En Transición

Lo que son capaces de llevarse por delante

Nadie duda ya de que el Partido Popular de Mariano Rajoy se encuentra en el centro de una tormenta perfecta ante la cual sus dirigentes no tienen ni discurso, ni argumentos, ni propuestas creíbles que les permitan capear el temporal. En la semana de la esperada declaración de Ricardo Costa y viendo cómo todas las encuestas sitúan a Ciudadanos como nuevo adalid de la derecha, haría falta una visión estratégica y una templanza personal al alcance sólo de los grandes estadistas para conseguir controlar los nervios. Y como se ha demostrado, ni Mariano Rajoy ni Soraya Sáenz de Santamaría disponen de estas virtudes.

Lo dejan de manifiesto cuando niegan las evidencias ante el relato, aparentemente coherente y repleto de detalles concretos, de cómo operaba la Gürtel, y echan balones fuera diciendo que las personas citadas ya no forman parte del partido, que el presidente  -del PP entonces y ahora también del Gobierno español– no sabía nada y que además ya ha pasado mucho tiempo desde que ocurrió todo aquello. No sé qué me asusta más: si que Rajoy estuviera en el medio de esa trama de corrupción o que siendo presidente del partido no se enterara.

El nerviosismo emerge también y hace perder los nervios cuando en una pregunta sobre la equiparación salarial de hombres y mujeres, que podía haber solventado con un lugar común al uso, Rajoy responde con un "no entremos en eso", haciendo gala de un notable desprecio hacia el más elemental principio de igualdad. No sigo por aquí porque necesitaría varias columnas, pero me encantaría saber qué le pareció a su colega Merkel, que celebraba hace un par de semanas la entrada en vigor de una ley que permitirá a las mujeres alemanas conocer cuánto ganan sus compañeros varones y exigir cobrar lo mismo que ellos.

Estas dos perlas de la semana pasada tuvieron su corolario en el esperpento de anuncios incumplidos que acabaron con un recurso del Gobierno ante el Tribunal Constitucional contra la propuesta de Roger Torrent de proponer como candidato a Puigdemont para presidir la Generalitat, tras la ronda de consultas llevadas a cabo con los grupos parlamentarios que se constituyeron tras las elecciones del pasado 21 de diciembre. Rajoy llega a esta situación después de incumplir hasta en dos ocasiones lo que había anunciado públicamente: que no recurriría al Constitucional antes de producirse un "hecho jurídico", lo cual se salta a la torera,  y –quizá para salir del empandullo-, que sólo lo haría con un informe del Consejo de Estado favorable, cosa que tampoco ocurrió. Así, el recurso llegó al Constitucional con el informe en contra del Consejo de Estado, de los letrados del Tribunal y del propio ponente. El resultado de horas y horas de deliberación y de tensionar al máximo a los garantes de la Constitución lo explica perfectamente Jesús Maraña en su columna de ayer, aunque un análisis de los titulares de las distintas cabeceras daría para mucho.

Ojalá la culpa fuera (sólo) de la prensa

Todos estos casos que han ocurrido esta semana muestran a las claras la situación a la desesperada en la que se encuentra Rajoy, y los anuncios de posibles movimientos críticos que podrían estar produciéndose dentro de su partido. Tanto, que sin tener necesidad aparente, ha salido rápidamente a desmentir los cotilleos de su posible retirada de una próxima cita electoral para anunciar que volverá a ser candidato.

En su huida sin norte, si algo está demostrando Rajoy es que no le duelen prendas a la hora de llevarse por delante lo que sea necesario. Así está pasando con la credibilidad de su electorado, que espera un relato no muy obsceno de lo que pasó en Gürtel, Púnica y aledaños. También está dispuesto a hacer saltar por los aires la más mínima consideración sobre la igualdad de las personas –no aspiro a que sea feminista, sino a que respete los principios de nuestro ordenamiento jurídico–. Y el esperpento alcanza cotas máximas cuando el supuesto defensor a ultranza de la legalidad y el Estado de Derecho no tiene empacho alguno en tensionar y poner a los pies de los caballos a  instituciones básicas y fundamentales de ese Estado de Derecho como son el Consejo de Estado y el Tribunal Constitucional.

Si no fuera porque es una provocación, porque se interpretaría mal, y porque mis amigos se me enfadarían, diría que el presidente Rajoy y su vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, son unos auténticos antisistema. Aunque bien pensado, esto ya lo dijo el 15M.

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