La portada de mañana
Ver
Cinco reflexiones cruciales para la democracia a las que invita la carta de Sánchez (más allá del ruido)

Pablo Iglesias sale del Gobierno

El último Consejo de Ministros de Iglesias: la mañana en que casi todos lo quisieron

El último Consejo de Ministros de Pablo Iglesias

Pablo Iglesias sube los cinco escalones que dan acceso al edificio del Consejo de Ministros de Moncloa algún minuto antes de las nueve de la mañana. Como siempre, le recogen el abrigo a la entrada para depositarlo en el ropero y él se dirige a la salita en la que, en una hilera de mesas bajas, hay desplegadas bandejitas de churros fríos y bollería industrial dulce y salada. Ya hay otros ministros en la sala.

Iglesias solo se sirve un café con leche y le pide a Yolanda Díaz, Irene Montero y Alberto Garzón reunirse en un aparte para tratar un par de asuntos importantes de trabajo. Antes de que alguien dé la orden de disolver el desayuno para pasar a la reunión del Consejo, el presidente del Gobierno se acerca a ese corrillo de políticos de Unidas Podemos.

Pedro Sánchez saluda con afecto al hombre que vive su último día en la oficina y le invita a ser él quien, a modo de despedida, cierre con unas palabras el solemne cónclave de ministros que está a punto de empezar. Iglesias acepta y le agradece el gesto.

Al pasar a la sala de reunión le están esperando varios altos cargos que se han acercado a despedir en persona al vicepresidente. Allí está el secretario de Estado de comunicación, Miguel Ángel Oliver, y también le espera el jefe de Gabinete de Presidencia, Iván Redondo, con quien se acaba dando un abrazo.

Dentro, Iglesias defiende una última medida de su departamento: 238 millones de euros a disposición de las Comunidades Autónomas para mejorar la asistencia a las personas dependientes. Concluido el orden del día, el presidente del Gobierno toma la palabra para despedir al hombre con el que se batió a vida o muerte en mil batallas políticas, y con el que ha acabado gobernando codo a codo una pandemia de incalculables consecuencias sanitarias, sociales y económicas.

“Han sido tiempos duros, muy duros, que jamás hubiéramos imaginado vivir. Y por eso quiero agradecerte de corazón, Pablo, tu compromiso, tu responsabilidad y tu dedicación”, le dice Sánchez. Al escuchar al presidente, la ministra de Trabajo empieza a esforzarse por contener las lágrimas, algo que no consigue cuando el que toma la palabra es Pablo Iglesias para, finalmente, despedirse del Gobierno.

En la primera parte de su intervención hace lo que, probablemente, más echa de menos de sus tiempos de profesor universitario: exponer su propia radiografía política del momento. Teoriza el razonamiento que llevó a la práctica en la negociación de los Presupuestos: con la derecha y la ultraderecha en tándem, las mayorías de gobierno han de pasar por alianzas sólidas entre el PSOE y el resto de espacios de izquierdas en sus diferentes versiones, incluyendo a las fuerzas nacionalistas e independentistas. Y señala a Madrid como el principal flanco desde el que la derecha pretende rearmarse para poner en riesgo ese proyecto. Razón, argumenta, por la que considera que su papel político tiene ya más utilidad en esa plaza que en la propia sala desde la que habla.

Las otras 22 personas presentes escuchan con atención el discurso de despedida del hombre que tanto trabajó por llegar al lugar desde el que ahora, por decisión propia y volviendo a sorprender a todo el mundo, se marcha. Muchos ministros socialistas reconocen asistir a la escena conscientes de la trascendencia política de ese adiós: “No es ninguna anécdota. Caiga bien o caiga mal Pablo Iglesias es un personaje político de primer orden que ha participado en el primer gobierno de coalición en 80 años. Es un momento importante”.

Al final, el todavía vicepresidente pone en valor el trabajo de su equipo y traslada un mensaje de continuidad, destacando el “enorme crecimiento político de personas como Alberto, Irene o Yolanda”. Y hace algo que nadie esperaba: personalizar el capítulo de agradecimientos en algunos ministros del PSOE.

A María Jesús Montero le recuerda “la de veces que he ido a pelearme contigo por tantas cosas y has acabado desarmándome con tu simpatía”. A Carmen Calvo le agradece la colaboración. Al presidente le reconoce su admiración por imponerse en las primarias del PSOE “contra todos y contra todo” y por su templanza en los momentos más difíciles de la pandemia.

“Y quiero hacer una mención especial para quien es mi debilidad en el PSOE”, anuncia Iglesias mirando a Ábalos. “Admiro profundamente las agallas que tienes, José Luis, pero también admiro tu sensibilidad. Presidente, si algún día Fernando (Grande-Marlaska) se cansa, ahí tienes a un buen ministro del Interior”.

La mayoría ríe con ese último comentario de Pablo Iglesias, pero el aludido ministro de Transportes incluso se emociona. Un poco por las palabras que le acaban de dedicar, y otro poco porque la mujer que tiene sentada a su lado, Yolanda Díaz, ha perdido definitivamente la batalla contra las lágrimas.

“Ha sido un verdadero honor servir a mi país”, concluye Iglesias, y todo el mundo rompe en un sonoro aplauso. Todo el mundo excepto Margarita Robles. “No es que no aplaudiera, es que hizo ostentación. Quería que se notara”, describe un ministro.

Finalizado el último Consejo de Ministros de Pablo Iglesias, casi todo el mundo se acerca para despedirse de él, mostrarle cariño y desearle suerte. Carmen Calvo, por ejemplo, le recuerda que “tienes mi teléfono para lo que necesites, ¿eh?”. Con Iceta coincide en que se les queda corto el periplo juntos.

Es José Luis Ábalos, “su debilidad socialista”, quien se muestra más afectuoso. “Nunca nos hemos abrazado, pero hoy me gustaría darte un abrazo, Pablo”. A esas alturas la ministra de Trabajo sigue sin controlar aún la llorera y nadie sabe ya muy bien dónde está la ministra de Defensa.

Más sobre este tema
stats