos sobre el agua dulce sean seis veces mayores en España que en Europa. Pero no solo porque consumamos demasiado, sino porque tenemos demasiado poco recurso hídrico: "El modelo" desarrollado por los analistas del Ejecutivo comunitario "considera la escasez de agua en el territorio". En resumen: España es muy vulnerable, mucho más que el resto de continente, a la falta de agua y su modelo alimentario está agravando el problema.

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El estudio diferencia, de manera pionera en el país, entre la huella de consumo, el impacto de lo que consumimos, y la huella interior, que mide, en resumen, los impactos de lo que se produce solo dentro de nuestras fronteras; sin contar, por ejemplo, el pienso que proviene de la selva amazónica para alimentar el ganado o las emisiones derivadas de la extracción del litio que necesita la batería del móvil. Y mientras que la huella de consumo española no ha hecho más que aumentar tras la caída generada por la crisis económica de 2008, la huella interior se ha estabilizado desde 2012 a 2018: fruto de la deslocalización. Los daños que se producían antes en el territorio ahora se producen fuera, pero ciertos fenómenos, como el del cambio climático, están interconectados y la atmósfera no entiende de lindes.

La buena noticia es que, si bien la alimentación es el sector de consumo de más impacto, es por lo tanto el que mayor margen de mejora disfruta. Los cálculos de Consumo estiman que, con una reducción del 50% del consumo de carne y su sustitución por productos de origen vegetal, se reducirían entre un 30% y 40% los impactos ambientales, destacando la mejora en indicadores como el de la toxicidad, el cambio climático o la contaminación. Aunque la mejora en el uso del agua sería mínimo o inexistente por los daños de una agricultura intensiva y atrofiada. Además, destaca el informe, "la mejora de la eficiencia en productos como neveras, lavavajillas, lavadoras o televisores puede contribuir a disminuir diferentes impactos hasta en un 11%". La reutilización y el reciclaje se suelen llevar más focos y titulares, pero el margen es más escaso: un aumento de estas labores dentro de la economía circular solo aspira a disminuir la huella hasta un 5%.

Fuentes del Ministerio de Consumo hacen hincapié en que no hacen falta grandes sacrificios, esfuerzos, renuncias o prohibiciones: la vuelta a una dieta mediterránea de verdad –no la propagandística–, con más peso de frutas, verduras, legumbres y pescados en línea con las recomendaciones de las autoridades nutricionales, nos aportaría unos ecosistemas y unos cuerpos más sanos. No se trata únicamente de cuidar la naturaleza sino de garantizar el futuro y vivir mejor. Aun así, la batalla política, como se ha demostrado en muchas ocasiones, será compleja: es difícil vender el discurso del cambio de hábitos a las clases populares más afectadas por la precarización, la inflación y la incertidumbre. Estas mismas fuentes apuntan que las competencias de Garzón son limitadas –aunque se está trabajando, por ejemplo, para mejorar los etiquetados en el supermercado– y que son otros departamentos del Gobierno son los que tienen que recoger el testigo.

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