El rincón de los lectores

Lo que Delibes le dijo a Javier Goñi

Miguel Delibes con Ángeles de Castro, cuando eran novios.

Con muy buen criterio, Fórcola reedita, ampliado, Cinco horas con Miguel Delibes, de Javier Goñi, que apareció hace 35 años en la inolvidable colección De palabra, de la editorial Anjana, cuando se cumplen diez años de la muerte de Miguel Delibes. Me parece que los mejores libros de entrevistas con escritores son aquellos en los que el autor tiene todo el protagonismo y se siente cómodo, en confianza, para decir lo que piensa, pero para ello el entrevistador debe conocer bien la obra del escritor y ser capaz de crear un clima propicio de tranquilidad, de una cierta complicidad.

Todo ello se aprecia en este libro en el que Delibes habla de su vida y obra, de su trayectoria y formación, gustos y lecturas. Así, nos cuenta el origen de alguno de sus libros (de Los santos inocentes, p. 99; o de Un año de mi vida, p. 137), pero también cómo, por qué los escribió y qué quería contarnos en ellos, según ocurre con su novela más experimental, Parábola de un náufrago (1969) (p. 157). En estas páginas, además, aparecen distintas facetas del Delibes hombre y escritor: las primeras lecturas, su dedicación al periodismo (dirigió El Norte de Castilla, durante la que probablemente debió de ser una de sus mejores épocas, pues escribían en sus páginas Francisco Umbral, José Jiménez Lozano, el padre Martín Descalzo, Manu Leguineche, Javier Pérez Pellón o César Alonso de los Ríos, pero Fraga lo obligó a abandonar el cargo), su actividad como profesor (primero de Derecho Mercantil y luego de Historia), su afición al dibujo y a la caricatura ("mi verdadera ilusión era el dibujo", confiesa, p. 35), el surgimiento de la vocación de escritor y el papel trascendental que desempeñó en su vida familiar, intelectual y profesional su mujer, Ángeles de Castro. Y, desde luego, su vinculación a Valladolid, al campo castellano, al pueblo de Sedano, donde pasaba las vacaciones, su fascinación por la vida al aire libre, por nadar, montar en bicicleta, por el montañismo y la caza. Recuérdese que en 1989 publicó un libro titulado precisamente Mi vida al aire libre. De todas estas manifestaciones hay muestras en sus obras.

Llama la atención el tuteo de Goñi y, en otro orden de cosas más relevante, las confesiones de Delibes sobre su carácter y cómo fue cambiando, diría yo que mejorando con el paso del tiempo, haciéndose menos reservado, más sociable. Recuerda que la neurosis le viene de los Delibes, rama de su familia de origen francés; su obsesión por la muerte; o los valores que él considera progresistas: el apoyo al débil, el pacifismo (se confiesa anti-bloques, anti-OTAN y anti-Pacto de Varsovia), la no violencia y la defensa de la naturaleza (pp. 129 y 137). Reconoce que nunca perdió "la pura fe", estando muy influido en materia religiosa por el escritor José Jiménez Lozano, católico progresista. Y sobre su papel en la guerra, que recreó en la novela Madera de héroe (1987).

Delibes creía que la sensibilidad artística no es sino una, aunque pueda manifestarse en artes distintas. Cuando juzga sus propias obras, lo hace con absoluta sinceridad y de manera crítica, pues recuerda –por ejemplo— que "escribir (...) comporta auténticos sufrimientos" (p. 82); admite las deficiencias de sus dos primeras novelas (La sombra del ciprés es alargada, 1948; y Aún es de día, 1949); al mismo tiempo que acepta que las constantes que aparecen en su obra –se las señala Goñi- sean la muerte, la infancia, el prójimo y la naturaleza (p. 66); o bien reflexiona sobre su manera de proceder: "lo normal es que idees la fórmula para resolver la novela después de tener el tema y a veces esa fórmula es la que te hace tropezar y te hace desesperar más que la historia en sí. Sabes lo que quieres decir, pero no sabes cómo decirlo" (pp. 102 y 103).

Delibes se reconoce a sí mismo como un escritor realista, si bien su realismo contiene un aura poética, mágica (p. 103); comenta que la mayoría de sus libros están protagonizados por personajes que no pertenecen a su clase social, y que siempre le han preocupado los seres más débiles de la sociedad, los marginados (p. 127). Aun cuando se reconozca, con unas máscaras u otras, en todos sus personajes, tal vez entre los que se sienta más identificado sea con Lorenzo, el cazador: "Lorenzo –afirma— soy yo, pero un yo rebajado" (p. 191). Opina, además, sobre el valor y condicionamiento de los premios literarios, él que los obtuvo casi todos: "lo que hacen es colocarte (...) en una disposición de gratitud (...), los premios en general no benefician a la literatura" (p. 140); confiesa su satisfacción con la mayoría de las versiones cinematográficas de sus novelas; valora los distintos géneros que cultivó: la novela, el cuento, los libros de viajes, el diario...; y comenta sus encontronazos con la censura, en su papel de periodista y escritor.

Tampoco carecen estas conversaciones de datos curiosos y de interés, como que El camino (1950) sea su novela más traducida y reeditada, además de la más popular junto a La hoja roja (1959) (p. 127); y que sus páginas más autobiográficas se hallen en Cartas de amor de un sexagenario voluptuoso (1983), mientras que en Cinco horas con Mario (1966) y Diario de un cazador (1955) posiblemente se encuentran más detalles personales (p. 107). Y a propósito de la novela de 1966, llama la atención que su interpretación no coincida con la que más tarde expuso Antonio Vilanova, gran amigo de Delibes y uno de los mejores conocedores de su obra, junto a Gonzalo Sobejano, a quien discute una valoración sobre las etapas de su trayectoria narrativa.

Las novedades de esta edición no son pocas: un nuevo prólogo, en el que Goñi nos cuenta su vinculación temprana, entre 1975 y 1976, con El Norte de Castilla; un Álbum, de 16 páginas, con cartas, manuscritos y otras ilustraciones de interés; un nuevo epílogo en el que el crítico traza un balance de lo publicado por Delibes después de 1985, y donde recoge algunas de las opiniones de una entrevista que le hizo en 1995 para el diario El País; y, por último, un colofón en que se recuerda el aniversario del nacimiento de Baroja, al margen de los números redondos, a quien Javier Goñi le ha dedicado un volumen en la serie Baroja (& yo), de Ipso Ediciones, titulado A contrapelo (2019).

En un momento dado de la conversación, Goñi le pregunta si le compensaría de tanto trabajo y sufrimiento el que cuatro o cinco libros suyos quedaran para siempre, y Delibes le responde que sí. Me pregunto si obras como Viejas historias de Castilla la Vieja (1964), Cinco horas con Mario (1966), Los santos inocentes (1981), Madera de héroe (1987) y El hereje (1998), mis preferidas, llegarán a perdurar. Y me parece que sí, pues todos estos libros cumplen los requisitos que Delibes exigía, aunque él se ciña aquí a un solo género: "una novela es más o menos valiosa en la medida en que acierte a explorar el corazón humano" (p. 160).

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Javier Goñi (Zaragoza, 1952), el discreto interlocutor de Delibes, lleva ejerciendo desde 1976 como periodista cultural y crítico literario en la prensa y en la televisión, entre otros lugares en el diario El País, como uno de los críticos con mejor criterio y un profundo conocimiento de la narrativa española de los siglos XX y XXI. Este libro de conversaciones es la mejor guía para acompañar las obras de Miguel Delibes, pues con sus preguntas y respuestas nos ayuda a comprenderlas de forma cabal.

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Fernando Valls es profesor de Literatura Española Contemporánea en la Universidad Autónoma de Barcelona y crítico literario.Fernando Valls

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