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Plaza Pública

La política y el odio

El líder de Vox, Santiago Abascal.

Ángel Viviente

El odio es la antipatía y aversión hacia algo o alguien cuyo mal se desea

RAE

Contemplando lo que nos depara la actividad parlamentaria y en algunas Comunidades y Ayuntamientos en los últimos tiempos, uno se para a pensar si realmente lo que vemos se corresponde con lo que pensamos debería ser la actividad política, en la que debería primar la búsqueda del bien común, en un diálogo fecundo entre las partes, partiendo del respeto a lo que las urnas han dictado, o estamos en otra cosa.

Para los griegos, fundadores de la democracia y de la polis, como conjunto de ciudadanos que se organizan en sociedad, la política sería “la búsqueda del bien común, a través de la participación directa y continua de los ciudadanos” y también “la manera en que se toman las decisiones y la forma de solucionar conflictos a través del compromiso, la reconciliación y la negociación, descartando el uso de la fuerza”.

Sin embargo, para el pensador e historiador estadounidense Henry Adams (1838-1918), “la política es la organización sistemática del odio”.

Y yo me pregunto: ¿Con cuál de estas acepciones nos quedamos en la España del 2020?

Analizando lo acaecido en los últimos tiempos en nuestro país, uno, con relativa facilidad, observa la deriva que la “actividad política” ha adoptado, lejos de la actividad relativamente tranquila y dentro de unos cauces que pudiéramos llamar “aceptables”, durante el tiempo de la transición y años sucesivos.

Independientemente de las grandes tensiones, creadas en los primeros años de la democracia por los que seguían añorando tiempos pasados y de un reducido grupo que entonces no sacaba demasiado la cabeza, pero que mostró su presencia con asesinatos de todos conocidos y un intento de golpe de Estado, podría decirse que los ánimos en el Parlamento transcurrían por senderos de tranquilidad, con debates duros, pero manteniendo las formas de educación y respeto que deberían primar en la actividad parlamentaria.

Ha sido la aparición de un partido de ultraderecha lo que ha modificado los cauces por los que discurría la actividad política. Era un grupo minoritario en su nacimiento, pero hubo quienes vieron en ellos un ariete para golpear lo que hasta entonces discurría por cauces relativos de “normalidad”. Sin duda se necesitó de un gran poder económico y mediático para llevar en poco tiempo a un grupo muy reducido a la situación en que ahora se encuentra.

El problema añadido es que su influencia ha arrastrado a otros partidos de la derecha que, en muchos casos, se disputan con ellos la posesión de planteamientos alejados de lo que podría entenderse como el conjunto del pensamiento que ha ido construyéndose a lo largo de los últimos años, en cuanto al modelo social que nos queremos dar y con una vuelta a los viejos esperpentos de una época lejana. En muchos casos, nos da la impresión de estar dando pasos atrás.

Viendo la actitud de este partido y la deriva de los que disputan ese espacio electoral con ellos, uno se para a pensar que tal vez la aseveración de Henry Adams no sea muy descabellada.

Porque la política que ahora se practica por estos partidos es la del odio, entendiendo por esta palabra el rechazo y la animadversión por cualquier política que no refleje su política agresiva y con respecto a todo lo que el opuesto representa, sin obviar el posible uso de la fuerza.

Es el no por el no, sin atenerse a argumentos, simplemente porque esas propuestas vienen del otro. No hay margen para el diálogo, ni para el entendimiento, ni para la asunción de que estamos en una sociedad compleja y con muchos matices. Sus planteamientos se basan, la mayoría de las veces, en la difusión de las mentiras más encarnizadas, con aseveraciones que saben que calarán en algunos ciudadanos, descontentos unos por la situación económica en que se encuentran (explotación de la crisis en su beneficio) y otros en la contemplación de un apoyo que sustente sus intereses económicos y de todo tipo y a los que se les atrae con el miedo a ese coco socialcomunista-bolivariano.

Todo su relicario de propuestas está impregnado por ese odio:

  • Odio a un Gobierno ilegal que ha sido impuesto a los españoles, por el hecho de que está compuesto por elementos antiespañoles que tan solo quieren la destrucción de SU país y cuya bandera les pertenece. Olvidan que este es un Gobierno nacido de las urnas, por medio de acuerdos parlamentarios, al igual que aquellos de los que forman parte o apoyan en diversas Comunidades. Sí, claro, pero en estos casos son acuerdos “patrióticos” y sin embargo, el acuerdo de Gobierno es un acuerdo de los que van a destruir su querida España.
  • Odio a los inmigrantes causantes de la delincuencia, sin tener en cuenta (los datos no les interesan) que según el INE, el 77% de los delitos, agresiones sexuales, lesiones, estafas han sido cometidos por españoles. Esto sin tener en cuenta la gran riqueza de mano de obra, en muchas ocasiones para trabajos no queridos por los propios españoles y en los que en muchos casos son explotados.
  • Odio en todo lo referente a la mujer, negando la delincuencia de género, queriendo hablar de la violencia “familiar” y negando el hecho de que el 90% de los asesinatos “de género” lo son de hombres a mujeres.
  • Odio a las diversidades sexuales que pueblan nuestra sociedad y que para ellos tan solo son “enfermos” a tratar.
  • Odio por todo lo que se refiera a sacar a la luz el pasado genocida de la dictadura y devolver a sus familiares a los más de 114.000 represaliados que se encuentran en cunetas y fosas comunes. Reescriben la historia, aprovechándose del desconocimiento generalizado en las nuevas generaciones de lo ocurrido, intentando dar una versión completamente alejada de la realidad. Difaman, ofenden a todos aquellos que representaron el espíritu de la defensa de un Gobierno legal nacido de la urnas, frente al fascismo que iniciaba su camino en Europa. Esas urnas que durante la dictadura, que para ellos representa un Gobierno mejor que el actual, estuvieron arrinconadas en vete a saber dónde.
  • Odio a cualquier medida que implique una mejora en las condiciones de trabajo de los más desfavorecidos, leyes de dependencia, mejoras sociales, etc., en una defensa clara de los intereses de los que les han apoyado para el desarrollo de algo que no hace mucho fue marginal y ahora tiene cotas de poder en el Parlamento, Comunidades y Ayuntamientos.
  • Odio a los que critiquen posturas antidemocráticas e ilegales, con llamamientos a la defenestración de más de la mitad de la población. Son los nuestros, dicen.

Pero lo peor de todo esto no son esos odios, en un grupo que todavía tan solo representa una pequeña parte en el legislativo y en otras instituciones. Lo peor es que esta actividad “de odio” y forma de comportamiento en el Parlamento, en las Comunidades y en algunos Ayuntamientos, está siendo asumido por otras derechas, de las que se desgajaron estos, fuerzas que no encuentran (no sé si lo buscan) el camino de la construcción de una derecha inteligente, civilizada, de acuerdo a los cánones de otras de nuestro entorno europeo y así es que están prefiriendo asimilarse a las que representan los voceros de Bannon que tanto ha influido en países como Brasil, Reino Unido, Hungría y Polonia.

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Los que nos oponemos a estas no-políticas (para mí ese comportamiento se aleja de la política), no debemos caer en esta forma de actuar, no debemos adoptar ese odio para nuestras estrategias. Debemos defender la política como forma de buscar ese bien común, mediante el diálogo y el entendimiento, no caer en la trampa que se nos tiende para entrar en su juego, sin perder los nervios, con razonamientos y con el poder de la palabra, la justicia social y la legalidad.

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Angel Viviente Core es el coordinador General Convocatoria Cívica.

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