La portada de mañana
Ver
Cinco reflexiones cruciales para la democracia a las que invita la carta de Sánchez (más allá del ruido)

Librepensadores

Amor y educación

Librepensadores nueva.

Antonio García Gómez

Amor y pedagogía, repasando a Miguel de Unamuno. Educación y amor para que triunfe la ilusión por aprender, por formar y por formarse, según decía Javier Sampedro, aquel hombre bueno y humilde que se nos fue hace ya, o eso parece, una eternidad.

“Sólo los desheredados de la tierra creen todavía en la bondad”. Juan José Millás.

En un tiempo, como el actual, donde la maldad intrínseca parece haberse apoderado del instinto de odiar también quiere abrirse paso entre nuestros jóvenes, niños, adolescentes, futuros adultos, amenazados de adoctrinamientos solapados, invocando ciertas libertades infectas ya de origen, de insolidaridad manifiesta, del viejo mantra del “sálvese quien pueda”, en nombre de la libertad de quienes más tienen y más pueden, en nombre de ese “pin parental” que sólo busca ocultar la desigualdad, en nombre, habiéndose apoderado, al menos intentándolo, de la educación, reconvertida en una carrera de obstáculos, en la que algunos tienen todas las ventajas y el resto ha de conformarse en pelear por la titulitis en condiciones mucho peores.

Donde sólo vale la proliferación de exámenes que afiancen esa desigualdad que ha de conservarse como pueda, sobre todo para los intereses de los barandas que quieren seguir dominando el “cortijo”.

He recordado algunas palabras de Gabriela Mistral, nacida un abril de 1889, en Chile, poeta, diplomática, profesora y pedagoga, primera mujer premio Nobel de Literatura, que había dejado escrito: “La enseñanza es poesía. Quien ha hecho clase lo sabe, sabe que la hermosura es el aliado más ideal… ésta, la escuela, es, sobre todo, el reino de la belleza. El reino de la poesía. Hasta el que no ame cantar, aquí está cantando sin saberlo”.

Y yo recuerdo, tras mis cuarenta años de docencia, recordando cada vez que nos salíamos del aprendizaje libresco, del currículo encorsetado, cómo los alumnos/as se sentían tan libres, tan fecundos, tan felices, tan decididos a abrazar un poema, una ilusión, un sueño… sin necesidad de atarse a “la nota” que los calificara…

En un mundo de rivalidad, odio y desigualdad.

Ahora que se está celebrando el juicio en EEUU sobre el asesinato de George Floyd, aquel negro que murió asfixiado bajo la rodilla de un policía que cumplía cierto protocolo, durante más de ocho minutos, mientras que el hombre moría y susurraba: “Voy a morir… no soy un mal tipo”, y el protocolo siguió cumpliéndose… he recordado lo que ha dejado escrito Juan José Millás: “La rodilla aguantó porque era la rodilla del sistema, la rodilla de Dios, en cierto modo, aunque perteneciera a un individuo concreto. De ahí su crueldad. El sistema no escucha, lo hemos visto en la facilidad con la que se dispara a los negros o se ignora a los pobres”.

Y, sin embargo aún queda esperanza, cuando en un pequeño islote de Puerto Rico, tras un huracán que dejó más de 3.000 muertos y una devastación espantosa, unas comunidades de macacos respondieron con mayor moralidad e inteligencia natural que lo que lo estamos haciendo los seres humanos, por mucho que hayamos decidido adjetivar a “la inteligencia con aquello tan abstracto de emocional”.

“Los macacos dan lecciones tras una catástrofe: macacos de Puerto Rico comparten los recursos y amplían su círculo social para afrontar los efectos de un huracán”. Exactamente lo contrario de lo que muchos individuos de nuestra especie están intentando afianzar en un mundo de miedo, atrincheramiento, odio y aporofobia, empeñados en sobrevivir a solas, en España ya ha crecido un 6%, en este año pasado, la soledad de los mayores.

¿Pero parece que seguiremos abocados a no seguir el ejemplo de los macacos?

A merced del implacable sistema, de indecencia y el desparpajo de algunos líderes y lideresas que se mueven mejor en la confrontación y, desde luego, en la desigualdad.

Antonio García Gómez es socio de infoLibre

Más sobre este tema
stats