Discapacidad visual

Ábrete, libro

Lector óptico para personas con discapacidad visual.

Los libros son para quienes quieren leer. O se ven forzados a hacerlo. Los libros son también para quienes pueden leer, para aquellos que están en condiciones físicas de hacerlo. ¿Una obviedad?

En el último barómetro de hábitos de lectura realizado por la Federación de Gremios de Editores de España (2013), el 10% de los no lectores (que era el 40,9% de la población) aducían para no leer motivos de salud y vista, y el porcentaje subía conforme aumentaba la edad de los encuestados, hasta llegar entre los mayores de 65 años al 28,9% de quienes no leen.

Vale, los audiolibros podrían solventar el problema a personas con determinados tipos de discapacidad, pero sólo un 4,7% de las editoriales que además del papel editan en otros soportes, apuestan por ese formato, que representa el 0,1% de la facturación de libros en otros soportes (unos 210.000 euros).

Es sabido que la ONCE cubre una parte de la demanda a través de su Servicio Bibliográfico (SBO). "Trabajamos en todos los soportes que permitan que un libro sea accesible para personas ciegas, ya sean totales o con una discapacidad visual grave", dice Gracia Santiago, directora técnica. El SBO transcribe en braille y graba en audio todo tipo de documentos, desde novela, poesía o teatro hasta libros educativos e incluso apuntes. También adapta en relieve cuentos infantiles, mapas, planos, dibujos, etc. "Atendemos con prioridad absoluta toda la demanda educativa y laboral, ajustando permanentemente los procesos y procedimientos, para conseguir dar respuesta a las necesidades de nuestros usuarios en el menor tiempo posible".

Ellos sí, pero el sector editorial ¿hace todo lo que puede y debe para avanzar en eso que algunos llaman "edición inclusiva"?

Una enmienda a la totalidad

"Debemos hablar más bien de 'publicación inclusiva' o de 'libro inclusivo", me corrige Jaume Balmes, especialista en innovación y desarrollo editorial.

La idea es simple: entendemos que el libro, como objeto físico (impreso y encuadernado), ofrece acceso limitado a personas que no tienen algunas capacidades o funcionalidades básicas, como, obviamente, la vista. Además, "existen otro tipo de capacidades de carácter cognitivo que limitan la interpretación de la obra, pero requiere de otro tipo de trabajo editorial de versionado. Es algo equivalente a las ediciones de vocabulario reducido para aprender una lengua extranjera". Por ello, hablamos de la puesta en circulación de "productos editoriales que puedan ser interpretados por el máximo de personas sea cual sea su capacidad o sea cual sea el estado de sus funcionalidades básicas".

Explica Balmes que la tecnología necesaria existe desde hace décadas, lo que falta es cambiar la mentalidad de los responsables de productos editoriales. "Hasta hace poco, cuando el único producto editorial era el libro impreso y encuadernado, las limitaciones eran mayores y las soluciones muy caras, de forma que comercialmente era inviable asistir a esos colectivos. En estos casos las administraciones, mediante las asociaciones de esos colectivos, se encargaba de crear esos productos accesibles. Actualmente, con los formatos digitales, eso no es necesario ya que si seguimos los estándares de una forma profesional, se cumplen todos los requisitos de accesibilidad".

Es, insiste, una cuestión de "desidia, desconocimiento y falta de profesionalidad. Ojo –añade–, estos formatos se están produciendo y vendiendo, solo que sin cumplir los requisitos que los organismos y consorcios reguladores establecen".

Dos casos

Una de esas asociaciones a las que Balmes se refiere es, sin duda, la ONCE. "Trabajamos en una nueva versión informática para la transcripción de libros a braille y, por otra parte, contamos con una aplicación telefónica, una popular app llamada GOLD (Gestor ONCE de Libros Digitales) que permite a las personas ciegas acceder a la Biblioteca Digital ONCE, con más de 51.000 títulos y bajárselos (con una clave de seguridad) en el formato que prefieran: braille en papel; lectura con una línea braille; sonido leído por síntesis de voz o por un lector", explica Gracia Santiago.

Son años de experiencia: en los 60 del siglo pasado empezaron a trabajar en el "libro hablado", libros grabados en cintas; en 1996, se integraron en el consorcio Daisy y dieron el paso hacia el audio digital, "mucho más eficiente y rápido para acceder a todos los elementos del libro, como epígrafes, notas, frases, páginas...". Porque el "libro Daisy" es más que un audiolibro: "es una tecnología diseñada por y para las personas con discapacidad para acceder a la lectura, habida cuenta de las limitaciones de navegación que ofrecen los audiolibros comerciales. Permite además moverse dentro de los archivos de audio a distintos niveles, o ir a una página determinada, añadir marcas de lectura al libro, hacer uso del índice del libro, etc."

Otro ámbito al que le suponemos un interés en estos desarrollos es el de los Editores de Libros y Material de Enseñanza. De hecho, su Asociación Nacional (ANELE) tiene un acuerdo con el Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad (CERMI) para analizar y evaluar los contenidos digitales de las editoriales que a ella pertenecen.

Sin embargo, de las palabras de su presidente, José Moyano, no se deduce que los trabajos vayan por buen ritmo. "Desde hace años hemos estado trabajando con organizaciones de personas que tienen alguna discapacidad para adaptar los contenidos editoriales para que puedan ser usados por ellos. No es una tarea sencilla", afirma, si bien "las nuevas tecnologías nos han permitido avanzar en ello, ya que ofrecen posibilidades que antes no teníamos".

Poca concreción, pues, aunque es evidente que les interesa poner en valor todas las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías. "En muchas ocasiones necesitamos de la colaboración de organizaciones, entidades y empresas que trabajan tanto con personas con discapacidad como en los ámbitos tecnológicos para conocer las necesidades, disponer de las herramientas, etcétera que nos permitan desarrollar contenidos que se adapten a sus necesidades".

Sea como fuere, las iniciativas internacionales para facilitar la lectura a las personas con discapacidad se multiplican, y no sólo a nivel tecnológico. Así, Santiago se felicita porque "el Parlamento Europeo acaba de dar un paso de gigante para que la UE ratifique el Tratado de Marrakech y casi 300 millones de personas ciegas de todo el mundo puedan intercambiar libros accesibles".

El acuerdo permite que las personas ciegas o con otra discapacidad puedan intercambiar libros sin estar sometidas a los diversos sistemas de derechos de autor. Pero, en principio "no supone un cambio en la manera de hacer accesibles los libros". Su artículo 7 habla de obligaciones relativas a medidas tecnológicas "pero tiene más que ver con una especie de 'candado digital" que las editoriales quieren establecer para evitar que estos libros digitales accesibles, pensados para personas ciegas o con discapacidad muy severas que dificultan la lectura, puedan tener otros usos. De hecho este artículo va más allá y asegura que debería ser legal que esas personas puedan eludir y superar las medidas tecnológicas se seguridad para tener acceso a los libros".

Mientras tanto, por estos lares

El imposible padre perfecto

El imposible padre perfecto

"Hace unos pocos años nació la Asociación Española de Edición Digital #ebookspain, justamente con el cometido de evangelizar el sector editorial –asegura Jaume Balmes–. "Tras unas cuantas actividades a las que dedicamos muchos esfuerzos, la asociación entró en un letargo del que más tarde que pronto resurgirá".

Pocas editoriales hacen algo, si bien hay algunas grandes que empiezan a redefinir sus flujos de trabajo para poder asumir ese cambio de chip. "Hay alguna excepción en el sector de las publicaciones científicas (mayoritariamente farmacéuticas y médicas), con repositorios centralizados y estandarizados, pero en general la adopción de estándares en España es inexistente".

El caso es que, con nosotros o sin nosotros, el proceso es imparable. Y necesario. "Ayudará a todos, todos nos haremos viejos y veremos peor; a los que ya tienen alguna disfunción o discapacidad, a las arcas del estado que no tiene por qué pagar ediciones adaptadas y por lo tanto dedicar esos recursos a otros servicios", afirma Balmes. Pero es que, además, ahí hay negocio, "los editores expandirán su mercado y facilitarán su consumo. En realidad –concluye– ayudará a todos menos a los que viven de predicar el apocalipsis editorial, a esos les irá bastante peor, poco a poco se van quedando sin argumentos y se les ve el plumero".

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