Madrid, tercer mundo sanitario

La Gerencia de Atención Primaria de la Comunidad de Madrid ha emitido un documento en el que elabora el protocolo de actuación en caso de que no haya médicos en sus centros de salud. Realmente es algo necesario porque ya no es un caso aislado ir a uno y encontrar que no hay médico de familia. Considera la Comunidad que los madrileños no merecen el mínimo de que les atienda una médica y que se deben apañar con quien haya, normalmente una enfermera. Como en los países en emergencia, uno recibe la atención médica que se puede. 

Es lógico que elaboren un protocolo porque va a ser una situación cada vez más habitual. En el último MIR, quedaron vacantes (se ofertaban trabajos pero no los quisieron) 211 plazas. Hace poco, la comunidad ofertó 98 plazas, 98 trabajos para médicos en un país como este, que no es Suiza, y el 80% no fueron ocupadas. Es decir: muy poca gente quiere trabajar en la Atención Primaria madrileña. No ocurre ni en otras comunidades autónomas ni en otros lugares del mundo, lo que sitúa a Madrid en una situación realmente sonrojante. Una especie de tercer mundo sanitario en el que nadie quiere trabajar.

Cualquier análisis medianamente objetivo tras el sufrimiento del sistema público de salud en la pandemia hace evidente que hay que reforzar la primaria como dique primordial de nuestra Sanidad. El deterioro que ha sufrido no es una negligencia: es una decisión política. Madrid ha decidido desmantelar su sistema público de salud por la vía de los hechos y es un tema tan incuestionable como que un gobierno profundamente liberal está debilitando deliberadamente las condiciones de la demanda de empleo público en Sanidad. Conocen perfectamente las leyes de la oferta y la demanda y la están interviniendo así, convirtiendo los puertos de trabajo en vertederos laborales. Saben perfectamente que es la manera de cargárselo. Es decir: abogan por la desprotección universal de la salud de sus ciudadanos.

Es decir: Madrid va hacia atrás en la perspectiva de los derechos humanos básicos de su población, pero, como esto es muy fuerte de defender, el siguiente paso es controlar la escuela para tratar como adoctrinamiento las enseñanzas basadas en estos

Ya sabemos que estamos ante un modelo, el del PP, en el que solo se alcanza una vida básica de calidad mínima con dinero. Esto, que desde la perspectiva de los derechos humanos es un paso atrás civilizatorio sin matices, es la punta de lanza de las políticas de la derecha extrema y la extrema derecha madrileñas, que además se va a consolidar por sus futuras y evidentes victorias electorales. Fruto, entre otras cosas, de la incapacidad de la izquierda madrileña de ejecutar una oposición mínimamente efectiva en lo electoral.

Es decir: Madrid va hacia atrás en la perspectiva de los derechos humanos básicos de su población, pero, como esto es muy fuerte de defender, el siguiente paso es controlar la escuela para tratar como adoctrinamiento las enseñanzas basadas en estos. Los derechos humanos como enemigos del capital desbocado. Sus hijos se tendrán que defender solos. La escuela no les va a ayudar.

Lo que parece una utopía ultraliberal debería contentarse desde posicionamientos diametralmente opuestos, pero el partido que en España, por su fuerza electoral, tiene el poder de revertirlo (porque el modelo madrileño se exportará a la nación) no para de marcar un perfil cada vez más socioliberal y menos socialdemócrata en lo económico, con lo que la posibilidad de un dique fuerte y sin poros no existe. No habrá un muro de contención batallador. Con lo que es cuestión de tiempo que lo que ahora son pequeñas goteras acaben siendo el derribo de la presa del estado del bienestar, si es que eso existe ya en España.

El avance de las políticas que restringen los derechos humanos básicos es casi una realidad palpable si nos atenemos a la representación electoral que le dan las encuestas en el ciclo que viene. Hay mayoría entre quienes quieren elaborarlas y quienes van a hacer un oposición tan tibia que solo van a retrasar lo inevitable. La cuestión evidente es cómo y cuánto se deteriorarán las condiciones básicas de la mayoría de la ciudadanía. No pinta bien. Y ya no sé si hay tiempo.

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