En Transición

No se trata de más Estado, sino de para qué el Estado

Cristina Monge

Se deja sentir un cierto eco de satisfacción en los sectores progresistas al comprobar cómo, ante una pandemia como esta, ya nadie cuestiona el papel de lo público. Unos y otros vuelven la mirada al Estado esperando reencontrar en él un manto protector que llevaba décadas en retirada. No hay neoliberal que no esté planteando una intervención pública en la economía, gobiernos europeos que no estén valorando cómo fortalecer las medidas de protección social, y debates como la Renta Básica Universal o la Renta Mínima, que ayer tan sólo llenaban horas de seminarios y papers académicos, hoy salen a la calle para señalar el camino a las instituciones. Lo que antes eran especulaciones de política ficción hoy son hechos consumados.

La rapidez con la que los credos neoliberales han sido disueltos por la pandemia puede llevar a confundir la idea de más Estado con la de un Estado más progresista. Si bien es cierto que todas las tradiciones de la izquierda han reivindicado un mayor protagonismo del Estado en la vida pública, especialmente en la economía, hoy conviene revisar algunas máximas. Más que reclamar "Más Estado" urge preguntarse "Para qué el Estado", y ahí las respuestas serán diferentes. Hay quienes, como defiende ABC en este editorial, plantean que la inyección de dinero público se haga "para que se quede en su estructura productiva, no para financiar el pago de subsidios permanentes cuando los ingresos han caído en picado". Otras políticas, en el lado opuesto, diseñan medidas que sirvan para fortalecer el sistema de protección social priorizando "que nadie quede atrás". Tampoco faltan quienes ven en las actuales tendencias la emergencia de un nuevo capitalismo de Estado, como se explica aquí. No será lo mismo, por lo tanto, que el dinero público se emplee con unas u otras prioridades, y si importante es la intervención de lo público, mucho más es debatir para qué esta intervención, no sea que el neoliberalismo que hasta ayer clamaba por menos Estado hoy mute en más Estado para los más poderosos.

Es obvio que la enorme cantidad de dinero público que se movilizará en los próximos meses, además de financiarse con más deuda una vez desvanecido el mantra neoliberal de la austeridad, necesitará también de una nueva política fiscal, el instrumento ideológico por naturaleza. Ahí es donde un gobierno muestra sus prioridades, sus criterios y objetivos políticos. En la actual situación política española, estas líneas, que serán las que se plasmen en los próximos Presupuestos Generales del Estado anunciados como "de reconstrucción", deberán ser negociadas y consensuadas con otras fuerzas políticas, momento clave porque será entonces cuando se defina cuál será el rol del Estado en la próxima etapa, dure lo que dure.

Capitalismo de vigilancia

Capitalismo de vigilancia

Como tantas otras cosas que hoy se muestran como una urgencia, de esto, en el fondo, se venía debatiendo ya. En enero de 2020, el premio Nobel de economía Joseph E. Stiglitz, en su libro Capitalismo progresista. La respuesta a la era del malestar (Taurus, 2020), decía, tras analizar las reacciones de los gobiernos a la crisis del 2008: "Las instituciones políticas, como las del mercado, son complejas; tienen el poder de hacer el bien, pero también de causar daño. Puede usárselas para redistribuir hacia arriba, desde las clases desposeídas y medias hasta los ricos; para imponer, preservar y exacerbar las relaciones de poder existentes; para empeorar las injusticias sociales en vez de aliviarlas. Pueden ser un instrumento de explotación en lugar de un medio para evitarla. Forjar instituciones públicas para reforzar la probabilidad de que el Gobierno constituya una fuerza poderosa para el bien es el reto que las democracias enfrentan desde sus orígenes".

Hoy, cuando vemos que los Estados se enfrentan a una crisis de dimensiones colosales y consecuencias desconocidas, cuando acuden a rescatar a las aerolíneas y se plantean qué hacer con otros sectores, conviene no olvidar algo que recuerda Joaquín Estefanía en El País, citando a Mariana Mazzucato, la autora de El Estado emprendedor (RBA), cuya propuesta hoy cobra más relevancia que en 2014, momento en que fue publicada. "Ahora que el Estado va a ser otra vez el actor principal, hay que darle el papel de héroe, no el de ingenuo que paga los platos rotos".

Hoy como nunca los Estados, a quienes se acude en demanda de auxilio cuando vienen mal dadas, tienen una oportunidad de oro para recuperar el poder de decidir qué tipo de sociedad quieren construir, por ejemplo, condicionando las ayudas y el dinero público a la puesta en marcha de medidas que sirvan para para hacer girar el modelo económico hacia otro más sostenible y por tanto más seguro, o para paliar las desigualdades que existían y las nuevas que ya emergen. Hagamos evolucionar el debate. Hoy la clave no es más Estado, sino para qué el Estado.

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