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Mis violentos

Miguel Lorente Acosta

Las elecciones siempre se acercan a lomo del rumor del miedo y el grito de la amenaza, pero no es nuestro miedo, sino el suyo.

A la derecha le encanta jugar a eso del “susto o muerte”, y ahora que vienen días de santos y noches de difuntos parece que están en su salsa. Al menos es lo que se deduce cuando desde el PP y Ciudadanos no paran de repetir que Pedro Sánchez es presidente gracias a los votos independentistas y nacionalistas, y para que el argumento sea más sabroso no dudan en condimentarlo con frases como “Barcelona en llamas…”, “un policía en la UCI…”, “más de 200 heridos…”. De ese modo la violencia se vuelve razón, y la crítica se dirige contra quienes son presentados como responsables de sus miedos y amenazas.

Curiosamente, los mismos partidos que presentan esos altercados y desórdenes como inaceptables, son los que gobiernan en Andalucía, Murcia y Madrid gracias al pacto con la ultraderecha que niega la realidad de la violencia de género y la necesidad de adoptar medidas específicas para erradicarla, a pesar de las 51 mujeres y dos niños que han sido asesinados este año.

Parece que para esos partidos el machismo no es violencia ni los asesinos violentos, que sólo son unos cuantos borrachos, drogadictos o psicópatas, y que nada tienen que ver con la desigualdad estructural de nuestra sociedad, ni con los privilegios que los hombres defienden hasta la muerte de las mujeres que asesinan bajo la idea de “antes preso que humillado”. Para ellos su modelo de sociedad y sus jerarquías son orden, y las desigualdades el resultado de la diferente condición de las personas.

Hoy lo relevante es la escenificación de lo ajeno para esconderse detrás del telón que da al escenario. Por eso preocupa más el desorden que quema contenedores en la calle, que el silencio que asesina a mujeres en sus casas. Lo importante es lo que parezca o no parezca, no lo que en realidad sea.

La derecha pagará, antes o después, el precio de su deriva hacia la ultraderecha, al igual que la izquierda ya paga su distanciamiento interno. Y mientras, la realidad sucede en nombre propio con los adoquines de la negación sobrevolando los días para ver si alguno impacta en la conciencia de alguien, y así hacer que se vote desde la inconsciencia. Olvidan que nada crece en el macetero de la ocasión, sólo la tierra extensa que pisa la sociedad es fértil para la democracia. Los votos, como las flores, se marchitan con el tiempo, y hay quien desde la política sale más a buscar votos que a votantes, de ahí las sumas y las restas.

Si llegan a hacer creer que es peor el apoyo de quien defiende unas ideas con más o menos acierto, instrumentalizando la ley a su criterio, generando de forma directa e indirecta un enfrentamiento entre sus ciudadanos… que el pacto con quien niega la violencia machista que asesina de medida a más de 60 mujeres cada año, la solución será difícil y dolorosa.

No podemos caer en sus miedos ni aceptar a sus violentos, la democracia tiene solución para casi todo menos para la mentira hecha verdad. _______________

Miguel Lorente Acosta es profesor de Medicina Legal en la Universidad de Granada.

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