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Plaza Pública 8-M

Golpes al Estado

Santiago Abascal y Rocío Monasterio, en una manifestación de agricultores en febrero.

Miguel Lorente Acosta

La ultraderecha no para de dar golpes al Estado con sus ataques a la Igualdad y la negación de la violencia que golpea a las mujeres a diario. Y para ello no se limita a negar su existencia, sino que también utiliza su posición en las instituciones para intentar acabar con las medidas dirigidas a erradicarla.

Puede parecer una perogrullada, pero si fuera verdad su planteamiento no necesitarían mentir con sus argumentos. Al no ser cierto necesitan una estrategia basada en la mentira y la manipulación, que cohesione a una parte de la sociedad que sólo busca oír lo que necesita y ver lo que imagina.

En sus mentiras los extranjeros se convierten en delincuentes, los judíos en problema, el islam en amenaza... sin embargo, los más de un millón de hombres que maltratan a las mujeres cada año (Macroencuesta 2019), son “unos pocos hombres”. Unos “pocos hombres” que hacen que las mujeres en las relaciones de pareja, con los 60 homicidios de media que sufren cada año, sean el grupo de población con más homicidios de nuestra sociedad, más aún que las propias organizaciones criminales.

Pero como el argumento de la mentira resulta insuficiente ante una sociedad cada vez más crítica con el machismo y su violencia, la ultraderecha también recurre a la manipulación para afirmar que “todas las violencias son iguales”, o para decir que hay que hablar de “personas”, no de hombres y mujeres. En cambio, cuando alimenta el odio hacia sus grupos señalados no dice que haya que hablar de “personas” sin distinguir si son españolas o extranjeras, judías o cristianas, o musulmanas o budistas. En estos casos no habla de “personas”, sino de miembros de esos grupos.

Y lo que sorprende es que los representantes de la soberanía nacional puedan llevar a cabo sus propuestas políticas desde la mentira y la manipulación sin ninguna consecuencia. Opinar es libre, mentir no cuando se tiene una responsabilidad que ha de ejercerse desde la posición definida por las palabras.

Las posiciones individuales en política no están para defender intereses particulares, sino para contribuir al bien común desde las distintas posiciones e ideas, pero sin que la diferencia sea un obstáculo para la convivencia ni pueda estar apoyada en la mentira. Recurrir a la mentira hace imposible construir un espacio de encuentro y convivencia para toda la sociedad, algo que una democracia no se puede permitir. El respeto pasa por definir los elementos que deben caracterizar las relaciones, no por esconderlos detrás de mentiras que separan y enfrentan a la población. Si no nos aceptamos como diferentes no podremos convivir como iguales.

Por eso hay que desenmascarar sus iniciativas y el significado que esconden. La estrategia de la ultraderecha respecto a la violencia de género no es sólo negacionista, porque lo que pretende a través de la negación es llevar a cabo una afirmación de sus ideas y valores. Se trata, por tanto, de una estrategia “afirmacionista” para reforzar las posiciones que definen su modelo androcéntrico. Por eso suman adeptos, no por negar lo que ya niega cada uno de ellos de manera individual, sino por definir las referencias sobre las que se sienten reafirmados en sus ideas y valores.

Existe una diferencia entre negar una nueva circunstancia o un hecho sobrevenido, como sucede, por ejemplo, con el cambio climático, la pandemia, las vacunas... y negar los elementos que afloran de la parte histórica que los ha mantenido ocultos. El hecho común de negar puede hacer entender que sus consecuencias son las mismas, pero el resultado es completamente diferente. Negar una nueva situación o unos nuevos hechos no modifica la manera de entender la realidad, no cuestiona nada, tan solo se rechaza como ajeno aquello que llega a su forma de entender el día a día. Pero cuando se niega una realidad hasta ahora invisibilizada por la propia sociedad, lo que se hace es reforzar el modelo existente sobre la afirmación de sus valores, y presentar los nuevos hechos como un ataque a las referencias que definen el orden dado. No es una simple negación, es una estrategia que reafirma los valores androcéntricos tradicionales que han definido la realidad hasta hoy.

No debemos caer en su trampa, la estrategia de la ultraderecha tiene más de “afirmacionismo” que de negacionismo, porque lo que quiere es que no se reconozca la injusticia social de la desigualdad, ni los privilegios que disfrutan los hombres, ni que se modifiquen las instituciones masculinas que limitan los derechos y oportunidades de las mujeres. Su grado de distorsión y manipulación es tan alto, que hasta utilizan a las mujeres de su entorno como portavoces de las medidas y ataques contra las mujeres que buscan la Igualdad para toda la sociedad. De ese modo hacen creer que defienden a las mujeres, cuando en verdad están reforzando los valores que las han discriminado y han construido una violencia contra ellas al amparo de la normalidad.

Todas esas acciones son golpes al Estado, golpes a la convivencia, a la democracia, y buscan la provocación para utilizar las reacciones como refuerzo de su estrategia de odio. Lo vimos el año pasado cuando responsabilizaron a las manifestaciones del 8M de la evolución de la pandemia, y lo vemos ahora al proponer la fecha del 8M como día para reconocer a las víctimas del covid-19. Una forma de provocar la reacción del feminismo, y un claro ejemplo de “afirmacionismo” en su mensaje del pasado año.

Golpe a golpe intentan destruir todo lo que no encaja en sus ideas, y cincelar la realidad para que se parezca a su modelo de referencia. No lo conseguirán, la Igualdad está hecha a prueba de golpes. Feliz 8M.

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Miguel Lorente Acosta es médico y profesor en la Universidad de Granada y fue delegado del Gobierno para la violencia de género.

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