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Diario de una confinada

De la gravedad a la relatividad, somos unos genios

Raquel Martos

Hace unos cuantos diarios me dio por jugar con el paralelismo de “la fuerza de la gravedad”. Me refería, en sentido figurado, al descubrimiento que estábamos haciendo sobre nosotros y sobre el mundo en el que vivimos, obligados por el confinamiento.

La asociación metafórica estaba enriquecida por la coincidencia de nuestro momento vital con el de Newton, si a nosotros nos cayó un puto bicho en medio de la vida y nos obligó a encerrarnos, a él le cayó la manzana delante de los ojos, en pleno confinamiento por otra epidemia mundial, la de la peste. Ojo, él estuvo en su pueblo, Woolsthorpe Manon, casi dos años de encierro –encierro de encerrado, no de soltar vaquillas– vale, estaría en fase tres, probablemente, pero dos años…

Esto de la gravedad lo escribí el 27 de marzo exactamente. Éramos unos principiantes en el arte del confinamiento, no habíamos empezado ni a hacer pan, teníamos sobredosis de videollamadas y nos quemaban las manos de tanto aplaudir a las ocho cada día.

Ahora, muchos enfermos, muchos muertos y muchas lágrimas después, si ponemos el plano del camino que hemos recorrido junto al de la historia de la ciencia, en este punto preciso en el que nos encontramos, nos tocaría destronar a Newton y convertirnos en Einstein: superar la fuerza de la gravedad con la teoría de la relatividad. Y yo diría que estamos en ello.

Los hay que han relativizado aquel deseo irrefrenable de salir a toda costa y ahora prefieren quedarse en casa, puede que disuadidos por ese “síndrome de la cabaña”, sobre el que advierten los psicólogos o, tal vez, persuadidos por la conciencia de que perder lo logrado por no medir no vale la pena.

Otros, sin embargo, han relativizado el riesgo y la responsabilidad y se tiran a la calle a lo loco, a disfrutar en modo desmelene, a más de dos metros de distancia del dolor ajeno. Lo harán así porque carecen de empatía o quizás sienten que han de hacerlo, que les va la vida en ello, sin pensar que también les van otras vidas de otros en ello.

La relatividad ha llegado incluso al aplauso, aquella demostración diaria y rotunda de apoyo a los sanitarios y de fuerza colectiva para continuar, ha perdido altura en el medidor de vúmetros. Será el cansancio, será la unión de algunos para promover la división, será que de aplausos no viven los que se contagian cuidando a otros en los hospitales, sin que nadie cuide de ellos.

En el mundo de la política, sin embargo, no se suceden ambas teorías, de hecho la relatividad y la gravedad se fusionan constantemente. Los maestros en el arte de relativizar suman y restan gravedad a los hechos con una rapidez fascinante, su juego sería divertido de observar si no estuviéramos quedándonos sin respiración, pero es que en las ocasiones más delicadas mueven las piezas en el tablero atendiendo a razones que el corazón no entiende…

Del hallazgo de Newton al de Einstein tuvieron que transcurrir 218 años, nosotros hemos pasado de la gravedad a la relatividad en menos de dos meses, somos unos genios.

Estamos en un agujero negro y esto no es relativo, esto es muy grave, aquí es Newton quien gana a Einstein. Solo queda saber cuándo y cómo escaparemos y quién habrá puesto más de su parte para empujar hacia la salida. El tiempo lo dirá.

Por cierto, el genio alemán del pelo revuelto demostró que cuanto más rápido nos moviésemos, más lento pasaría el tiempo.

Hoy esta versión en directo de “Blowin' in the wind”, Joan Baez y Bob Dylan y sus bocas tan cerca la una de la otra… la antigua realidad es tan bonita que parece ficción.

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