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Librepensadores

El teatro de las vilezas

Jorge Ulanovsky Getzel

Varias son la derivaciones perversas procedentes de la convulsa escenografía política actual.

Podríamos definir como fast-info toda aquella noticia que recibimos en el registro de la proximidad. Es decir, de fácil lectura, más cerca de análisis, estudios, investigaciones, redacciones elaboradas, ensayos, novelas... Ocupan esa oferta ligera la prensa del corazón, people, y las noticias sobre acontecimientos, sucesos y escándalos.

El clima y su pronóstico es, por ejemplo, una información sobre un acontecer cotidiano. La noticia referida a sucesos, trata sobre crímenes y accidentes. Cuánto más morbosidad se supone más atractiva. Y luego está el extenso capítulo de los escándalos. Tanto sucesos como escándalos suelen ser instrumentados para justificar o ilustrar posturas ideológicas. Me detendré en este artículo a observar en particular los relacionados con la escenografía política y sus efectos perversos.

De la defensa al contraataque. El partido gobernante tiene razones favorables como para emprender una ofensiva draconiana contra sus rivales. Valorando como muy distante y definitivamente disuelta la amenaza de una posible reedición del movimiento callejero y contestatario del 15 M, y envalentonados por la eficaz (de momento) aplicación represiva del artículo 155, se sienten en condiciones óptimas para contrarrestar a todas las acciones judiciales por corrupción y financiación ilegal de su organización con una resurrección perversa del espíritu reaccionario. Como afortunadamente, gracias a la voluntad de jueces y magistrados, sigue vigente la división de poderes en España, se sienten débiles en su defensa y por ello pasan al contraataque. Escarban en el registro de los sucesos para agitar la bandera de la seguridad alimentando un visceral populismo punitivo. Que fuera del eufemismo, y el término tan confusamente manoseado por unos y otros de populismo, podríamos llamarle lisa y llanamente linchamiento tribal. ¡A por ellos! ¡A por ellos! La Cup, los catalanistas, los republicanos, el contrapoder de la prensa digital independiente, Podemos, las feministas, abortistas, los ecologistas, los objetores del crecimiento, los inmigrantes, homosexuales, trans, asociaciones por los derechos humanos, ONG, animalistas, los irreverentes, los tibios y outsiders (entre los que me sitúan y me sitúo)... Y hasta parecería que por estrategia electoral también quieren meter en la bolsa a Cs, como lo hizo el PSOE con Podemos. Todos metidos dentro de un mismo saco y a punto de atravesarlo con la lanza de la ley. ¡Es la ley! ¡Es la ley! Estribillo cacofónico que repiten a coro. Cuando por ley entienden su dogma. Sin permitir ni opinar sobre la posibilidad de cuestionar una ley por injusta. Como el shérif de las películas de un pueblo del lejano oeste, que es en realidad un bandido contratado por el dueño de la mina, la estancia principal, el ganado, el banco, el casino y el bar. Se atribuyen la propiedad del estado. Llegan a la desfachatez de decir que la propuesta de gastos sociales de Podemos sólo podría ser asumida por un millonario. Como si el poder no estuviera en manos de millonarios que ganan cada vez más.

Menefreghismo. Otro efecto perverso que se produce con el seguimiento de los juicios que revelan escandalosos casos de corrupción es el hecho de que mucha gente adopta una actitud sino de indiferencia, de hastío y simple repugnancia. A falta del atractivo morboso de los sucesos, son noticias que provocan consternación, perplejidad y sentimiento de impotencia. Se cae en el “ya se sabe”, “son todos así”, “todo está podrido”, lo que como resultado final muy probablemente engrosará el número de abstenciones en próximas elecciones. Sumándose también el menefreghismo de los que optan por el “y a mí qué”, “sálvese quien pueda”. También en la decisión por la abstención pueda ocurrir que vaya creándose una corriente de partidarios de la desobediencia civil con lo que llegaríamos a encontrarnos con una polarización principal entre una mayoría de electores ultra conservadores por un lado y abstencionistas por otro.

Peter Brook regresa a casa con 'The prisoner'

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Exageración estética. Así justificó Artur Mas la puesta en escena de la declaración de Cataluña como República independiente. Y muchos independentistas la caracterizan como acto simbólico. Este curioso referente estético simbólico puede asociarse al uso de un tópico que se ha incorporado masivamente al léxico político periodístico y que es la palabra relato. Ignoro cuánto tiempo hará de ello y quien o quienes lo habrán introducido. Desde un fundamento teórico podría obedecer a varios paradigmas. Los estructuralistas lo definirían como discurso, Paul Ricoeur como récit, el segundo Wittgenstein lo integraría en su pragmática. Puede también ser el relato interpretado como recurso retórico. Y por articulación directa asociarlo a la narrativa en general. Lo interesante es observar este reconocimiento epistemológico de atribuirle al pensamiento político el carácter de una ficción, que no ficticio, pero no exacto ni directamente real, sino algo que se puede contrastar. Al inglés se traduce como story, es decir cuento, fábula, y nuestro diccionario abunda en este sentido de cuento o narración literaria. De allí estético, simbólico y narrativo.

Contrastar y “exagerar”. Es aquí donde se presenta el peligro de otra deriva perversa: la exageración. Con la exaltación de símbolos patrios se configura la iconografía propagandística de los regímenes totalitarios. Observamos en la actualidad una tendencia a la creación de formas de identificación excluyentes y narcisistas, arropadas con signos fanáticos de nacionalismos, con banderas, himnos y odios. No podemos acusar como responsable de todos nuestros males al liberalismo. A nuestros gobernantes, por civismo, por estética y por higiene, no les vendría mal darse un baño de socialliberalismo. Para quitarse del cuerpo tanta obstinada prepotencia y arrogancia.

Jorge Ulanovsky Getzel es socio de infoLibre

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