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Diario del Ártico (y 7)

Adiós, Longyearbyen…

Ártico (VII): Adiós, Longyearbyen…

Carlos Bardem

Nunca he sufrido el mal de tierra, ese mareo que afecta a veces a quienes desembarcan tras días de navegación. Una especie de mareo que ataca precisamente cuando todo deja de moverse. Pero tras dejar el Esperanza y su tripulación, al llegar al puerto de Longyearbyen- enclave minero llamado así por el norteamericano que inició allí la búsqueda de carbón, un tal Longyear-, tras dejar atrás hielos y glaciares, al poner el pie en tierra, sí siento una especie de vértigo, de intima satisfacción, de agradecimiento a la gente de Greenpeace España por su invitación pero, sobre todo, por su lucha. Y de pena.

Sé que he tenido la oportunidad de recorrer paisajes únicos, extremos en sus condiciones de acceso y habitabilidad pero aún más radicales en su belleza. Eso es parte de lo que he intentado compartir con los que habéis tenido la amabilidad de leer mis pequeñas crónicas. Pero sobre todo intentar trasladaros la urgente necesidad de ponerse manos a la obra. He podido ver los efectos del deshielo. Si este regulador del planeta es conmovedoramente bello todavía, ¿cómo sería antes de que nuestro erróneo modelo de vida y consumo, basado en la quema de combustibles fósiles unido a causas naturales lo haya reducido a una cuarta parte de lo que era? Sí, el Ártico, el ecosistema perfecto, feroz y delicado, que regula gran parte del clima de la tierra a través de corrientes marinas y atmosféricas ¡ha perdido tres cuartas partes de su volumen de hielo en los últimos treinta años!

Es ahora o nunca. La humanidad se juega su futuro. Las grandes tensiones, todos los gabinetes de estudios estratégicos así lo anticipan, en las próximas décadas serán por recursos básicos: agua y comida. Y tendrán un efecto devastador, millones de personas desplazadas desde lugares inhabitables a zonas más benignas. O cambiamos los modelos de desarrollo o esta aberración consumista, basada en los combustibles fósiles, acabará con nosotros o, como poco, con el mundo que conocemos.

El capitalismo tiene una ley de hierro, la búsqueda permanente de nuevos espacios de rentabilidad y en esa búsqueda ha pasado de producir cosas, de fabricar, a especular con bienes básicos. El gran negocio es ya la comida y el agua de miles de millones de personas. Y eso, los recursos hídricos y alimentarios, dependen totalmente del clima.

El cortoplacismo rapaz que empuja a seguir quemando combustibles fósiles, a seguir perforando en busca de petróleo, no tiene ningún sentido salvo enriquecer más a unos cuantos ya muy ricos. ¿Qué catástrofe hará falta para que se fomente y se desarrolle al máximo, en el siglo XXI, el uso de energías renovables? La tecnología ya la tenemos. El problema es que quemar gasolina, vender coches y tener los aparatos y electrodomésticos a todo trapo sigue siendo un gran negocio para algunos. Hay que replantearlo todo. Este último invierno vimos imágenes de otra época, españoles que tenían que elegir entre comer y poner la calefacción. Y no por un consumo irracional de energía sino porque esta se ha convertido en un negocio privado.

El Ártico se derrite y con él muchas de nuestras posibilidades como especie. Es hora de unirnos, de apoyar iniciativas como la campaña “Salvar el Ártico” de Greenpeace- firmando, por ejemplo-, de intentar salvar el medio ambiente de la codicia, nos es otra cosa, de unos pocos. Salvar el planeta es salvarnos a nosotros y los que vendrán tras nosotros. No seamos estúpidos. El enemigo está claramente identificado.

No quiero acabar sin volver a agradecer a la gente maravillosa de Greenpeace, los de la oficina de Madrid, de Buenos Aires, y del Esperanza. Y a Jesús Maraña e infoLibre por hacernos hueco en sus páginas digitales. Hace falta más periodismo como el que ellos hacen, libre de deudas y, por tanto, de presiones.

Y gracias de todo corazón a los que habéis dedicado unos minutos a leer este pequeño diario ártico. Espero que os haya entretenido y disfrutar, pero también descubrir alguna cosa y reflexionar sobre otras.

Os abrazo a todas y todos.

Greenpeace lleva su campaña “Salva el Ártico” hasta la sede de Shell en Madrid

Greenpeace lleva su campaña “Salva el Ártico” hasta la sede de Shell en Madrid

Carlos Bardem

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www.greenpeace.org/el-artico-se-derrite‎www.savethearctic.org/es

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