La España del abucheo

Era este 12 de octubre aún más raro de lo habitual. Nunca se ha sentido esta fiesta como “nacional”, compartida, pegada a lo común. Para ello resulta bastante obvio que convendría volcarse más en los valores cívicos que en las fortalezas castrenses. Pero no hay manera de abrir ese debate para convenir otro posible formato, y en una fecha menos “imperial”.

De modo que estaba descontado que asistiríamos a ese abucheo (minoritario pero muy ruidoso) garantizado siempre que habite en la Moncloa un presidente que no sea del PP. Este año con el repugnante añadido del grito “Que te vote Txapote”, acuñado y coreado por las huestes de PP y Vox durante la campaña del 23-J. Basta un tuit de Consuelo Ordóñez (ver aquí) para poner en su lugar a quienes son incapaces de percibir la bajeza moral del cántico o se permiten frivolizar con él sin importarles el daño directo que causan a las víctimas del tal Txapote (y a cualquier demócrata no sectario).

“Será una broma, ¿no?” Esa fue este jueves la respuesta de Feijóo en un corrillo con periodistas durante la recepción en el Palacio Real cuando se le preguntó por la responsabilidad del PP al atizar precisamente esos abucheos en vísperas del 12-O. Reaccionó como si alguien le culpara de los ataques terroristas de Hamás a Israel o de la ocupación ilegal de Israel en Gaza. Como si no hubiera sido Elías Bendodo, coordinador general del PP, quien un día antes proclamara: “Si los ciudadanos abuchean a Sánchez, tendrán sus razones”. Sin complejos. Uno recoge lo que siembra, y por eso el propio Bendodo tuvo que apresurar el final de su intervención cuando una señora muy fan empezó a gritar “¡España, Una, Grande y Libre!” (ver aquí). Poco acorde, por cierto, con esa “España plural y diversa” de la que Feijóo presumió este jueves en el mismo corrillo del Palacio Real

El festejo se hacía aún más raro de lo previsible porque resulta casi obsceno deambular entre corrillos dándole vueltas a la manivela de la ruptura de España o la inconstitucionalidad de una amnistía cuyos términos nadie conoce mientras en las pantallas de cada cual siguen saltando las alarmas de la barbarie en oriente próximo. En esta realidad global (en lo político, en lo económico, en la comunicación y en la desinformación) nada de lo que ocurre en el mundo nos es ajeno. Hasta el punto de que también ante el conflicto entre Israel y Palestina se impone la España del abucheo. 

Nunca se ha sentido esta fiesta como “nacional”, compartida, pegada a lo común. Para ello resulta bastante obvio que convendría volcarse más en los valores cívicos que en las fortalezas castrenses

Debería resultar fácil ponernos de acuerdo en dos o tres cosas: los ataques de Hamás son una salvajada inadmisible y condenable. Punto y aparte (no “pero” sino, insisto, punto y aparte). La ocupación ilegal de los territorios palestinos y la permanente represión y violación de los derechos humanos en Gaza por parte de Israel son inadmisibles y condenables. Punto y aparte. El derecho a defenderse es reconocido por la Carta de las Naciones Unidas, y, eso sí, debería ser respetado por la comunidad internacional en el mismo grado para Israel y para Palestina. Nunca ha sido así. (Ver aquí el análisis del profesor Isaías Barreñada hoy mismo en infoLibre). Hamás no equivale al pueblo palestino, y si es un monstruo, es el monstruo que han alimentado y promocionado los gobiernos israelíes con el apoyo de EEUU y la pasividad (como mínimo) de la UE porque así debilitaban a la Autoridad Nacional Palestina. (Ver aquí algunas pistas sobre la financiación de Hamás).

La España del abucheo lo mismo le grita “hijo de puta” al presidente del Gobierno en plena celebración de la Fiesta Nacional que tacha a cualquiera de “terrorista” por señalar que la salvajada de Hamás no se puede explicar (que no justificar) sin tener en cuenta los antecedentes de la barbarie cometida por Israel sobre el pueblo palestino.

 La España del abucheo no surge por esporas, sino que recibe combustible permanente en la estrategia de crispación por la que viene apostando la derecha político-mediática española en toda la etapa democrática cuando no ha ejercido el poder político estatal. Hay un hilo conductor que conecta el “¡Váyase, señor González!” de Aznar, el “¡Usted ha traicionado a los muertos!” de Rajoy y el “¡Que te vote Txapote!” que Feijóo y Abascal pensaron que les llevaría en volandas a la Moncloa. No ha sido así, y la frustración provocada por el resultado del 23J tiene encendidas a las huestes que propagan y desahogan su odio en las redes sociales cada día del año o en el Paseo del Prado este 12 de Octubre.

Como diría Bendodo, si los ciudadanos (y ciudadanas) han decidido por mayoría abrir una nueva época de entendimiento, diálogo, cesiones mutuas, convivencia pacífica, avances sociales… "sus razones tendrán". Por complejo que sea lo nuestro, es infinitamente más fácil que lo de Palestina frente a Israel.

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