Documentales

'El pacto de Adriana': "Mi tía trabajó para la policía secreta de Pinochet"

Adriana Rivas (i) y Lissette Orozco (d).

"Todas las familias tienen secretos". Y la de la cineasta chilena Lissette Orozco (Santiago, 1987) no es la excepción. Desde pequeña, las visitas de su tía Adriana desde Australia revolucionaban su ambiente: ella era independiente, tenía carácter, conocía el mundo... Y se convirtió en su ídola. Hasta que un día, durante una visita a Chile, Adriana Rivas fue arrestada en el aeropuerto por cargos de secuestro, tortura y asesinato. Orozco descubrió entonces que su tía no sólo trabajó en la Fuerza Aérea como se decía en su familia. También perteneció a la policía secreta del dictador Augusto Pinochet.

Ocurrió en 2007, cuando Lissette Orozco tenía apenas diecinueve años y empezaba a estudiar cine. Siguiendo su intuición, tomó una cámara y empezó a grabar con la idea de limpiar el nombre de su tía. El resultado es El pacto de Adriana(2017), el documental autobiográfico galardonado con el Premio de la Paz del Festival Internacional de Cine de Berlín (Berlinale) y el Premio Especial del Jurado al mejor documental en el Festival de La Habana, entre muchos otros a lo largo América y Europa. "Es un documental donde yo transito por querer ayudarla, después por la duda, después por un conflicto ético y conflicto moral... Y finalmente después de un proceso de cinco años tuve que tomar la decisión de cerrar un proceso y tener una postura frente a la vida", explica la cineasta a infoLibre, en una de las salas de Casa América, donde presenta su obra.

Orozco graba conversaciones por Skype con su tía, que ha escapado de la justicia chilena y se refugia en Australia. Y registra también charlas con su familia y con otros acusados. Ante los ojos del espectador, una película que iba a centrarse en limpiar a Adriana Rivas termina siendo protagonizada por la propia cineasta, que debe enfrentarse al pacto de silencio que existe en la Historia de su nación y en cada familia chilena: ¿qué pasó durante los años de la dictadura? "Antes de hacer la película no dimensionaba en el país que estaba. Y después de terminarla me doy cuenta de que vivo en un país que tiene mucha amnesia con su historia. Un país que le gusta renegar de ella, un país que no le gusta tener memoria", explica Orozco.

Este lunes, dando una conferencia en Madrid, fue increpada por una anciana: "Le pido por favor que en su próxima película deje el pasado y empiece a mirar el futuro". A ella, el comentario le recuerda a las reacciones de su familia –de convicción pinochetista– durante la realización del largometraje. "Le respondí muy honesta porque sentía que sí es importante recordar. Porque si no recordamos, repetimos la historia. Y eso es peligroso. Yo claro que quiero mirar al futuro, pero haciéndome cargo de que existió un pasado. No echando tierra al problema. Personas como ella vi en mi familia", cuenta.

"En todos los países que han tenido dictaduras o guerras se identifican" con El pacto de Adriana, asegura la cineasta. Y España no es la excepción. "Aquí en España pasa lo mismo que en Chile pero aquí es mucho más grave: aquí sí que no se habla nada. El estar silenciado el problema es fuerte, porque es como estar renegando la  propia historia. Y lo que está pasando con Franco… ¿Por qué va a tener un mausoleo? En Chile, por suerte, Pinochet no lo tiene. Pero Pinochet murió calentito en su casa y no pasó nada. Y su familia sigue rica por todo lo que se robó", comenta.

 

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Quienes ven la película pensando que la cineasta rehabilitará la imagen de su tía –la cual se encuentra acorralada en Australia por un grupo de manifestantes y por las amenazas de extradición–, se equivocan. Pero aquellos que esperan que Adriana Rivas termine por confesar lo que hizo mientras trabajaba en la DINA como secretaria de Manuel Contreras, la mano derecha del dictador, tampoco encontrarán lo que buscan. 

Al tiempo que El pacto de Adriana se proyecta en Casa América en Madrid, del 12 de septiembre al 3 de octubre, Rivas permanece fugada de la Justicia chilena. Su sobrina cree que no confesará y que "morirá con las botas puestas". "En algún momento, a sus 19 años, (mi tía) entró en una institución donde le dijeron: ‘nosotros somos los buenos ellos son los malos’. La convencieron de tal forma que esa delgada línea entre el bien y el mal cada vez fue más delgada. Y ella se hizo difusa en algún momento. Puede que a su edad me hubiera pasado lo mismo, no lo sé", reflexiona.

"La película tiene un final porque yo cerré mi proceso personal. Yo dije: 'Hasta aquí llega mi relación con mi tía'. Y sin embargo, no es el final que todos esperábamos: que ella enfrente la justicia". Se enfrentó con una parte de su familia, que ahora no la saluda al verla, pero Orozco asegura que "se mantuvo fiel a sí misma". La cineasta Lissette Orozco no habla con su tía desde que le mostró la obra. Y no sabe si alguna vez lo volverá a hacer. 

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