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VERSO LIBRE

¿Hasta dónde puede llegar la literatura?

El 14 de mayo de 2011 sonó el teléfono en casa de la escritora colombiana Piedad Bonnett. Llegaba desde Nueva York la peor de las noticias. Su hijo Dani, que estaba cursando una maestría de arte en la Universidad de Columbia, acababa de suicidarse. En un instante el horror se hizo vida cotidiana y recuerdo hiriente. La memoria de una larga enfermedad mental, sobrellevada por Dani con inteligencia y coraje, se mezcló con la necesidad de viajar, desmontar una habitación de estudiante y sostenerse en el rito del funeral y los pésames. Como Dani era un muchacho pudoroso de 28 años, dejó ordenados en su mesa la billetera, el teléfono y otros objetos personales antes de saltar al vacío. Pero no dejó ninguna carta.

En medio del duelo, Piedad Bonnett empezó a leer y releer libros sobre el suicidio. Intentaba llenar la ausencia de esa carta. Si toda muerte es una interpelación, el suicido multiplica la nada, el dolor, la culpa y el deseo de encontrar sentido. Aunque el consuelo resulta imposible en esta experiencia, la decisión de dialogar con la verdad puede convertirse en una forma de resistencia. Algunas voces hablaban de accidente para evitar el tabú de la palabra suicidio. Pero ella no podía cerrar los ojos y empezó a escribir sobre la verdad, sobre su hijo, sobre la realidad de una existencia que tenía, pese a la muerte joven, su razón propia y cumplida. El resultado de muchas horas obsesivas de redacción y corrección fue un libro despiadado y sereno: Lo que no tiene nombre (Alfaguara, 2013).

Refugiarse en la escritura durante un tiempo de duelo tiene mucho que ver con la concepción del hecho literario que Piedad Bonnett asume. Su obra es una de las más importantes de la poesía hispánica contemporánea. Los versos consiguen que la intensidad sentimental nazca de la lucidez y que la inteligencia objetiva se llene de quiebros emocionantes capaces de alcanzar los pliegues más íntimos, las fronteras y las debilidades de una mirada individual. La idea de que el poema es el lugar de la verdad alejó pronto a Piedad Bonnett de la retórica sobrante y el hermetismo cobarde. Estableció en sus libros un pacto de honestidad con el lector.

Lo que no tiene nombre es un libro honesto con la literatura y con la vida. Una madre cuenta, se cuenta, el suicidio de su hijo. Necesita volver a darle sangre, volver a traerlo al mundo. Las palabras son también una forma de cuidado. Primero se descubre que lo más cercano puede ser un enigma y después la imaginación nos lleva hasta el lugar del otro, nos sitúa dentro de su experiencia, nos ayuda a conocerlo por dentro. Piedad se atreve a descubrir las cosas que desconocía de Dani y, al mismo tiempo, en el mismo proceso, se enfrenta con su propia personalidad, se mira en el espejo iluminador de una experiencia tan dura que no permite ser esquivo con la verdad.

Sí, el relato es parte de los cuidados. Le cambiamos los pañales a un hijo, lo apretamos contra el pecho desnudo, le ponemos un pijama limpio, lo metemos en la cama y le contamos un cuento. Las palabras son físicas, extienden el cuerpo. Ir hacia el otro descubre nuestro rostro, porque el que nos oye forma parte de nosotros. Necesitamos hablarnos, contarnos.

Este libro le ha recordado a Piedad Bonnett que la literatura, por encima de todas las elaboraciones intelectuales, surgió de la necesidad de contar la vida y confesar algunas emociones importantes. Lo que no tiene nombre se ha convertido en un acontecimiento en Colombia, ha despertado el deseo de hablar entre muchos lectores condenados al silencio. El miedo, el tabú y la soledad imponen la incomunicación, impiden y ocultan el reconocimiento de nuestras debilidades. Y es precisamente ese reconocimiento el que sostiene desde sus orígenes el impulso de hablar, relatar, dialogar y convivir.

Piedad Bonnett cita a Paul Auster: “Piensas que nunca te va a pasar, imposible que te suceda a ti, que eres la única persona del mundo a quien jamás ocurrirán esas cosas, y entonces, una por una, empiezan a pasarte todas, igual que le suceden a cualquier otro”. Piedad Bonnett nos ha contado su vida y la vida de Dani. La buena literatura convierte la historia personal en una experiencia humana colectiva. Por eso este libro habla de la fragilidad de cualquier vida y de la necesidad de seguir viviendo, de seguir conviviendo.

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