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¿Un crecimiento inclusivo del PIB en este 2021?

Una persona mayor toma una mascarilla entre sus manos.

Albino Prada

La obsesión por el crecimiento del PIB se traduce, en este bienio pandémico, en intentar cerrar el año 2020 con una caída lo más pequeña posible del mismo y de encarrilar 2021 con un crecimiento cuanto mayor mejor. Si fuese posible, compensando ya en 2021 la caída de 2020. No conseguirlo se relata como un cierto fracaso. Como si en un solo año se pudiese recuperar lo perdido en un 2020 tan excepcional como la pandemia que nos sigue afectando.

Opino que esta obsesión por el PIB no solo nos aboca a objetivos cuantitativos disparatados sino que, al hacerlo, nos empuja a postergar objetivos no menos importantes que el PIB.

Si, como parece compartirse por muy diversos analistas y organismos (consenso FUNCAS), España cierra el año 2020 con una caída del PIB de casi el 12%, el hecho de que las previsiones de esos mismos agentes para 2021 cifren el crecimiento en un 6%, implica que la recuperación del PIB a niveles previos a la pandemia tendrá que esperar al menos hasta 2022. Y esto, que algunos valoran como un fracaso de recuperación, a mí incluso me parece excesivo y de alto riesgo inclusivo. Porque podríamos salir del batacazo de 2020 con un crecimiento sostenido del 4% durante tres años pero con un modelo muy distinto del que asoma por detrás del que supone ese 6%.

Uno: a lo que obliga el objetivo del PIB

El crecimiento del 6% depende de que la vacunación masiva permita recuperar la vida social, ya en el segundo semestre de este año, y de que en el primer semestre la tercera ola de la pandemia no nos obligue (esta es la palabra, porque seguimos yendo muy por detrás de las cadenas de contagios) a un nuevo confinamiento domiciliario y a la paralización de actividades no esenciales, como ya fue necesario (con éxito evidente, luego despilfarrado) en la primera ola.

Aún más. Como quiera que la previsión del Gobierno es aún más optimista (entre el 7 y el 10% de crecimiento para 2021) que esta de consenso, no es extraño que de forma recurrente se manifieste contrario a cualquier confinamiento en esta tercera ola. Y tampoco sorprende, en este clima de obsesión por el crecimiento (expresión que tomo prestada de Amartya Sen), que un diario de amplia difusión nombre el confinamiento, que no pocos expertos consideran necesario, como una amenaza.

Siendo así que el recuperar la mitad de lo perdido en PIB el año pasado nos obliga no sólo a ser muy rápidos en el calendario de vacunación, sino a no tomar medidas drásticas a semejanza de marzo del año pasado. Dos condicionantes que podrían estar inclinando a tomadores de decisiones y gestores a convivir con niveles pandémicos diarios de infectados activos y de fallecidos que no malograsen ese 6%, aunque supongan un riesgo de salud pública especialmente agudo para los sectores de menor inclusión social del país (inmigrantes, desempleados, precarizados, temporeros agrarios, falsos autónomos, jubilados, dependientes, etc.). Porque, “la probabilidad de sufrir síntomas severos, hospitalización y fallecimiento, está muy relacionada con la presencia de otras enfermedades, como las cardiovasculares, respiratorias, diabetes e hipertensión; y todas estas enfermedades están directamente relacionadas con la clase social y el barrio donde uno vive”.

Que esto es así, y traduce la obsesión por el crecimiento, se comprueba cuando el Banco de España en su Boletín Económico (4/2020 página 12) trata de evitar lo que denomina escenario severo para 2021, que supondría un menor crecimiento del PIB de dos puntos (del 6 al 4%).

Dos puntos más de crecimiento de PIB al evitar ese escenario severo, sí, pero a cambio de una peliaguda senda de miles de muertos y de un colapso sanitario generalizado (en asistencia primaria desbordada, urgencias y UCI). Esta es la otra cara de la obsesión por el crecimiento. Por querer recuperar en dos años lo que, mejor y de otra forma, podríamos lograr en tres.

Dos: Lo que deja fuera o malparado el objetivo del PIB

Pero tan importante como relativizar el objetivo numérico de crecimiento del PIB para este año, para poder así manejar mejor las medidas que acompañen su consecución (vacunación veloz y confinamientos), lo es el evaluar qué otras cosas dejamos fuera o postergamos al centrarlo todo a ese objetivo.

Ya de entrada llama la atención que las previsiones del crecimiento del PIB para este año se reduzcan a la tercera parte cuanto se trata del consumo público (del 6% uno, al 2% el otro). Algo que el Banco de España incluso llega a pronosticar y/o aconsejar se mueva en tasas negativas.

Si esto es así, este año el margen para incrementar el empleo en servicios esenciales como los sanitarios o de atención a la dependencia que son decisivos sobre todo para la población con menor inclusión social, solo podrán crecer a un tercio de la velocidad a la que crezca el PIB.

Un síntoma más que preocupante de un modelo de crecimiento que deja atrás la inclusion social. Por no hablar del estrecho margen, que ese 2% deja, para revalorizar las pensiones y los programas de protección social más insuficientes.

Pero es que, de no llegar ya con esto, en esas mismas previsiones las relativas a la evolución del empleo y del paro estimado también se conjugan mal con la inclusión social. Pues para este año 2021 se considera que la tasa de paro acabará siendo ligeramente superior a la del 2020, mientras que el incremento del empleo lo será a mitad del ritmo de crecimiento del PIB.

Ambos vectores podrían mejorarse, aun creciendo a menor ritmo el PIB, si el consumo y el empleo público se reforzasen en detrimento del consumo privado que es —en su ausencia— el motor casi exclusivo (junto con una inversión empresarial vinculada a los fondos europeos) del crecimiento del PIB. Una inversión en equipos que crece al 11 % y que no es ajena a que el empleo lo haga al 3%.

Por no hablar de que esa inversión empresarial tampoco sea ajena a que las remuneraciones salariales crezcan este año la mitad de la inflación prevista (un muy mal escenario para frenar una devaluación laboral poco inclusiva, o para la revalorización del salario mínimo). Inversiones también asociadas a que las importaciones crezcan este 2021 a tasas del 12 % erosionando casi todo nuestro dinamismo exportador. Y, con ello, el aporte de la demanda externa a un modelo distinto de crecimiento económico.

Conclusión

Con estas premisas va a ser además muy difícil que los doce millones de personas en riesgo de pobreza (casi el 30% en la población más joven) se vean reducidos y paliados con un ingreso mínimo vital que apenas podrá alcanzar a dos millones de ciudadanos, lo que hará crónicos los problemas de pobreza energética para muchos hogares; tampoco se despejará el acceso a un parque de vivienda pública digna en alquiler a precio tasado para los más jóvenes y los jubilados, o una asistencia domiciliaria y centros de día para descongestionar la sobre demanda para residencias públicas de mayores. Un mal balance de inclusión.

El falso dilema entre economía y economía

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Todo esto, y lo anotado antes, transitará por una senda no inclusiva por mucho que el actual Gobierno se refiera al objetivo de un crecimiento inclusivo no menos de veinte veces en su Plan de Recuperación, o de que en el informe de progreso de la Agenda 2030 para España se reivindique una sociedad y país inclusivo al menos otra veintena de veces. Y es una pena, porque sin duda se podríamos crecer menos pero de forma más inclusiva.

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Albino Prada es miembro de ECOBAS y del Consejo Científico de Attac España.

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