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Librepensadores

'La venganza de los siervos, Rusia 1917'

Thierry Precioso

He terminado de leer el ensayo La venganza de los siervos, Rusia 1917 de Julián Casanova. Poco conocedor de Rusia, estoy tan interesado en descubrir sus expectativas actuales como su historia. Hace pocos meses, cuando al ver una de las emisiones televisivas Españoles por el mundo me enteré de que los rusos eran el contingente de turistas más numeroso en el Estado de Goa en la India me ilusioné pensando que si son tantos los jóvenes rusos que viajan al exterior podría terminar por reflejarse de manera positiva en la sociedad rusa.

Al principio de la conclusión Julián Casanova aclara que, tras la disolución de la Unión Soviética, en 1991, y la consiguiente apertura de archivos, surgió una nueva generación de historiadores que rechazó los estereotipos ideológicos tanto de la historiografía oficial soviética como de la anticomunista. El autor es catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Zaragoza y profesor visitante en la Central European University de Budapest, fundada también en este año de 1991. Me digo que estaría bien que esta universidad internacional y privada tenga influencia suficiente en la capital húngara para mitigar el ambiente xenófobo del primer ministro Orban...

A lo largo del libro, el autor aprovecha de manera profusa las investigaciones de numerosos historiadores. Así la historiografía se manifiesta claramente como una actividad sumamente colectiva con historiadores remando para la misma búsqueda, pero me parece que entre sus colegas de profesión hay uno que desempeña un poco el papel de contrincante. Se trata de Richard Pipes,que se muestra bastante benévolo con el zarismo y muy crítico con los movimientos revolucionarios. Como al resto de los mortales, a los historiadores les gustarán más tener aliados que enemigos pero la existencia de un adversario de calidad debe ser también un buen aliciente para superarse. 

Por otra parte, me ha impresionado altamente el rigor que el autor impone a su desarrollo explicativo. Por ejemplo, en la página 80, al acabar de leer “lo que había anunciado Piotr Durnovó se hizo realidad: una vez puesta en marcha, la revolución se convirtió en una fuerza incontrolable que iba a barrer a quienes pretendían manipularla” el pluscuamperfecto de la expresión “había anunciado” llamó mi atención y busqué Durnovó en el índice onomástico... Por suerte estaba indicado un único pasaje anterior con la numeración de 50 y a renglón seguido pude leer en esta página: “Piotr Durnovó […] había enviado […] un informe al zar en el que le avisaba […] de que evitara una guerra con Alemania porque en caso de derrota […] la revolución social en su más extrema forma sería inevitable y Rusia caería en una irremediable anarquía”. Todo el libro es así de riguroso y debido a esta minuciosidad al llegar ante los capítulos del epílogo y de la conclusión decidí esperar el domingo para leerlos sin prisa alguna y bien concentrado.

Además del cuerpo principal del texto son muy importantes los anexos de la cronología, de los comentarios bibliográficos, del índice onomástico y del índice analítico. El primer dato de la cronología es la abolición de la servidumbre promulgada por Alejandro II el 19 de febrero de 1861. Los casi 23 millones de siervos fueron emancipados pero teniendo que pagar por el lote de tierra que iban a recibir quedaron abandonados al libre albedrío de terratenientes y burócratas. También se introducía autonomía en la administración local y se creaba un servicio militar obligatorio. Entre estas reformas legales y administrativas diseñadas para modernizar la economía estaba la creación de zemstvos, unos consejos locales elegidos por los campesinos aunque dominados por los nobles. Con este movimiento de los zemstvos emergió la figura del monárquico y liberal Príncipe Gueorgui Lvov cuyo consejo local de Tula se fue convirtiendo en uno de los más progresistas de toda Rusia con campesinos integrándose como ciudadanos y no como súbditos... El 1 de marzo de 1881 el zar Alejandro II fue víctima de una bomba colocada por el grupo terrorista Naródnaya Volia (La voluntad del pueblo) y lamentablemente los zares Alejandro III (1881-1894) y Nicolás II (1894-1917) tuvieron actitudes mucho más beligerantes contra el cambio social y el progreso democrático.

Al haberse producido la revolución a finales de febrero de 1917 (principios de marzo en el calendario gregoriano), la decisión de los gobiernos provisionales del Príncipe Lvov y de Aleksandr Kerenski de continuar la guerra, fue a todas luces un error mayúsculo. Es verdad que era difícil pasar por el trance de ser tachado de traidor a la patria y que, de haber negociado la paz con los alemanes, se hubiera tenido que ceder una cantidad ingente de territorio, pero no es menos cierto que los soldados rusos querían la paz, volver a sus casas y empezar a vivir sin dueños en las tierras. Un millón de soldados desertó de sus puestos entre marzo y octubre de 1917. Realmente la única vía para que los gobiernos provisionales salieran adelante hubiera sido firmar la paz con Alemania... También es verdad que se dio la mala suerte del intento de golpe derechista de Kornilov, pero esta intentona sólo aceleró el proceso de decadencia ya puesto en marcha. Como señaló Trotski, “el ejército que se levantó contra Kornilov fue el ejército futuro de la revolución de octubre”. Ocho meses después de su inicio el cambio político de febrero se había mudado en una revolución social que fue aprovechada al máximo por los bolcheviques que tomaron el poder los 24, 25 y 26 de octubre (6 al 8 de noviembre en el calendario gregoriano). Según Robert Sevice, los bolcheviques debieron su éxito a que entre los tres partidos socialistas eran los únicos opuestos al gobierno provisional y a la continuación de la guerra. Para Cristopher Read, “una de las virtudes más sobresalientes de Lenin fue su capacidad para ver las fuerzas subyacentes en cada una de las coyunturas políticas”. Finalmente, hubo elecciones para la asamblea constituyente que abrió su sesión el 5 enero de 1918 (calendario juliano). El día siguiente los bolcheviques ordenaron su disolución y la guardia roja evitó que los delegados entraran en el edificio. Las protestas de los socialrevolucionarios chocaron la apatía popular. Según Rex A. Wade, la población estaba políticamente cansada y la disolución de la asamblea constituyente marcó el final de la revolución. La guerra civil, que ya había empezado según autores como Read o Holquist, iba a determinar el futuro de Rusia y de sus pueblos... Al haber llegado a este punto del libro quedan por descubrir el epílogo y la conclusión, aún más interesantes si cabe que los capítulos anteriores...

En la introducción titulada Un caleidoscopio de revoluciones, Julián Casanova aclara: “Ese es el reto, fascinante y complicado a la vez, de captar y sintetizar, en apenas doscientas páginas, las decenas de miles, imprescindibles, que se han escrito por diferentes especialistas”.

No sé si el reto de doscientas páginas fue una exigencia de la editorial, pero a mí no me hubiera molestado en absoluto que el libro albergara un centenar de páginas más.

La venganza de los siervos, Rusia 1917 es un ensayo admirable para guardar en la biblioteca personal. _______________

Thierry Precioso es socio de infoLibre

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