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¿A quién quieres convencer?

Fernando Pérez Martínez

En principio, debiera ser ilegal extorsionar con argumentos más o menos falaces a quienes son felices votando lo que votan sea, favorable o nocivo a sus propios intereses.

El conocimiento que se tiene de los objetivos que persiguen los partidos políticos, parasitados por la presión de los think tanks, al servicio de intereses nada democráticos y sí comerciales o de influencia en los círculos de poder, que sobornan las voluntades de sus representantes, es muy difícil de identificar en los discursos premeditadamente ambiguos que sirven para nadar y guardar la ropa.

Hablando claro, no hay derechas ni izquierdas en lo que se refiere a las preferencias sobre el bienestar humano. A preguntas directas como ¿quiere usted que la Justicia sea ciega, imparcial y rápida? ¿prefiere usted una atención sanitaria eficaz y suficiente? Las respuestas de la ciudadanía no se articularían en torno a preferencias de derechas o de izquierdas. ¿Por qué entonces cuando se inicia una campaña electoral se supone que claramente los españoles elegirían cosas diferentes, cuando sabemos que no es verdad?

En esta campaña que padecemos en Madrid para las elecciones del 4 de mayo, se trata de elegir la persona que mejor gestione los recursos de la comunidad, atendiendo prioridades y repartiendo los limitados caudales atendiendo a criterios sociales y de justicia. Sin embargo las personas que encarnan las candidaturas se nos aparecen cada día con un ramillete de temas como el control de fronteras, la igualdad de derechos, la abolición de espectáculos taurinos o la caza, amenazas a candidatos, ocultación de cifras de muerte que su deshumanizada concepción política reporta, algaradas en mítines, insultos, injurias… Que nada tendrán que ver con la gestión futura de los haberes de la Comunidad de Madrid y el bienestar de su ciudadanía.

Hay partidos que, al no tener nada que decir de los aspectos proactivos, lógicamente se centran en el envilecimiento de la campaña con el sencillo recurso de la burla, el insulto, el infundio y la polémica que se suscita en torno a sus “iniciativas” sean balas, esquizofrenia o reyertas.

Los medios de comunicación secundan estas líneas de actuación que se avienen como un guante a su concepto de la televisión circo, regida por la máxima heroica: el espectáculo debe continuar.

El pueblo al que los partidos pretenden captar la atención y simpatía se deja acorralar entre el morbo y la anécdota, prestándose según apuntan los medios a cualquier charada que le proporcione su dosis de jabón convenientemente extendida por el lomo.

Pero nada de esto es cierto, como dijo M. Rajoy, salvo alguna cosa. En todo colectivo se puede encontrar delicadeza y grosería, inteligencia y torpeza, zafiedad y lirismo. Sólo es necesario tomar la parte por el todo, como practican los medios de comunicación depurados por el capital que se los compró. Los españoles no son lo que se desprende de la prensa, un conjunto maleable traído y llevado al capricho de los dueños del cuasi monopolio del espectro televisivo en particular y mediático en general. La distorsión que reflejan a diario todas las baterías de medios de comunicación, que no comunican, sino que manipulan y deforman, nos inducen esa sensación frustrante de hartazgo y lío, característica de los finales de campaña. Cada candidato se reúne con sus votantes y les repite sus eslóganes que son jaleados y aplaudidos a un costo elevadísimo de bisutería electoral si tenemos en cuenta que no añaden ni un solo voto. A quién quieren convencer.

¿Esta es la gente más preparada que los partidos nos pueden ofrecer? ¿Esto es todo lo que podemos esperar de nuestros mejores cerebros? ¿Es esto lo que damos de sí? ¡Pues no!

Fernando Pérez Martínez es socio de infoLibre

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