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Doble rasero

Antonio Gallardo González

Llevamos ya un tiempo, y últimamente con más asiduidad, escuchando al PP reclamar al resto de los partidos políticos que debe gobernar la lista más votada.

Esta reiterada demanda, como cualquiera puede comprobar, se produce cuando él mismo es el beneficiario de esa mayoría de votos a un mismo partido, ya que, por ejemplo, en Andalucía no la han puesto en práctica y han votado en contra en todas las ocasiones en las que se le ha demandado políticamente.

Basan su reclamación, y desde su punto de vista con acierto, en que el partido más votado es el que concierta mayor apoyo ciudadano, y eso le confiere la potestad moral para gobernar.

Pero, en mi opinión, sería conveniente alejarse un poco de la visión simplista y ver el hecho en su conjunto. En este país, y hasta hace bien poco, solo han existido dos fuerzas de distinto y opuesto carácter político, el llamado bipartidismo, junto a algunas otras de menor incidencia política y adscritas, o bien a la izquierda o bien a los nacionalismos.

Hasta ahora, los votantes de la derecha han ido todos a una, aglutinándose en el PP, mientras que los votantes de izquierda se han diseminado en distintos partidos (PSOE, IU, LOS VERDES, PA, PCE, PT, PNV, BNG, ERC, IPC, CIU, etc., etc.), perdiendo así la capacidad de oponer un frente compacto y de entidad, se supone que, igual, o superior, al partido de la derecha. Y con la casi reciente aparición de nuevos partidos que engrosan el arco político y aglutinan desencantos de los partidos preexistentes, no varía mucho el estado del panorama expuesto.

Y esto es lo que me lleva a pensar que el sentido del voto de la ciudadanía viene a priori marcado por su simpatía a una tendencia determinada, izquierda o derecha, y después a un partido concreto, por lo que se debería determinar antes el volumen de votos recibido por cada tendencia y luego, y dentro de dicha tendencia, el partido más votado. Esto haría innecesarios los pactos de gobierno, algunos de ellos perpetrados contra natura, y la ciudadanía tendría un gobierno que representa realmente a la mayoría de los votos. Asimismo, nos evitaría el bochorno de tener que leer en prensa que el líder de un partido político tacha de "excéntricos y sectarios" a los pactos que evitan alcaldías de su partido, pero no lo hace cuando el suyo es el beneficiado.

Antonio Gallardo González es socio de infoLibre

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