Escrutinio, Barbie y los marcianos

Cada fiesta tiene su octava: tras el batacazo electoral de la acorazada Brunete, el gremio de cuchilleros cuelga el cartelito de sin existencias. Ha llamado un tal Rodríguez, que lo compra todo. Los afiladores dan serenata con sus chiflos a la sombra del balcón de Génova. Doña Isabel, sorbiéndose el hilillo de sangre de la comisura, tranquiliza al personal: mi lealtad es incuestionable. Casado, Aguado y Monasterio gritan oles desde la tumba.

Los encuestadores desfilan a la funerala. Centenares de redactores cobrando en cheques comedor para que los adivinos hagan el canelo. «Trackings, necesitamos más trackings ¡y fotos de Spiderman para la portada!». El resto de pecunios, a los columnistas de relumbrón. Mucho mea culpa, pero (por lo que sea) a ninguno le han movido el asiento. La meritocracia, qué cosas tiene.

Un militar retirado (comandante Michavila, ¡presente!) ha visto ovnis. David Grusch, oficial de cráneo robusto y mirada ojijunta, jura que los marcianos existen, que el gobierno lo sabe y que el mismísimo Mussolini rescató un platillo con la complicidad del Vaticano y la Commonwealth. ¿Las pruebas? Se las comió mi perro. Ejem, quiero decir: remitidas a la autoridad competente.

La de aquí, nuestro señor, el rey católico, anda intranquilo. Uneasy lies the head that wears a crown! Espejito, espejito, dime… ¿a quién le proponemos la investidura? Los monárquicos salen de sus almidonadas guaridas para defender al soberano: don Felipe, verdadera víctima de la fragmentación parlamentaria. Una comparsa de marmolillos aplaude entusiasmada. «¡Que gobierne la lista más votada!», gritan despendolados. «¡Sí a Feijóo, no al Frankestein!» Constitucionalistas, pero no mucho. Marhuenda, contente, ¡carajo, que enseñas Derecho! Está que arde: hay gente estampándose camisetas con los arrumacos aznarianos a Arzalluz y a Pujol. El nacionalista bueno luce cortinilla. A rebufo, los orates más brillantes de la patria proponen (ooootra veeeez) una gran coalición. ¿El sanchismo?, pelillos a la mar. Trapiello, incluso, ha interrumpido sus obligaciones en el Rastro (cada cual escoge un tema a su altura) para sugerir la refundación de Ciudadanos. Faltan Solanas en el Reina Sofía y un escaño para el zombi de Suárez.

Boyero ha reconocido, en los sacrosantos micrófonos de la SER, que no ha entendido Barbie. Cuarenta años pontificando sobre cine y se le atraganta un blockbuster palomitero

Paren las rotativas: Rosalía se ha peleado con el novio. Gran conmoción, insoportable tristeza mientras no lo cante por seguiriyas; ahí, la tenemos. Los fanses más talmudistas están repasándose la hemeroteca: «fíjate, fíjate, en este concierto levantó la ceja medio centímetro más de lo habitual. ¡Intentaba decirnos algo!». No hay que desperdiciar la oportunidad de convertir la penuria más intrascendente de un rico en un motivo de inmolación. Así se hace la historia, camaradas.

Otra caidita de Roma. Boyero ha reconocido, en los sacrosantos micrófonos de la SER, que no ha entendido Barbie. Cuarenta años pontificando sobre cine y se le atraganta un blockbuster palomitero. Propongo un examen retrospectivo de sus obras completas: a saber la de cosas que se le habrán escapado. Para auxiliarle en estos momentos de dificultad, un batallón de sobreanalizadores ha emprendido la heroica batalla de empanar en teoría el último producto masivo de la industria cultural tardocapitalista. ¡Bravo! Y luego, para descansar, una entradita para Oppenheimer, que Nolan se empana solo.

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