Grandes calamidades nuestras de cada día

Decimosexto golpe de Estado en lo que va de trimestre. No sé de qué nos quejamos: tenemos una democracia de adamantium. Acero para los barcos. "La derecha ha secuestrado al Constitucional"; "entonces quisieron parar el pleno con tricornios, hoy con togas", dicen. "Ustedes quieren reescribir la historia", replican. "Tejero vino a por nosotros".

Lamento contar lo que habrán leído veinte veces, pero allá vamos. El gobierno más donde dije digo de la historia ha apañado lo de la sedición y lo de la malversación deprisa y corriendo. Sus socios aplauden con orejas, manos y pies. Siguiendo su costumbre ancestral, ha presentado los asuntos envueltos en un batiburrillo de mil demonios, para que si votas en contra también le estés quitando los columpios a los niños o las subvenciones de las dentaduras postizas. Es admirable que la clase política se haya ofrecido como conejillo de indias del antipunitivismo, por si produce reacciones adversas. Por lo visto, se ha documentado el caso de un alcalde que desvió fondos públicos muy a su pesar. Puso, incluso, cinco euros de su bolsillo. En estos momentos, una cuadrilla de entomólogos trabaja para el hallazgo.

Mientras tanto, la intrépida derecha nacional fue con un papelote donde el Constitucional (cuya renovación está bloqueada porque unos pérfidos vocales conservadores se están mineralizando en sus poltronas del cegépejota) para que parasen los desmanes de la mayoría parlamentaria antes incluso de que se produjeran. Minority Report. Pero, ¡tate!, que en el atadillo apresurado que el Gobierno ha presentado a las Cortes se escondía un desatascador del órgano de gobierno de los señores enlutados y con puñetas en las bocamangas. Gran carajal con el Código Penal.

Mientras tanto, la intrépida derecha nacional fue con un papelote donde el Constitucional para que parasen los desmanes de la mayoría parlamentaria antes incluso de que se produjeran. 'Minority Report'

Ni al Gobierno parece importarle calzar asuntos de suma importancia saltándose los cauces habituales ni a la leal oposición de su majestad le molesta fastidiar la separación de poderes. Los unos ilegítimos, los otros golpistas. Dice Abascal que está escribiendo, con caligrafía de cuadernillo Rubio, otra moción de censura. Lo que sea con tal de no dar un palo al agua. Mientras tanto, los nacionalistas ponen el cucharón, porque las tradiciones hay que respetarlas. Estarán temblando, porque el presidente ha dicho que referéndum nanai, así que antes de la primavera estarán votando. Los "contra España vivíamos mejor" se van a escuchar hasta en Pernambuco.

Siguiendo con las tropelías, el domingo termina el Mundial sin que los sonoros golpes de pecho de los comunicadores más comprometidos hayan surtido ningún efecto. La otra mañana, en la tertulia más escuchada y progresista de la radio española, la locutora preguntaba a sus tertulianos (con gran desparpajo) con qué equipo irían. Por lo visto ha habido "muy buen fútbol" y los periodistas deportivos que se ponen los auriculares en la frente están muy enfadados porque Ibai ha entrevistado a Luis Enrique.

Llevo unas semanas de viaje y en el hotel tengo televisión, así que me he tragado mucha propaganda lacrimógena en favor del capitalismo navideño más feroz. (No me hago el esnob, en casa veo muchísima basura, pero por streaming). Hay un comercial en el que un abuelo cadáver deja en herencia a su nieta una cuenta de Filmin. Un viejo generoso, ¿eh? "El mejor cine en una plataforma programada por un chimpancé con una FP", canturreaba el jingle. Para colmo de desgracias, Campofrío ha sacado su habitual lavado de imagen navideño. Este año, una recua de paniaguados quieren dejar "coraje" a las nuevas generaciones. La charcutera, por su parte, se compromete a legar seis litros de estiércol porcino por cada loncha de jamón york que se compre, para que el cliente pueda envenenar el acuífero que prefiera.

Para terminar, una minucia. Putin volvió a bombardear Ucrania, dejando a nuevas ciudades sin luz ni agua. ¿Recordáis cuando esto nos importaba muchísimo y no escribíamos de otra cosa? Ah, qué tiempos aquellos.

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