Un año desde que peté

Hoy hace un año que escribí a Daniel Basteiro, ese director que se juega su ganado prestigio dejándome escribir aquí, para pedirle que me librara una semanita de colaborar con infoLibre porque la ansiedad me estaba comiendo y no podía ni con el cuerpo. Me cogí unos días, reforcé la terapia, me rearmé y tiré para adelante. Al principio, como pude. Luego, como quise. Ahora, hasta sobradito.

En este tiempo he aprendido que sin estar alegre estoy bien mientras esté tranquilo y tenga todo en su sitio, que nadie me quiere más que yo y que eso es bastante aunque quiera más, que puedo con más cosas de las que creo y que soy un tío bastante mejor de lo que me creía. Que puedo resolver las dificultades asumiendo mi parte de culpa y no toda, e incluso, oh magia, que hay veces que no tengo la culpa yo de lo malo que pasa. Que la felicidad no existe pero que estar bien es la hostia. Que necesito ayuda para muchas cosas pero que puedo con más. Que me merezco lo bueno que me pasa. Que me merezco a la buena gente que me cruzo. 

La psicóloga me prohibió decir "bien" o "mal" cuando me preguntaba cómo estoy, pero como no me estará leyendo, diré que estoy bien. Muy bien. He aprendido que estar bien durante un tiempo prolongado es exactamente lo que significa estar muy bien. Que cuando no lo estoy, sé cómo actuar. Que la tranquilidad no es solo lo que buscaba el chaval aquel en la piscina, sino que es el estado al que aspirar. Ahora me puedo permitir arriesgar e ir a por las sensaciones fuertes porque sé que no me sobrepasarán cuando se vuelvan en contra. 

Si tú estás en paz, dejas a los demás en paz. Entiendo que esta es una fórmula que igual solo me funciona a mí, pero la realidad es que me va bien

Pensando en qué poner en esta columna, iba a escribir que me ha ayudado que en este año no me ha pasado nada demasiado traumático. Quizá sea eso o que lo que en otro tiempo eran hechos catastróficos en los que regodearme para culparme hasta de la muerte de Kennedy, ahora son momentos que se pasan y hasta de los que terminas disfrutando, porque cuando sales reforzado o con un aprendizaje valioso te sube mucho la autoestima. De hecho, tengo la autoestima más alta de mi vida. Con mucha diferencia.

Canalizo la ira y el rencor solo políticamente. Tengo poco o nada en mi vida personal y esa condena me la quité como consecuencia de todo lo demás. Me he dado cuenta de que siempre que me he comportado mal con otros u otras ha sido porque yo me sentía mal, y no siempre con ellos o ellas. Si tú estás en paz, dejas a los demás en paz. Entiendo que esta es una fórmula que igual solo me funciona a mí, pero la realidad es que me va bien. Y mientras sea así, seguiré en este camino.

Además, también me he dado cuenta de que la cantinela del autocuidado está fantástica, pero uno no la puede utilizar para joder a los demás. Quererse no implica desentenderse de los otros. Al contrario. De hecho, quien aparta a quien no se lo merece o hace daño a los demás bajo el pretexto de su propia salud mental no es más que un egoísta que ha encontrado una coartada perfecta. Sé que puedo ser casi todo solo, pero también que solo seré lo que quiero con los demás.

Ya no voy a terapia. A veces pienso que debería y espero saber volver antes de que lo necesite. A cambio, le he mandado a mi psicóloga a unos cuantos pacientes que me pidieron consejo a raíz de aquella columna que escribí aquí o de una entrevista al respecto que me hizo Ana Pastor. No me gusta hablar de mí mismo, no me aporta nada, pero sí que siento que he ayudado hablando. Unas psicólogas me invitaron a una copa en un bar un día en agradecimiento. ¿Qué más se puede pedir?

Escribo esto, una vez más, para que quien no esté bien, busque ayuda y para que vea que se sale. Y se sale bien. Con rasguños, pero es que las cicatrices también son sexis. Estoy mejor que nunca no solo cuando estoy bien: también cuando las cosas van peor. Estar mal no es normal. No os dejéis. Un año después, creo que lo puedo asegurar.

Más sobre este tema
stats