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Una buena crónica sobre el Marruecos de Mohamed VI

Portada de 'Marruecos, el extraño vecino', de Javier Otazu.

Marruecos, el extraño vecinoJavier OtazuPrólogo de Ángeles RamírezCatarataMadrid2019Marruecos, el extraño vecino

 

Javier Otazu, corresponsal en Rabat de la Agencia EFE, ha escrito una buena crónica del Marruecos de Mohamed VI, el de los últimos veinte años. Particularmente acertada es su descripción de un país donde la mayoría de la gente es conservadora, tradicionalista y religiosa, donde muchas de las restricciones a las libertades individuales en materia de sexo, familia, usos y costumbres no proceden de arriba, sino de abajo, de la misma presión popular. Un país donde, paradójicamente, el rey y las élites afrancesadas de Rabat, Casablanca y Tánger suelen ser más tolerantes que el común de los vecinos en estas materias. 

Explica Otazu en su Marruecos, el extraño vecino que los éxitos electorales del Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD) obedecen en buena medida a su defensa tozuda de las interpretaciones más reaccionarias del nacionalismo marroquí y el islam suní del rito malekita, que le hacen conectar con lo que esa formación llama “la mayoría silenciosa” del país. Si los islamistas moderados cosechan más votos que los demás es por eso y también, añade Otazu, porque, en un país con tanta corrupción, son percibidos como políticos honestos, políticos que no roban al erario público ni a los bolsillos particulares.

Otazu conoce bien Marruecos y en este libro destacan los numerosos ejemplos de la dureza de la vida cotidiana para aquellos de sus habitantes que no pertenecen a las élites, es decir, para la gran mayoría. No son solo las estrecheces socioeconómicas, sino también la dificultad para ejercer de uno mismo con toda libertad que sufren las mujeres, los homosexuales y los laicos. Desde la prohibición de la película Much loved a la persecución de los adúlteros, los homosexuales, las chicas con ropas cortas o los que no siguen el ayuno del Ramadán, pasando por el suicidio de Amina Filali, obligada a casarse con su violador, el libro de Otazu recoge numerosos casos de los últimos tiempos que ponen los pelos de punta.

También son muy acertadas sus descripciones de la burocracia y la vigilancia crónica (oficial y también vecinal) que pesan sobre la vida en Marruecos. Y de la “geometría variable” –así la llama— con que se interpretan sus muchísimas leyes restrictivas, ese según quién y cómo que permite hacer ciertas cosas prohibidas a los privilegiados (extranjeros y locales) o que permite hacerlas con discreción en el ámbito privado, pero jamás en el público. Los marroquíes tienen el escándalo fácil.

Como Marruecos ya tiene mala prensa en España y como en muchas ocasiones esa mala prensa obedece a prejuicios supremacistas, a mí me hubiera gustado que mi amigo y colega hubiera insertado entre tantas sombras algunas de las luces evidentes de ese país. Esas luces que no son solo la belleza de sus medinas y sus paisajes, la amabilidad y buen humor de sus gentes, la sensualidad de su arte y su cultura, sino también la existencia de un clima político y vital mucho menos opresivo que en el resto de los países árabes y musulmanes. Marruecos no es, ni mucho menos, Arabia Saudí. Incluso es un oasis en relación al Egipto actual.

Pero, en fin, a Otazu, a diferencia de tantos periodistas españoles, se le nota el cariño que le tiene a Marruecos. Ello le lleva a criticar las intervenciones extranjeras en defensa de los derechos humanos a lo elefante en cacharrería como la de aquellas chicas de FEMEN que en 2015 se desnudaron en Rabat. Esas intervenciones son bienintencionadas, por supuesto, pero al no haber sido solicitadas por las víctimas y al tener un carácter estrictamente puntual, espectacular y mediático, suelen ser contraproducentes. El apoyo a las minorías progresistas marroquíes debe ser astuto, de largo aliento y coordinado con ellas.

'Marruecos, el extraño vecino'

'Marruecos, el extraño vecino'

Lamenta Otazu la ignorancia que se tiene al norte del Estrecho sobre casi todo lo que ocurre al sur, y eso pese a que ahora unos 800.000 turistas españoles visitan anualmente Marruecos. Esa ignorancia, que contrasta con el buen conocimiento que del país magrebí se tiene en Francia, le lleva a pedir que hagamos más libros, más películas y más series televisivas sobre Marruecos y sobre las relaciones hispano-marroquíes. Y que no nos limitamos a los asuntos trillados del hachís, el islamismo y la emigración, que ampliemos el foco. Él ya ha puesto su grano de arena y es de buena calidad. _____

Javier Valenzuela es escritor y periodista, colaborador de infoLibre. Su último libro es Pólvora, Tabaco y cuero (Huso, 2019).  

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