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Por qué el observatorio del Teide será imprescindible para medir el cambio climático este año

Vista del Observatorio del Teide, en junio de 2022.

El 27 de noviembre entró en erupción el volcán más grande del mundo, el Mauna Loa (Hawai, EE UU) y sobre él se ubica el principal observatorio del cambio climático que estudia la atmósfera desde hace más de medio siglo. La instalación sobrevivió por poco al desastre, pero tuvo que parar su actividad y una de sus principales tareas, la calibración de medidores de aerosoles, se ha tenido que trasladar 13.000 kilómetros hasta el observatorio de Izaña (Tenerife), donde reconocen que este año tendrán más carga de trabajo, pero la asumen con gusto. 

"Sentimos la responsabilidad de que tendremos que medir todo bien porque si fallamos no habrá equipos de referencia para la calibración en el mundo, casi nada", cuenta Emilio Cuevas, director del Centro de Investigación Atmosférica de Izaña (CIAI). 

El centro español y el estadounidense comparten una tarea indispensable en la observación del calentamiento global porque son los dos únicos con capacidad para calibrar cada año los fotómetros de la red global Aeronet, coordinada por la NASA. Estos aparatos permiten estudiar los aerosoles de la atmósfera, las partículas que flotan en el aire y que inclinan a un lado u otro la temperatura del planeta

"Los aerosoles juegan un papel clave en el cambio climático, porque a diferencia de los gases de efecto invernadero –que siempre calientan la Tierra–, los aerosoles pueden calentarla o enfriarla según su grosor. Por eso es tan importante medirlos en todo el mundo", explica Cuevas. 

Para calibrar los equipos que catalogan los aerosoles se necesita luz solar potente y una atmosfera extremadamente limpia, condiciones solo se dan en el centro hawaiano y el canario. Ambos se sitúan en islas alejadas de la contaminación, tienen volcanes de gran altura desde donde realizar la medición y están en latitudes similares.

Como las dos estaciones registran mediciones casi calcadas, el observatorio de Tenerife hará las funciones del americano hasta que vuelva a estar operativo. Se encargará de calibrar los equipos de referencia estadounidenses para medir aerosoles, además de calibrar los europeos, como ya hacía hasta ahora. 

Los fotómetros de referencia para medir los aerosoles están repartidos por centros de investigación de todo el mundo y deben calibrarse bajo las mismas condiciones para que los datos que recogen sean comparables. Una vez graduados, los aparatos se devuelven a su centro de origen y se usan para calibrar a su vez los equipos estándar de las cerca de 400 estaciones de medición de aerosoles que hay en todo el planeta. 

Según el director del centro tinerfeño, tendrán más carga de trabajo con la nueva responsabilidad, pero no cree que necesiten que contratar a más gente. Mantendrán un contacto constante con la NASA y seguramente los americanos manden personal, explica, pero podrán asumir la tarea sin problema .

Emilio Cuevas recuerda que en el centro de Izaña calibran además los fotómetros de referencia de China, una labor que los sitúa como mediadores de la guerra fría científica entre las dos potencias globales. "Por razones políticas, la NASA no puede colaborar oficialmente con China, y los tres actores acordamos que nosotros haríamos la calibración. Gracias a ese trabajo, aunque China no forma parte de la red Aeronet, sus datos sí son comparables con los de cualquier otro país y esto es superimportante desde el punto de vista científico", afirma. 

El centro de Mauna Loa también ha reportado de manera continuada durante más de sesenta años los niveles de CO₂ de la atmósfera y su observación era una de las principales referencias para medir el incremento de la contaminación global.

Esta labor también tuvo que ser paralizada en diciembre por la erupción del volcán y ahora se recogen los datos temporalmente desde otro observatorio de la misma isla, el Maunakea. En todo caso, los registros de CO₂ no peligran, según Emilio Cuevas, porque hay más de un centenar de estaciones que miden este gas en el mundo, entre ellas la de Izaña, que aporta valores prácticamente clavados a los que recogen en Hawái. 

El director del centro canario también avanza que próximamente podrían recibir la tarea de calibrar los espectrofotómetros que miden la capa de ozono, la que protege a la Tierra de la los rayos ultravioleta, que también realizaba hasta ahora el observatorio de Mauna Loa. 

Más de 100 estaciones para medir el CO₂ 

En mayo del año pasado el centro de Mauna Loa registró el récord de 421 partes por millón de dióxido de carbono en la atmósfera, una cifra no vista en la Tierra en millones de años. "Podemos ver los impactos del cambio climático a nuestro alrededor cada día. El incesante aumento de dióxido de carbono medido en Mauna Loa nos recuerda con crudeza que debemos tomar medidas urgentes", dijeron entonces los científicos del centro estadounidense. 

En todo caso, Emilio Cuevas afirma que la tarea más importante en la medición del dióxido de carbono no contar el número de partículas que hay en la atmósfera, ya que puede variar estacionalmente. "Lo que interesa es ver cómo evolucionan las fuentes y sumideros de CO₂ y por eso merece la pena tener una red tan extensa de medidores alrededor de todo el mundo", afirma. 

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Las fuentes son los elementos que aportan cada año dióxido de carbono a la Tierra, principalmente la quema de combustibles, mientras que los sumideros se encargan de absorber este gas de efecto invernadero y son tres: la atmósfera, los océanos y las plantas. El estudio de las fuentes y sumideros es esencial porque permiten ver a dónde va la contaminación que emitimos los humanos. Toda la que acaba en la atmósfera sirve para acelerar el cambio climático. 

El prestigioso informe Global Carbon Budget, publicado en noviembre, analiza la evolución de las fuentes y sumideros del planeta y afirma que el aumento de la temperatura global ha dañado los sumideros. A mayor calor, las plantas tienen más dificultades para realizar la fotosíntesis y en el proceso absorben menos CO₂. Lo mismo ocurre con los mares, que se han calentado y han captado grandes cantidades de gas en las últimas décadas y poco a poco pierden capacidad de absorción.

Según el último estudio, la eficiencia para captar dióxido de carbono de los océanos es un 4% inferior y la de las plantas un 17% comparado con una Tierra donde no hubiese cambio climático, lo que dificulta que la naturaleza elimine de forma natural los gases de efecto invernadero.

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