PORTADA MAÑANA
Ver
El fundador de una sociedad panameña del novio de Ayuso gestiona los chequeos médicos de la Comunidad

Crisis del coronavirus

El Gobierno renuncia hasta el año que viene a despejar la principal incógnita de las vacunas: ¿previenen el contagio o solo la enfermedad?

Sede de Pfizer en Málaga.

"Son las preguntas centrales", reconocen los expertos: qué clase de inmunidad nos darán las vacunas contra el covid-19 que, si nada se tuerce, empezarán a distribuirse a los españoles en enero. Tras unas semanas de incertidumbre, escepticismo y anuncios de las farmacéuticas más grandes del mundo, la luz al final del túnel se aclara: la eficacia de los productos aún es provisional, pero es difícil que los porcentajes, cercanos al 90% la mayoría, bajen tanto como para hacerlos inviables. Y el Gobierno ya tiene un plan, a la espera del ok definitivo de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (Aemps): se servirá de los centros de salud para inmunizar, en primer lugar, a personal sanitario y residentes en centros para la tercera edad. Pero aún no se sabe si los compuestos elaborados por Pfizer, Moderna, Astrazeneca u otros prevendrán los casos graves, solo los casos leves de covid o lo que, consideran los virólogos, sería lo "ideal": que un vacunado no pudiera contagiar a otra persona el patógeno. Es posible, pero no probable, dada la dinámica de los coronavirus como el que nos ocupa. El Gobierno reconoce que no lo sabrá hasta que se empiece a distribuir y empiece a andar la estrategia de "vigilancia farmacológica" prevista: iniciaremos el camino hasta el final de la crisis sanitaria a ciegas. 

No hay certezas todavía y tardaremos en tenerlas. Lo repite el Ejecutivo, los epidemiólogos, los biólogos, los virólogos y cualquiera que controle el tema y no quiera repetir los excesos de confianza de marzo. Pero sí manejamos un buen número de aproximaciones y sospechas, uniendo lo que el mundo ya sabe de las nuevas técnicas de elaboración de vacunas, la información suministrada por las farmacéuticas y el conocimiento de nuestro sistema inmunitario. Con mucha probabilidad, estos compuestos protegerán a los adultos que los reciban de los síntomas leves del covid-19: con algo menos, de los síntomas graves. Pero queda por saber cómo reacciona el cuerpo de las personas mayores, con unas defensas mucho más debilitadas; y si, a pesar de la reducción drástica de los síntomas que se prevé –con la consiguiente descongestión de centros de salud y hospitales–, seguiremos contando con asintomáticos portadores del patógeno que puedan transmitirlo a otras personas, muchas veces sin saberlo. 

La investigadora del Centro Nacional de Biotecnología del CSIC Isabel Solá, que participa en la búsqueda de una vacuna española contra el nuevo coronavirus, explica cómo las farmacéuticas han ido aprendiendo en estas semanas qué información demandaba el público, adaptando sus notas de prensa según las carencias de la competencia. "La primera nota de prensa de Pfizer no decía nada de esto", de estas "preguntas centrales" aún sin resolver: si evita solo la enfermedad o también la transmisión. "Sencillamente hablaba de la eficacia y no daba más detalles". Moderna, al contrario, explicó que "no habían detectado casos graves entre las personas vacunadas", lo que "sugiere, no demuestra" que la solución puede proteger contra los síntomas más serios. Astrazeneca, unos días más tarde, aseguró yendo un paso más allá que no han encontrado asintomáticos, lo que puede significar que el compuesto protege también contra el contagio. Lo cual sería una excelente noticia, de confirmarse. "Es desde una nota de prensa. Hasta que no se vea...", afirma la bióloga. 

La investigadora Sonia Zúñiga, del mismo equipo, explica que el diseño de los ensayos preclínicos y clínicos de Pfizer y Moderna ha impedido saber si el contagio se evita al ser vacunado. Por una sencilla razón: no han realizado test a las decenas de miles de voluntarios que han utilizado, para saber si, aunque no mostraran síntomas, el SARS-CoV-2 estaba en sus organismos. "Es muy costoso. Si ya el ensayo clínico es desorbitado, hacer PCRs periódicas cada semana o cada dos semanas...". Astrazeneca y la Universidad de Oxford, sin embargo, sí lo han hecho, por lo que han podido suministrar algo más de información provisional. 

Sin embargo, que una vacuna cierre todas las puertas posibles a la transmisión es difícil, a pesar de las buenas noticias preliminares de Astrazeneca. "La mayoría de las vacunas de la gripe protegen de la enfermedad", no del contagio, explica Zuñiga. Los ensayos que hicieron tanto Moderna como Astrazeneca en macacos señalan a esta posibilidad, aunque evidentemente el cuerpo humano no funciona igual que el de un primate. "Vieron que la infección que generaba este virus tras ser vacunados era bastante leve, pero también vieron que no desaparecía completamente el virus. De acuerdo con este resultado, parece que la eficacia va más en la línea de evitar síntomas severos que en proteger de la infección", confirma Solá. 

"Lo ideal", prosigue la investigadora, es llegar a una "inmunidad esterilizante": que la vacuna impida que el SARS-CoV2 se propague dentro del cuerpo, y que no se pueda transmitir a otras personas. "Cuando lo que sucede es que protege de las formas más severas, es bienvenido y es fantástico pero en la medida que el virus puede replicarse eso hace que el patógeno se siga manteniendo. Las personas que no están vacunadas pues seguirían siendo vulnerables porque seguiría habiendo virus". Por lo tanto, la llegada de la normalidad se retrasaría más en caso de que la inmunidad esterilizante no se alcance.

Fuentes de la estrategia española de vacunación apuntaron, sin embargo, que el descenso drástico de casos graves, además de la obvia descongestión de los hospitales y la bajada de la mortalidad, podría llevar a una reducción de la transmisión, ya que muchos asintomáticos o con síntomas leves cuentan con una menor carga viral, que dificulta el contagio. ¿Desactivaría este escenario la emergencia sanitaria? "Podría ser", admite Solá: "pero no necesariamente". "La capacidad de un virus para hacer daño no siempre depende de la cantidad de virus que haya", ya que en muchas ocasiones no es el propio SARS-CoV2, sino una respuesta inmunitaria exagerada del cuerpo, lo que conduce a la muerte, replica. En caso de que las vacunas no protejan de la infección, solo la distribución a un porcentaje mayoritario de la población evitaría en último término ingresos en UCI relacionados con el covid: un escenario que tardará aún meses en llegar.

Estas mismas fuentes explicaron que los Gobiernos no podrán saber con un 100% de seguridad qué efectos tendrán las vacunas hasta que no se distribuyan a la población. Las mismas limitaciones de los ensayos de las farmacéuticas lo impiden. Por lo que el Ejecutivo español ejecutará una estrategia de "vigilancia farmacológica" para obtener estas respuestas. No solo se tratará de colas en el centro de salud para inyectarse y volver a casa: los profesionales de Atención Primaria harán seguimiento a los vacunados no solo para reaccionar ante posibles efectos adversos, también para obtener datos de cómo funciona la inmunidad inducida. "Siempre hay una vigilancia farmacológica, incluso para vacunas que ya sabemos que funcionan muy bien", explica Zúñiga. "Es lo que se suele llamar la Fase IV", aunque con el covid, con motivos obvios, se hará con más empeño. La investigadora del CSIC es optimista: "En España la red de vacunación es muy buena y está puesta a punto". 

¿Y qué pasa con los grupos de riesgo?

Mariano Esteban, investigador de la vacuna española: "No somos los primeros porque no tenemos los mismos recursos"

Mariano Esteban, investigador de la vacuna española: "No somos los primeros porque no tenemos los mismos recursos"

Otra de las grandes incógnitas de la vacuna es la que afecta a uno de los grupos de riesgo ante el covid-19 más numerosos: las personas mayores. La dura experiencia vivida durante la primera ola hace evidente que los ancianos son más vulnerables de sufrir cuadros clínicos graves y de fallecer ante la enfermedad, sobre todo si contaban con patologías previas. Por lo que cualquier estrategia de vacunación con sentido los colocará como prioritarios. Pero... ¿funcionará igual de bien con ellos? Hay dudas razonables. "En las personas mayores, a medida que nuestro sistema inmune decide que somos viejos, se produce la llamada inmunovejez: no se regeneran tantos anticuerpos y hay menos variedad de ellos", explica la doctora en Bioquímica de la Universidad de la Rioja Carmen Álvarez. Además, "una gran parte de la inmunidad celular funciona mucho peor. Por eso la gente mayor, a partir de los 60 o 65 años, responde muy mal a cualquier tipo de vacunas". 

Pero en ese sentido, explica Zúñiga, "sí que va a haber datos de estas personas", porque han sido incluidas en los ensayos de las farmacéuticas, sin tener que esperar a las comprobaciones a posteriori de las administraciones sanitarias. Aunque lo normal sería que los vacunados de edad avanzada generaran una respuesta inmunitaria más pobre, aún no se sabe nada. Y el Gobierno aguarda esta información para tomar decisiones sobre qué vacuna se administrará a qué grupo, en caso de contar con varias aprobadas por la Aemps: puede pasar que una de ellas funcione mejor en los ancianos y peor en los niños, por ejemplo, o al revés. 

En todo caso, el optimismo prudente se mantiene tanto en el Ejecutivo como en los expertos. Los resultados difundidos hasta ahora son buenos, y con probabilidad varias vacunas se distribuirán en el país a partir de enero con una eficacia demostrada. Sin embargo, si evitan el contagio además de la enfermedad, los plazos para volver a un mundo sin pandemia se acortarán. Aún queda mucho para quitarnos la mascarilla, eso sí. 

Más sobre este tema
stats