Cuando todo da lo mismo, ¿por qué no hacer alpinismo?

Escuchando y, sobre todo, leyendo atentamente la propuesta que Alberto Núñez Feijóo trasladó este miércoles a Pedro Sánchez, no pude evitar acordarme (una vez más) de Javier Krahe, quizás el autor de canciones en español más brillante en el manejo de la ironía, a menudo con un punto surrealista inimitable. Como lo es el estribillo de La yeti (1ª parte), la historia en primera persona de un tipo que sufre un desengaño amoroso y decide poner tierra de por medio sumándose a un grupo de alpinistas que se van al Everest.

Parece claro que Feijóo necesita llenar de algún modo el mes largo solicitado para acudir a una investidura imposible. Tiene 172 votos (los suyos, los de Vox y los de UPN y Coalición Canaria) y cero posibilidades (salvo sorpresas inconcebibles) de sumar una mayoría suficiente, como él mismo ha reconocido hace unos días (ver aquí). No sería estético que Feijóo dedicara el mes a la navegación o al alpinismo, de modo que va hilvanando actos, gestos y mensajes que buscan ocupar pantallas y periódicos aparentando algo que no es: ganador de las últimas elecciones en el sentido que contemplan la Constitución y el sentido común, que consiste en obtener los apoyos parlamentarios necesarios para gobernar. Lo que viene a ser nuestro sistema democrático.

De proclamar durante meses como casi único objetivo político la “derogación del sanchismo”, ha pasado Feijóo a proponer al líder del sanchismo la firma de un documento base cuyo título no puede ser más optimista: Acuerdo por la igualdad y bienestar de todos los españoles (ver aquí). El trato se resume así: firmamos seis pactos de Estado sobre los asuntos que yo considero prioritarios y desde la óptica que el PP defiende; silenciamos e ignoramos juntos las reivindicaciones de cualquier otro partido, sea de izquierdas o nacionalista, como si esos millones de votos (más de 4.600.000 descontando al PSOE) no existieran ni tuvieran ningún derecho; y usted me permite gobernar durante dos años en lugar de cuatro. Y tan amigos.

Si uno se toma en serio el documento y prescinde de que Feijóo pretenda exclusivamente ganar tiempo y entretenernos, entonces la cosa es peor. Porque de inmediato habría que decirle que, para tener el más mínimo crédito a la hora de plantear un Pacto de Regeneración Democrática que “asegure la total independencia del órgano de gobierno de los jueces”, debería previamente desbloquear la renovación del Poder Judicial que su partido lleva casi cinco años impidiendo con todo tipo de excusas ofensivas para la inteligencia. Cumpla usted, simplemente, lo que establece la Constitución, y después hablamos de todas las reformas que quiera. 

No sería estético que Feijóo dedicara el mes a la navegación o al alpinismo, de modo que va hilvanando actos, gestos y mensajes que buscan ocupar pantallas y periódicos aparentando algo que no es

Sobre el resto de pactos de Estado propuestos, no merece la pena perder mucho tiempo en analizar lo que el PP considera “Estado del Bienestar” o “Saneamiento Económico”, meros eufemismos a la vista de las políticas que practica allí donde gobierna en lo que se refiere a sanidad, educación, pensiones, salario mínimo o normativa laboral. Basta con comprobar qué ha votado en el Congreso durante la última legislatura acerca de los avances sobre esos mismos asuntos. Y además, ¿cómo se compaginan esas propuestas de pactos de Estado con los acuerdos entre el PP y Vox en comunidades autónomas y más de 140 ayuntamientos? (ver aquí). Por poner un solo ejemplo: ¿en serio quiere Feiijóo “fortalecer” el Estado autonómico al tiempo que pacta gobiernos con Abascal, que plantea desmantelarlo? El proyecto de país de Feijóo (si existe) es un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma.

La mejor prueba de que ni el propio Feijóo esperaba absolutamente nada de su estrambótico planteamiento ante Sánchez es el hecho de que, por un error humano o informático, el PP envió a los medios la declaración que su líder haría ante la prensa antes que el propio “documento base”. Tenía escritos los reproches a la reacción de Sánchez antes incluso de sentarse con él. Sin complejos.

Llegados a este punto, cabe preguntarse cuántos malabares prevé Feijóo para seguir entreteniendo el próximo mes hasta la celebración de su (no) investidura, todos ellos sin duda guiados por el autorretrato como ganador del 23J y encaminados a una posible repetición electoral. No hay más compromiso explícito por su parte, ni con su partido ni con su país (ver aquí).

Mientras tanto, conviene que el PSOE y Sumar sí estén aprovechando el tiempo para hilvanar acuerdos razonables con los socios que apoyaron la composición de la Mesa del Congreso, y que deben trascender intereses personales o partidistas. Una interpretación rigurosa de los resultados del 23J debería concluir que lo que reclama una mayoría ciudadana es precisamente un proyecto de país que refleje su pluralidad y diversidad, sin imposiciones ni conchabeos. Por lo demás, como diría Krahe, “los finales no se pueden prever, simplemente suceden”.

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