Desde la tramoya

Cinco falacias sobre el Valle de los Caídos

1. “Franco no quería ser enterrado allí”

Pues podría haber dicho dónde quería que le enterraran cuando hizo su testamento político, poco antes de morir y plenamente consciente de su hora. Ciertamente, no hay constancia oficial de qué lugar prefería. Sin embargo, según Paul Preston, el propio Franco, durante la inauguración del monumento, le dijo al arquitecto “Bueno, Méndez, y en su día, yo aquí, ¿eh?”. Fue el rey Juan Carlos quien ordenó que se le diera sepultura allí y no hubo la más mínima discusión. La familia no sólo no protestó sino que ahora quiere que su momia siga allí eternamente. Para no haber deseado mausoleo tan imperial, buen ruido están haciendo el espíritu del finado y su familia…

  2. “El Valle es un monumento a la reconciliación”

La mayor de las estupideces sobre el Valle se desmiente sólo con visitar el lugar. Pero por si hubiera alguna duda, el decreto para su construcción firmado por Franco en 1940, afirma que se trata de perpetuar “la dimensión de nuestra Cruzada” a través “del templo grandioso de nuestros muertos en el que por los siglos se ruegue por los que cayeron en el camino de Dios y de la Patria” y “en el que reposen los héroes y mártires de la Cruzada”.

Es cierto que 17 años después, cuando se constituye la Fundación de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, de nuevo por decreto firmado por Franco, se dice que “el sagrado deber de honrar a nuestros héroes y nuestros mártires ha de ir siempre acompañado del sentimiento de perdón que impone el mensaje evangélico” y que “los lustros de paz que han seguido a la Victoria han visto el desarrollo de una política guiada por el más elevado sentido de unidad y hermandad entre los españoles. Este ha de ser, en consecuencia, el Monumento a todos los Caídos, sobre cuyo sacrificio triunfen los brazos pacificadores de la Cruz”.

Es decir, que los cruzados y los victoriosos y los cristianos son tan magnánimos que permiten que allí haya también enterrados por la fuerza algunos combatientes perdedores. Que el lugar se inaugurara a en el vigésimo año tras el fin de la Guerra Civil, que siga siendo lugar de peregrinación de fascistas y que esté generando esta controversia tan peculiar no hacen sino constatar lo obvio: el Valle de los Caídos es un monumento franquista que exalta la victoria del dictador en la “Cruzada”. Cuando de aquí a un par de meses, previsiblemente, veamos que la salida de Franco es primera página en el New York Times, quizá entenderemos el significado político de la decisión.

  3. “La Iglesia manda”

No es cierto. Manda la Ley. El artículo 1.5 del Acuerdo del Estado español con la Santa Sede establece que “los lugares de culto tienen garantizada su inviolabilidad con arreglo a las Leyes. No podrán ser demolidos sin ser previamente privados de su carácter sagrado. En caso de su expropiación forzosa será antes oída la Autoridad Eclesiástica competente”. Los franquistas defienden que un tratado internacional prevalece sobre la ley nacional. Y es cierto. Pero los Acuerdos con la Santa Sede no impiden en absoluto que, en aplicación de la Ley, se ordene la exhumación de los restos de Franco. Es mejor hacerlo pacíficamente, con la colaboración del irreductible prior. Pero si no se puede hacer con él, debería hacerse sin él.

  4. “No es urgente, ni debe hacerse por decreto”

Hay a este respecto una mentira más grande que la cruz del Valle (la más alta del mundo) y que abunda en las tertulias, aprovechando la confusión entre “decreto” y “decreto ley”. El Gobierno no puede tomar la decisión sin aprobación del Parlamento, porque arriesgaría mucho ante la previsible oposición de la familia Franco y de la Asociación para la Defensa del Valle de los Caídos, entre otros posibles reaccionarios, que podrían recurrir a los tribunales. Por eso el Gobierno ha preferido la fórmula del Real Decreto Ley, según ha anunciado. Lo hace porque ponerse a redactar un proyecto de Ley exige negociar con la izquierda otros asuntos controvertidos: la ilegalización de la apología de la dictadura, la anulación de los juicios del franquismo, etcétera.

Entrar en esas discusiones pondría en peligro aquello en lo que parecía haber más consenso: que Franco no debe estar allí. Lo hace también por la vía del Decreto Ley y no del Proyecto de Ley, porque la primera no requiere votación del Senado, en el que el PP tiene una sobrada mayoría absoluta. Y lo hace, en fin, porque sí considera que es urgente, tras décadas de inacción de gobiernos socialistas y conservadores. Encuentra un asidero en la proposición no de ley (PNL) socialista aprobada por el Congreso con un solo voto en contra (por error) y la abstención del PP: “Afrontar, de forma decidida y urgente, las recomendaciones del informe de expertos sobre el futuro del Valle de los Caídos”, y, en particular, “dar cumplimiento preferente a la exhumación de los restos de Francisco Franco”.

Era febrero de 2017 y nada hacía suponer ni al PP ni a Ciudadanos que año y medio después los socialistas estarían en el Gobierno. Como la proposición no de ley no tenía ningún efecto a corto plazo, ahí quedaría la solemne decisión, durmiendo el sueño de los justos. Ahora que la PNL puede aplicarse, la derecha pone excusas formales, que parecen justificaciones de mal pagador y que tratan de ocultar lo indisimulable: que el PP no quiere sacar al dictador de su tumba y Ciudadanos tampoco.

Un escultor del Valle de los Caídos espera que se respeten las "grandes piezas" artísticas del conjunto

Un escultor del Valle de los Caídos espera que se respeten las "grandes piezas" artísticas del conjunto

  5. “Es una decisión que enfrenta a los españoles”

En realidad, a la mayoría de los españoles no les importa demasiado lo que pase con los restos de Franco. En ninguna encuesta se detecta éste como asunto importante. Pero la mayoría (56/34 según una encuesta, 41/38 según otra), está a favor de la exhumación. Si los restos hubieran podido levantarse de manera rápida y en aplicación de la ley y de la posición mayoritaria de la población, no estaríamos así ahora. Franco estaría ya al lado de su esposa en El Pardo, o donde fuera, y asunto finalmente concluido.

Naturalmente, hay una parte de la población que se revuelve aún ante los asuntos que tienen que ver con el franquismo, pero no vamos a ver ni una sola manifestación grande de rechazo a la decisión. La controversia es mucho mayor en los platós de televisión que en las cafeterías. Paradójicamente, es esta repentina oposición a la exhumación, por parte del PP y de Ciudadanos, que dicen que el asunto divide a los españoles, lo que podría extender la controversia más allá de lo necesario.

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