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EEUU abre su Embajada en Jerusalén en medio de un baño de sangre en Gaza

Donald Trump, pronuncia un discurso por videoconferencia durante la ceremonia de inauguración de la embajada estadounidense en Jerusalén.

Donald Trump se comprometió en diciembre de 2017, cuando reconoció unilateralmente a Jerusalén como capital de Israel. El traslado de la Embajada de Estados Unidos a la ciudad tres veces santa se llevaba a cabo, oficialmente, este 14 de mayo. Sin embargo, este lunes sólo estaban disponibles algunos de los despachos, antes en Tel Aviv, entre ellos el del embajador estadounidense en Israel, David Friedman. El proceso de traslado definitivo de la Embajada a la nueva sede, que tendrá un coste estimado superior al medio millón de dólares (alrededor de 420.000 euros), no se prevé que concluya antes de un año. Pero esta primera etapa, que coincide con las celebraciones del 70º aniversario del Estado hebreo, se ha presentado como el símbolo de una victoria diplomática fundamental para los israelíes, en medio de intensas protestas palestinas, que arrojan un saldo provisional, en el momento de escribir estas líneas, de al menos 53 palestinos muertos y más de 2.000 heridos.

Además del primer ministro, Benjamin Netanyahou, y del presidente de Israël, Reuven Rivlin, el Gobierno en pleno así como numerosos responsables políticos, entre ellos miembros de la oposición, estaban invitados a la ceremonia inaugural. El traslado de la Embajada norteamericana goza de un amplio consenso en el seno de la clase política israelí, tal y como lo demuestra el hecho de que Ayelet Nahmias-Verbin, diputada de la Union Sionista (alianza de centro-izquierda entre laboristas y el partido centrista del exministro de Asuntos Extranjeros, Tzipi Livni), haya mostrado su indignación al conocerse que no estaban invitados todos los diputados. “Se trata de un momento especial en la historia y sería bueno para todos [poder compartir] la emoción [que supone]”, escribía en su cuenta de Twitter.

Sólo la formación Meretz se mostraba en contra. “Para que el traslado de la Embajada norteamericana tenga sentido, habría hecho falta un acuerdo bilateral relativo al estatus y a las fronteras de Jerusalén y no es el caso”, lamentaba Laura Wharton, representante de izquierdas en la corporación municipal de la ciudad. También subrayaba que se trata de “una especie de ficción porque en realidad el embajador sólo se desplazará a Jerusalén varios días a la semana”. Del mismo modo, la diputada mostraba su preocupación por que la inauguración se hubiese mantenido a pesar de la situación geopolítica, especialmente agitada, del momento. “La temperatura sube en nuestra frontera en el norte del país [con Irán, tras la retirada de Estados Unidos del acuerdo sobre lo nuclear]. Y todo el mundo sabe que cualquier decisión o declaración relativa a Jerusalén puede suponer muchas fricciones. No creo que sea el momento de empezar a echar leña al fuego”.

Por parte norteamericana, el presidente de Estados Unidos había dejado oír en varias ocasiones en los últimos meses que podría asistir a la ceremonia, aunque finalmente envió en su nombre a su hija Ivanka, a su yerno y al asesor especial para Oriente Medio, Jared Kushner, así como al número dos de la diplomacia norteamericana, John Sullivan. El secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, y el enviado especial de la Casa Blanca para Oriente Medio, Jason Greenblatt, también acudieron, así como una importante delegación de miembros del Congreso americano, republicanos y demócratas.

La víspera de la inauguración, el domingo 13 de mayo, había tenido lugar una recepción organizada por el ministro de Exteriores israelí para celebrar el traslado de la Embajada norteamericana, pero también la de Guatemala, prevista para este miércoles 16. Un acto al que también estaba prevista la asistencia de varios responsables americanos y del presidente de Guatemala, Jimmy Morales.

"Una decisión ilegal"

Por su parte, el número dos de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), Saeb Erekat, instó a los mandatarios extranjeros presentes en Israel a boicotear la inauguración de la nueva Embajada “a menos que se ofrezca legitimidad a una decisión ilegal y a las políticas continuadas de ocupación, de colonización y de anexión por parte de Israel”. “Washington sigue adelante con la política de fomentar la anarquía internacional y con el desprecio de las organizaciones y del derecho internacional”, denunciaba.

Tras conocerse el anuncio de Donald Trump, en diciembre pasado, Emmanuel Macron denunció una “decisión lamentable que Francia no aprueba”. Ni el embajador de Francia en Tel Aviv ni el cónsul general de Francia en Jerusalén han participado en los actos.

En opinión de los palestinos, la celebración con grandes fastos del traslado de la Embajada supone una “provocación”. “Dicho traslado, que es la extensión del reconocimiento de Jerusalén por parte de Estados Unidos como capital de Israel, legitima las desigualdades políticas, sociales y económicas que existen entre el oeste y el este de la ciudad [...]. Se trata de un insulto al Gobierno y al pueblo palestino”, apuntaba Betty Herschman, de la ONG Ir Amim, que aboga por hacer de Jerusalén “una ciudad más equitativa” para israelíes y palestinos. En respuesta, el ministro de Trabajo de la Autoridad Palestina, Ahmad Majdalani, había anunciado una “enorme [y] popular jornada de protesta en todas partes”.

Tras las declaraciones de Trump en diciembre de 2017, la Autoridad Palestina suspendía relaciones diplomáticas con la Casa Blanca. Un sondeo publicado a comienzos de abril por el instituto Palestinian Center for Policy ponía de manifiesto que una aplastante mayoría de palestinos (el 65%) se opone a reanudar las relaciones con la Administración norteamericana, al sospechar que es partidaria de Israel y cuestionan la capacidad de actuar como intermediario de confianza en las negociaciones de paz entre los dos partidos. Según el mismo sondeo, el 48% de los palestinos encuestados estarían a favor de una vuelta a la lucha armada.

“Este traslado llega en un momento muy peligroso”, precisa Betty Herschman. Se produce “un día después de la jornada de Jerusalén en que se conmemora la reunificación de la ciudad [tras la guerra de 1967] y en la que se da una importante demostración de nacionalismo, con un desfile de banderas israelíes que pasan por el barrio musulmán en la ciudad vieja, y antes del Nakba day” [que conmemora la huida o la expulsión de más de 700.000 palestinos en la guerra de 1948 y el comienzo del ramadán].

Una zona ocupada

La ubicación provisional elegida para la Embajada, en un grupo de edificios que ya alberga operaciones consulares americanas, también es fuente de polémica. Se sitúa en el barrio de Arnona, próximo a Jerusalén Oriental, al sur de la ciudad. Una zona conquistada por Israel durante la guerra de 1967 y que Naciones Unidas sigue considerando ocupada.

Tras el anuncio de Donald Trump, en diciembre, el ministro de Defensa israelí, Avigdor Liberman, alertaba del “precio” que se habría de pagar. Conscientes del carácter explosivo del hecho, las autoridades habían desplegado un importante dispositivo de seguridad en las inmediaciones de la Embajada. Hace dos semanas que se habían movilizado patrullas y se habían instalado cámaras de vigilancia adicionales en el sector. Según un portavoz de la Policía de Jerusalén, Micky Rosenfeld, la vigilancia se concentraba, sobre todo, en dirección a los barrios árabes vecinos de Jabel Mukaber y Sur Baher, separados por una distancia de apenas tres kilómetros.

En respuesta a las exigencias del protocolo de seguridad del departamento de Estado americano y para garantizar al máximo la seguridad de la Embajada, el ministro de Finanzas israelí otorgaba una derogación especial con la autorización para construir un muro cuatro metros en torno al edificio. También se ha horadado una carretera en el lateral del complejo para facilitar la evacuación urgente del embajador en caso de necesidad. Trabajos por los que varios residentes israelíes se han quejado. Un grupo de ellos recurrían el pasado 6 de mayo al Tribunal Supremo para oponerse a estas labores.

El anuncio de Donald Trump de diciembre ya hacía temer el comienzo de un nuevo ciclo de violencia. Se convocaron jornadas de protestas y estallaron los enfrentamientos con el Ejército israelí, lo que llevó a las fuerzas de seguridad palestinas a cortar la carretera a los manifestantes para limitar la asistencia. “Queremos mantener la calma y la estabilidad [...]. No tenemos ningún interés en retomar la destrucción de la segunda Intifada”, aseguraba un responsable de seguridad palestino en The Jerusalem Post a principios de esta semana. Hasta que, este lunes, el Ejército israelí abatía a tiros a al menos 53 manifestantes que se dirigían a la frontera. _____________

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Traducción: Mariola Moreno

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