El Audi y el Falcon

En 2009, Alberto Núñez Feijóo fue elegido presidente de la Xunta de Galicia por un puñado de votos. Solo por un escaño más que los que obtuvo la izquierda del PSOE y del Bloque Nacionalista Galego. No es exagerado decir que el socialista Emilio Pérez Touriño perdió la Presidencia gracias a la patraña bien perpetrada por su adversario político: el Audi.

La argucia consistió en acusar a Touriño de ostentación y despilfarro por haber comprado un Audi blindado por medio millón de euros. Se trataba del mismo Audi que utilizaban decenas de altos cargos del Estado, incluyendo muchos presidentes regionales. El mismo modelo de coche que le salvó la vida a Aznar protegiéndole de la explosión de una bomba colocada por ETA. El grado de ensañamiento, hipocresía y falsedad de Feijóo en aquellos meses fue supino. Pero funcionó, porque Touriño no quiso entrar a rebatir las acusaciones, que consideraba tan burdas que no merecían siquiera su respuesta. Pasado el amargo trago de la derrota, Touriño reconoció que fue un error: que tendría que haber rebatido el ataque mucho antes. 

Pablo Casado primero, y ahora el propio Feijóo, están emulando aquella exitosa táctica, pero con Pedro Sánchez como víctima y con el avión de la Fuerza Aérea que sirve a las autoridades españolas desde hace décadas, el famoso Falcon, como excusa. 

Poco importa que Rajoy o Aznar o Zapatero o González o los reyes de España hayan usado el Falcon tanto o más que Sánchez, como poco importó que el Audi fuera el coche de uso habitual de unos y otros en 2009. Ambas historietas –metáfora de presidentes engreídos, soberbios y manirrotos, socialistas de salón, nuevos ricos...– funcionan bien porque son sencillas, fecundas, concretas y fácilmente replicables. 

Son inevitables en una conversación de bar. “El Falcon”. “El Audi”. En dos palabras se produce la categorización. No hace falta decir más. A partir de ahí, solo hay que dejar que el meme se extienda, impulsándolo en declaraciones y amplificándolo en medios de comunicación afines.

Durante mucho tiempo se ha pensado que patrañas como esas no deben ser contestadas, porque se les da inmerecida relevancia. Pero en la era de Internet sabemos que si no hay una respuesta contundente y rápida, y un grupo tan numeroso como el atacante no contradice el relato insidioso, el meme se extiende como un gen egoísta que sólo busca caminos rápidos para su multiplicación. Que la insidia quede radicalmente contestada pronto y con volumen es crucial, pues. 

Pablo Casado primero, y ahora el propio Feijóo, están emulando aquella exitosa táctica, pero con Pedro Sánchez como víctima y con el avión de la Fuerza Aérea que sirve a las autoridades españolas desde hace décadas, el famoso Falcon, como excusa

Pero en el caso que nos ocupa es urgente también dibujar el verdadero retrato de Feijóo. Con Pablo Casado, mucho más ingenuo y transparente, resultaba tan fácil que su propio partido le pudo defenestrar con muy poco esfuerzo. 

Feijóo es pieza más difícil. Pero ya ha dado señales abundantes de tenerle poco apego a la verdad, de ser capaz de decir una cosa y la contraria solo por politiqueo, y de actuar con la misma hostilidad y radicalidad conservadora del PP de siempre. 

Como Touriño en 2008, los socialistas podrían caer en la tentación de “no entrar en la refriega”, pensando que acusaciones como la del Falcon se desvanecerán solas por ridículas y demagógicas. Pero a un máximo de 16 meses para las elecciones generales y a nueve de las locales y autonómicas, parece más acertado sacar las armas de la retórica más afilada para desmontar el relato falaz –pero eficaz– que el PP está tratando de imponer sobre los socialistas y su presidente.

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