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Lo que tienen que cambiar los del cambio

Ha dicho Manuela Carmena a Le Figaro algo que, de haber salido de boca de otro político o del comentario crítico de algún periodista, habría desencadenado ya una persecución a sangre y fuego tuiteros desde las filas del anticastismo más furibundo y militante. Que no es poco, dicho sea de paso.

Sostiene Carmena, de quien el diario francés dice que es "la Vieja Dama que quiere despertar Madrid", que el activismo que ha apoyado su ascenso mantiene "una actitud muy clásica, rígida; propia de los partidos tradicionales" y añade: "En la campaña, tuve la impresión de ser más renovadora que ellos". Por si esto no fuera suficiente, la alcaldesa de Madrid critica el método asambleario: "Las asambleas no sirven para nada (...) y crean mal ambiente y divisiones".

Por mucho menos se ha empalado últimamente a más de uno en las redes. Esas en las que actúan y a menudo patinan los activistas de los que habla Carmena, o que sirven a los partidarios de agitar el miedo para armarse de munición. Esas redes sociales en las que nació y se debatió la primera gran crisis de la exjueza alcaldesa.

Sus declaraciones al diario francés no son mal punto de partida para invitar a una reflexión que atañe en primer lugar a esos compañeros a los que ella se refiere, pero también a quienes puedan o podamos caer en la tentación de elevar la anécdota de los famosos tuits a la categoría de definición ideológica. Cierto que resultan difícilmente digeribles, en particular porque vienen de quienes se arrogan la superioridad moral suficiente como para auto definirse regeneradores únicos, pero no sería justo colocarlos a la altura de los principios, porque no creo que estemos ante gente racista, cruel o intolerante. Simplemente torpe, maleducada o hasta poco empática, pero no mucho más. ¿Inhabilita eso a alguien para ser representante popular y gestionar la cosa pública? Puede ser. Yo no lo tengo tan claro.

Esta polémica y lo que afirma la alcaldesa parecen señalar la necesidad urgente de que los nuevos gestores hijos del 15-M empiecen a entender el "contexto" en que tienen que moverse. Representar exige renunciar. La acción pública no puede responder a una visión individual de la realidad por muy cargado de razón que uno crea estar: se ha adquirido una deuda con quienes se representa y todo lo que en público se haga o diga tiene que pasarse por ese filtro de la responsabilidad y el respeto. En lo público la individualidad queda aparcada ante el bien común; en caso contrario, "no nos representan"... Y eso es lo que queríamos evitar, ¿verdad?

Pero si los "activistas" de Carmena tienen que hacer su reconversión, es necesario que se sosieguen quienes se han visto desplazados del poder de gestión, incluidos medios afines y votantes hoy decepcionados y en algunos casos llenos de indignacion. Parece prudente que antes de seguir hablando de guerracivilismo, mentar más o menos sutilmente el 36, o hablar de irresponsabilidad de quien les ha aupado a las instituciones, nos tomáramos un tiempo de espera para juzgar más por los hechos presentes y futuros que por las palabras y las acciones pasadas por muy ofensivas e inaceptables que sean.

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Cuando el 15-M puso voz a los indignados, esgrimimos que los que clamaban en la calle y decían no sentirse representados, en realidad no representaban a nadie más que a si mismos porque no habían pasado por el escrutinio social de las urnas. No podemos ahora que lo han hecho, y con nota, seguir negando su legitimidad democrática.

Con todo, creo que la pelota está en el tejado de los recién llegados por voluntad popular. A ellos toca ahora ponerse a trabajar y ejercer la representatividad otorgada por las urnas. Deberían dejarse de criticar a quienes les critican y abandonar "esa actitud clásica, rígida, de los partidos tradicionales" (Carmena dixit) para tratar de cumplir con las ilusiones que muchos españoles han puesto en ellos.

La oportunidad de cambio pasa por ejercer esa responsabilidad para la que se supone que están capacitados. En caso de no hacerlo, este advenimiento inesperado de los hijos del 15-M no servirá más que para desprestigiar aún más la propia política y aquel movimiento, y para dar razones y votos a esos a quienes se dice querer apartar del poder.

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