Los libros

El cuerpo pasivo

Portada del libro.

Lola López Mondéjar

La vegetarianaHan KangTraducción de Sunme YoonLa vegetariana

:Rata_

Barcelona2017

Premio Man Booker Internacional 2016, nueve años después de su publicación en Corea del Sur, la novela de Han Kang es una propuesta controvertida e interesante.

Interesante porque se trata de la historia de una mujer joven y aparentemente insustancial, Yeonghye, hasta que toma la decisión de dejar de comer carne. Una decisión que la llevará progresivamente a la pasividad frente a los otros y frente al mundo, y a una conducta autodestructiva vinculada a un deseo de unión con los árboles y la naturaleza, de disolverse y hacerse una con la tierra.

El interés de la historia es innegable. Bien llevada a través de tres voces –la del marido, el cuñado y la hermana de la protagonista–, estas cuentan desde sus distintas perspectiva episodios muy bien elegidos, que avanzan en el tiempo y muestran la voluntad inquebrantable y autodestructiva de Yeonghye. La insensibilidad del padre y del marido, la sensualidad que despierta en el cuñado, videoartista, y la personalidad protectora e hiperadaptada de la hermana sirven de contrapunto al silencio incomprendido de la vegetariana, que es interpretada por otros, como les ha sucedido en la historia de la humanidad a las mujeres.

La prosa es hábil y la traducción –que se me antojó torpe en las primeras páginas, sin que pueda afirmar, obviamente, si se trata de la labor del traductor o de balbuceos del arranque mismo de la novela— se llena de fluidez y soltura muy pronto, ajustando su ritmo al relato.

¿Por qué he afirmado que se trata, entonces, de una novela controvertida?

Intentaré explicarlo.

Los editores han adjuntado al final de la obra una entrevista con la autora en la que se cuenta la mala recepción de La vegetariana en su país. Los críticos la pulverizaron, pero el olfato de Sunme Yoon, su traductora, la rescató para nuestro idioma, y la editorial la compró antes incluso de que ganara el Man Booker. Un acierto, sin duda de :Rata_  y de Sunme Yoon.

En algunas entrevistas  que la autora ofreció en Barcelona para presentar su obra, afirmó que: "Lo interesante es que muchos la ven muy débil [a la protagonista], pero yo la escribí como una mujer fuerte y valiente". La vegetariana, continúa, es una mujer que se separa de la comunidad humana, de la violencia y del canibalismo. Lo hace porque tiene sueños violentos, sus sueños son casi lo único que rompe el silencio de Yeonghye, y cree que podrá dejar de tener esos sueños si deja de comer carne y, finalmente, de comer. La novela, se nos dice, es un canto a la no violencia y, sin embargo, la violencia que ejerce sobre su propio cuerpo Yeonghye es extrema y letal.

Quiero dejar dicho que la historia me ha fascinado, que la autodestrucción de un ser humano en pro de un ideal, aquí la fusión con la naturaleza, es un acto de heroísmo que nos reconforta y nos inquieta, que perturba –como perturba a su hermana, cuya vida adaptada empieza a parecerle vacía—, pero que hay que someter a una revisión crítica.

La inadaptación al mundo de Yeonghye es extrema, desde niña sufrió los arrebatos de ira del padre, que seguirá ejerciendo su violencia contra ella al conocer su decisión, pero, tal y como sucede con tantas protagonistas mujeres a lo largo de la historia y de la literatura, su respuesta es una agresión sistemática contra sí misma que, además, atrae a ciertos hombres. El cuñado, fascinado por la personalidad que Yeonghye ha adquirido a sus ojos después de tomar su decisión de no comer carne, casi de no hablar, experimenta algo especialmente interesante:

 

Entonces él se dio cuenta de qué era lo que le había impactado tanto cuando ella se tendió sobre la sábana al principio. Era un cuerpo exento de deseo y paradójicamente era también el bello cuerpo de una mujer joven (pág. 110).

El cuerpo sin deseo de Yeonghye se presta a sus manipulaciones artísticas hasta límites pornográficos en una sesión de videoarte, en la que un colega varón rechaza participar cuando el artista le propone penetrar a Yeonghye mientras son filmados; lo rechaza porque él sí tiene subjetividad, sí tiene deseo, tiene vida y límites, y el cuerpo de Yeonghye no los tiene.

El cuerpo de Yeonghye es una zoé sin bios, en el sentido que le da GiorgioAgamben al término; un cuerpo desnudo, sin proyecto, donde el deseo está ausente, que es fascinante para los hombres en la vieja tradición oriental que ya nos mostrara Kawabata, y en la occidental que ejemplificaron García Márquez y Neruda en sus vidas y en sus obras.

A los mujeres les ha fascinado la novela, afirma su autora, porque comprenden mejor los sentimientos de la protagonista. Y los comprenden porque ese cuerpo despojado de deseo es la representación del cuerpo ancestral femenino. La belleza de la pasividad que fue cantada por los poetas, deseada por los hombres, admirada en el arte: el cuerpo pasivo de la mujer expuesto a los ojos y a los deseos de los hombres.

El único deseo de Yeonghye es un deseo de fusión vegetal que, nos parece, se lo imprime su cuñado cuando pinta sobre su piel desnuda flores de colores y ella deja esa noche de tener pesadillas violentas. Una metáfora de la plasticidad de las mujeres, abiertas a la heterodesignación, que nos recuerda la película de Peter GrenewayThe pillow book (1996), sobre las sutiles marcas infantiles del deseo.

Si Yeonghye, estimulada por la energía de sus sueños violentos, hubiese adquirido una aguda conciencia ecológica y luchase por conseguir un mundo que contemplara un mayor equilibrio con la naturaleza, seguramente el interés de la novela hubiese sido menor. Como lo sería si el tema central fuese la crisis de identidad de su hermana, con el perfil del eterno femenino: cuidadora, discreta, esposa fiel y madre y hermana amantísima. Pero la actividad de la mujer no es demasiado interesante para la épica… si no es autodestructiva; a pesar de que Hollywood haya puesto de moda los biopic, las biografías de mujeres valiosas y combativas, la representación de la mujer hegemónica sigue siendo casi siempre la mujer psicopatologizada (recordemos a bote pronto las películas: Herida, Magical girl, Locas de alegría).

La representación de la mujer como enferma (en La vegetariana, Yeonghye es internada finalmente en un hospital psiquiátrico como aquejada de anorexia; su rebeldía se medicaliza como sucedió con la rebeldía de las histéricas del XIX), es grata al imaginario colectivo, que mantiene el interés anclado en los estereotipos de un pasado-presente en el que la mujer no lucha para transformar el mundo, sino por transformarse ella misma, por inmolarse. Y en esto Han Kang se asemeja más al Lars Von Triers de Rompiendo las olas o Bailando en la oscuridad, que a Kafka; más al Tolstoi de Karenina que al Melville de Bartleby. Porque la pasividad de los protagonistas kafkianos, El artista del hambre, o melvilleanos es política, representa el mundo y la lucha contra él, y la negatividad de la mujer representa solo lo femenino-particular. Aunque, tal vez, la autora pretendiese una crítica radical del patriarcado. No sé, y en este no saber, en su cualidad ambivalente, encuentro la bondad de la novela.

Por último, me gustaría comentar la recepción de la novela, que se ha interpretado como un ejercicio de la libertad de Yeonghye para llevar en su cuerpo, y hasta las últimas consecuencias, sus decisiones. Durante todo el relato se insiste en que no está loca, en que su acto es voluntario, por lo que cabría observar que se desprende de la obra una crítica de la injerencia y del celo de la medicina por salvar la vida de quienes no quieren ya vivir, o una llamada de atención sobre la imposibilidad de salirse de las normas sociales, y el coste de este propósito. Pero, ¿es Yeonghye libre o está sobredeterminada por la ira del padre, por el patriarcado, desde su infancia? Es una niña que ha sido violentada y desubjetivada, que ejerce violencia contra sí misma en un acting continuo, una compulsión a la repetición que la reduce a un solo deseo letal.

La respuesta no es fácil, entramos en un terreno pantanoso donde demasiadas veces se interpreta como libertad la sobredeterminación inconsciente, cultural, patriarcal. Si bien el derecho sobre el propio cuerpo es inalienable, no siempre el uso que se hace de él responde a la libre elección.

Lo que me gusta de esta novela es, insisto, su ambivalencia, su versatilidad, sus múltiples y contradictorias posibles lecturas. Aquí sí como el mejor Melville, su capacidad, como decía Camus del autor norteamericano, de levantar un mito: la mujer obstinada que defiende su decisión a cualquier precio.

Lo que no me gusta es que el precio sea demasiado afín al sacrificio, como siempre.

Pero léanla, discutan sobre ella, pensemos.

*Lola López Mondéjar es escritora. Su último libro, Lola López MondéjarCada noche, cada noche (Siruela, 2016).

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