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Cien años del nacimiento de Fernán Gómez, el cineasta que ganó tres premios Goya en una noche y no pasó a recogerlos

Fernando Fernán Gómez en la película 'La lengua de las mariposas'.

Mauro Tortosa

En el año 2000 perdió la paciencia con un hasta entonces admirador que le pidió un autógrafo y convirtió su “¡Váyase usted a la mierda!” en una famosa frase que pasaría a la historia. Era hijo y nieto de grandes actores, una profesión que pronto adoptaría y le seguiría hasta el último de sus días. A los 16 años empezó a estudiar declamación con Carmen Seco en una escuela de actores de la CNT. En su primera función en el Teatro Eslava con una compañía de vodeviles el miedo escénico se apoderó de él y le impidió pronunciar las dos frases de su papel. Llegó a decir que se retiró del teatro porque los espectadores le molestaban. Trabajó en más de 180 películas y este año se cumplen cien años de su nacimiento: hablamos de Fernando Fernán Gómez (Lima, 1921 – Madrid, 2007) el actor, cineasta y escritor que nunca dejó indiferente a nadie.

Los periodistas solían decir que era un personaje muy “polifacético”, pero este adjetivo no le solía hacer mucha gracia. En ese sentido, cada vez que lo llamaban así, recalcaba que no sabía hacer otras muchas cosas como conducir, bailar o cazar. “Hago infinidad de cosas corrientes muy mal y solo hago tres o cuatro, que no es que las haga bien, pero que me he profesionalizado en ellas”, contestó a una entrevista. Esas “tres cosas” eran interpretar, dirigir y escribir. Gracias a ello, trabajó en centenares de películas, dirigió 25 largometrajes y escribió una docena de obras teatrales. Con Las bicicletas son para el verano (1984), ganó el premio Lope de Vega y una gran popularidad entre el público madrileño.

Hijo y nieto de grandes actrices

Su madre era actriz de teatro, se llamaba Carola Fernán Gómez y le dio a luz durante una gira por América. Su abuela, la gran actriz María Guerrero, nunca aprobó la relación de su hijo Fernando Díaz de Mendoza Guerrero (padre de Fernán Gómez) con su madre y la envió de gira por Latinoamérica con el ánimo de acabar con el amor entre ambos jóvenes. Lo que no sabía la temible y dominante Guerrero era que cuando esta embarcó, ya estaba embarazada. A los tres años el futuro actor llegó a España, pero no fue hasta 1984 cuando recibió la nacionalidad española.

Pasó media vida entre bambalinas, camerinos y estudios de cine. Enrique Jardiel Poncela, uno de los escritores cómicos más importantes de su época, fue su mentor. Así lo reconoció él en sus memorias El tiempo amarillo (1990). Bajo sus órdenes teatrales, debutó en el montaje Eloísa está debajo de un almendro (1940). Un éxito que luego lo llevaría a interpretar el personaje de Pelirrojo en Los ladrones somos gente honrada (1941), estrenada en el Teatro de la Comedia de Madrid. El propio Poncela había modificado uno de sus personajes para ajustarlo a su medida. Durante los ensayos de Los habitantes de la casa deshabitada, dirigida por el mismo director, conoció a su futura esposa, María Dolores Pradera, con la que tuvo dos hijos: Elena y Fernando. Acomplejado del papel que le había dado Poncela, un papel “corto, feo y, encima, de esqueleto”, escribe en sus memorias, pensó que nunca aquella chica rubia que apareció por el teatro como meritoria se fijaría en él.

Pero del teatro saltó al cine y fue con Cristina Guzmán (1943), comedia dirigida por Gonzalo Delgrás, donde trabajó con los nombres más conocidos de la cinematografía española del momento. Ese mismo año también interpretó otros personajes para directores como Juan de Orduña o Ignacio F. Inquino. Más tarde, en los años cincuenta, protagonizó Esa pareja feliz (1951), un filme dirigido por Luis García Berlanga y Juan Antonio Bardem. No fue hasta Moros y cristianos (1987), treinta y cinco años después, cuando se puso otra vez bajo la dirección de Berlanga. Luego como actor se sumarían otros títulos como Vida en sombras (1952), dirigido por Lorenzo Llobret Gracia, Aeropuerto (1953), Nadie lo sabrá (1953), Morena clara (1954), El fenómeno (1956) y una larga lista de largometrajes.

Fue la persona que más humilló al actor Enrique San Francisco. Así lo reconoció él en 2018 en una entrevista en el programa Chester presentado por Risto Mejide. “Una vez llegué en un estado lamentable de Ibiza e hice una grabación para El pícaro (1974). Fernando me dijo que lo había hecho muy bien, pero cuando lo vi por televisión me había doblado otra persona”, contó en el programa.

Su filmografía triunfó en la segunda edición de los Goya

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La llegada de 1987 sería un año de suerte para su filmografía. Los Premios Goya se celebraban por primera vez y El viaje a ninguna parte (1986), dirigida y escrita por él, se llevó el triplete en aquella gala: mejor película, mejor dirección y mejor guion. Todo para Fernán Gómez y la productora del filme, Ganesh S.A. Tres en uno. Y, por si fuera poco, esa misma noche, el Goya al mejor actor protagonista por Mambrú se fue a la guerra (1985), película que también había dirigido, fue para él. Pero a pesar de tanta euforia, el actor nunca se llegó a presentar en la sala Lope de Vega para recoger los cuatro bustos que había diseñado el escultor Miguel Ortiz Berrocal. Su ausencia se debió a motivos no especificados, como reseñó Pedro Crespo en su crónica en ABC. Otros rumores apuntaban a que se quedó durmiendo porque estas ceremonias “le ponían muy nervioso”.

Los discursos del cineasta en aquellas ceremonias quedaron grabados para siempre en la memoria colectiva de los españoles. En la segunda edición, celebrada en el Palacio de Congresos de Madrid el 22 de marzo de 1988, en su discurso se dirigió a los no premiados con un tono irónico y muy atrevido. “Propongo una gran fiesta de consolación, lujuriosa, cachonda, con mucho alcohol y porros, y coca para los que lo hubieren menester”, pronunció entre risas y aplausos del público.

Los Goya siempre fueron generosos para Gómez. En la vitrina de su casa acumuló nada menos que seis estatuillas, siendo el segundo actor con más galardones después de Javier Bardem y al que le siguen Luis Tosar y Juan Diego. El último como director se lo llevó con la película Lázaro de Tormes (2001), que dirigió junto a José Luis García Sánchez. Retirado ya de las largas giras teatrales, decidió que una de sus últimas apariciones en el cine fuera como entrevistado para una película documental llamada La silla de Fernando (2006), dirigida por David Trueba y Luis Alegre. Con este filme conocimos la vida más íntima del cineasta gracias a sus conversaciones sobre su juventud, las noches en Madrid, el amor o la Guerra Civil.

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