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Librepensadores

El proceso catalán

Jaime Richart

To learn to discriminate, dicen los británicos. Pero no los españoles tradicionales, muy satisfechos con su modo peculiar de ser y de estar. No los españoles, de vida absolutamente desahogada, que a menudo dan más importancia a las formas que al fondo, a lo superfluo que a la esencia, a la carrocería que al motor del coche, a la liturgia que a la fe, al llevar corbata que al ser honrado. Quizá es por eso por lo que pasan en España cosas impensables en otros países. Quizá es por eso por lo que en España existe el esperpento, esa palabra intraducible a otros idiomas...

Quiero decir con esto, que parece mentira que siendo una distinción a todas luces decisiva tanto desde el punto de vista político, como material y argumentativo, ni los protagonistas principales —Gobierno central y Gobierno catalán, partidos políticos, politólogos, periodistas, “entendidos”, etc.— no pongan énfasis sobre el hecho fundamental de que una cosa es el referéndum sobre la autodeterminación de Cataluña y otra la decisión de la independencia de Cataluña. Y siendo esto así, ¿por qué, qué interés hay en ver un problema capital en algo que debiera ser anécdota pese a la gravedad de que se intenta rodear al asunto? ¿Simplemente las ganas de poner la bota sobre todo aquél y todo aquello que se preste a ello?

Porque, en primer lugar, esta consulta puede no ser necesariamente vinculante. Lo que consigue es despejar las dudas que no pueden despejar las empresas demoscópicas, a no ser que se quiera darles tarea a cambio de una comisión. En segundo lugar porque no siendo vinculante, no hay motivos para plantear y menos aplicar el artículo 155 de la Constitución. Y en tercer lugar porque si quien esté al frente del Gobierno catalán, una vez obtenido el resultado de la consulta, se “atreviese” a dar un paso más y declarase la soberanía catalana, no sólo ere ése el momento de reaccionar institucionalmente frente a ella, sino también si no podría ocurrir que quienes estamos a favor de la independencia y catalana y vasca y de la que fuese menester, no cambiaríamos nuestra posición a este respecto aunque sólo fuese para evitar una grave tensión o una debacle general porque enfrente tiene este país a unos dirigentes de amplio espectro más propios del medievo, es decir preconstitucionales, que del milenio que vivimos...

Lo que se me antoja cierto es que ha de haber en España una población flotante que con tal de no tener a gobernantes y al partido de índole delictiva que les da soporte, prefiriríamos ser apátridas antes que españoles hasta que el país entero recobrase una dignidad que, por lo menos y hasta ahora no ha tenido en los últimos cien años...

Jaime Richart es socio de infoLibre

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