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Lecturas infalibles

El 'tiempo recobrado' de Laura Freixas

La escritora Laura Freixas.

Finales de los setenta. Una joven Laura Freixas (Barcelona, 1958) cursa, sin mucho entusiasmo, segundo de Derecho. Estaba lejos aún de convertirse en la escritora, traductora, crítica, editora y activista feminista que ha marcado, en las últimas décadas, la forma de entender la literatura escrita por mujeres en España. Pero había ya algo evidente: el hechizo que producían en ella las páginas de una novela estaba a años luz del tedio de los manuales legales. La Freixas de 19 años ha decidido escuchar a su madre y se acerca a la obra cumbre de Marcel Proust, En busca del tiempo perdidoEn busca del tiempo perdido, un libro que ahora, décadas más tarde, describe como "un libro maravilloso e inagotable". No sería una lectura más. Y por eso no duda en recomendarla dentro de esta sección en la que escritores y periodistas señalan un clásico al que regresar en las tardes de verano. 

 

"Mi madre, que ha sido siempre mi mentora literaria", cuenta la escritora por correo electrónico, "no dejaba de decirme que lo leyera, proponiéndome que empezase por una parte que se puede leer aislada del resto: Un amor de Swann". Esta es la segunda sección de Por el camino de Swann, el primer volumen de los siete en los que está dividida la monumental obra de Proust. Publicado entre 1913 (cuando el autor francés llevaba ya siete años dedicado a su escritura) y 1922, es una de las novelas más voluminosas de la historia de la literatura, con más de un millón y medio de palabras. La edición de La Pléiade, la colección más prestigiosa de las letras francesas, la reúne cuatro tomos de, en total, más de 7.000 páginas, incluidos los comentarios a la obra. Es decir: no es un libro más, sino todo un proyecto de lectura. 

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Un amor de Swann, historia independiente que relata el amor de Charles Swann por Odette de Crécy, suele ser recomendado como puerta de acceso a la novela. En el caso de Freixas, funcionó: "Por fin le hice caso... y me quedé tan deslumbrada que lo leí todo, del principio al final, las 4.000 páginas o 5.000, no sé". La escritora pasó a tener una doble vida: la de la universidad, sus amigos y sus preocupaciones, y la del narrador creado por Proust, cuyo nombre jamás se revela, desde las famosas magdalenas que, mojadas en té, le hacen regresar a los recuerdos de su Combray natal. "No me importaba el Derecho ni me importaba nada", dice la novelista, "vivía sumergida en el mundo de Proust". No estaba sola. Un compañero de clase estaba leyendo también En busca del tiempo perdido y establecieron su propio club de lectura: "Se nos iban las horas hablando, en la cafetería de la Facultad, de Charlus, de Madame Verdurin, de Françoise...". 

Freixas confiesa que el libro influyó "muchísimo" en su escritura. Sobre todo, precisa, en "la conciencia del tiempo como 'gran escultor' que modela, que cambia a las personas y las cosas". Su último título publicado tiene que ver con esto: Todos llevan máscara (Errata Naturae) es la segunda entrega de sus diarios tras Una vida subterránea, y recoge sus notas escritas entre 1995 y 1996. No es solo que la escritura diarística comparta intimidad con la labor de Proust, o que la literatura ocupe en los diarios de Freixas el mismo espacio central que ocupa en En busca del tiempo perdido. La propia decisión de publicar un diario con 20 años de distancia establece una relación con la Freixas que fue que solo puede llevar a la reflexión sobre ese "gran escultor" que controla la vida humana. Y hablando de tiempo: para leer la novela del escritor francés hay que reservarse un poco. 83 horas y media tardaría un lector en acabarla, si se lee, como se suele, a 300 palabras por minuto. Pero sería, como el título de su último tomo, un tiempo recobrado

 

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