Pícaros con puñetas

Pedro González-Trevijano y su compinche Antonio Narváez no tienen categoría suficiente para figurar en una versión actualizada de la Historia universal de la infamia, de Jorge Luis Borges, pero sí para protagonizar unos párrafos en una reedición contemporánea de Rinconete y Cortadillo, la novela en la que don Miguel de Cervantes contaba las andanzas de la pintoresca cofradía sevillana de Monipodio. ¿No les parece que hay que ser muy caradura para insistir en tener voz y voto sobre tu continuidad en un cargo que ya deberías haber abandonado? El pasado lunes, González-Trevijano y Narváez, pillos como ellos solos, votaron, claro, a favor de seguir en unas poltronas que les aseguran tanto un sueldazo y sabrosas prebendas como una especie de poder jupiterino, un poder tan superior a la soberanía popular expresada en las urnas que les permitió, a continuación, prohibirle preventivamente al Parlamento que legisle en un asunto que, precisamente, les concierne directamente a ellos: el fin de su okupación de plazas en el Tribunal Constitucional.

La doble jugada de estos pícaros con toga y puñetas es tan obscena que no faltan juristas que señalan que la actitud de González-Trevijano y Narváez al votar a favor de sí mismos en el episodio de su recusación está al borde del delito de prevaricación. Esto es, el tomar decisiones injustas en asuntos en los que estás personalmente concernido.

Si dependiera de este par, el Constitucional no se renovaría jamás mientras ellos vivieran. La cosa vendría a ser así: una vez puesto en el cargo por tus amiguetes del Partido Popular, tu mandato es vitalicio de facto. Ya pueden pasar los años, ya puede el soberano pueblo español enviar una mayoría progresista a las Cortes que desee renovar esa institución, ya pueden caer chuzos de punta, que tú no dejas la poltrona ni con agua caliente.

A no ser que sea a otro de tu cuerda si el PP gana las siguientes elecciones. Entonces, cedes la poltrona y te vas a otra sinecura: la presidencia del Consejo de Estado, por ejemplo.

La ley no es igual para todos. Estos individuos se la pueden saltar cuando les convenga, porque, para eso, hicieron una carrera, ganaron unas oposiciones, se arrimaron al calorcito del PP y recibieron mamandurrias públicas y privadas

Cuentan los que de esto saben que tanto uno como otro ya habían dado pruebas de su picardía antes de los sucesos actuales, tan graves que no es exagerado calificarlos de golpe de Estado blando, judicial en vez de militar.  González-Trevijano, rector de la Universidad Rey Juan Carlos en la época en que esta institución regalaba másteres a Pablo Casado, Cristina Cifuentes y otros cabecillas del PP, ya quiso entonces prolongar su ocupación del cargo más allá de lo establecido por los estatutos. Se conoce que se toma por uno de esos tiranuelos latinoamericanos que defienden la limitación de mandatos para los demás, pero no para ellos, gente providencial e imprescindible. En cuanto a otro de los personajes de esta trama de magistrados de café, copa y puro, Enrique Arnaldo, escudero de García-Trevijano, arrastra un montón de cacerolas sucias, entre otras con los eximios pícaros Jaume Matas e Ignacio González, como ha informado aquí Alicia Gutiérrez.

A ver si nos enteramos: la ley no es igual para todos. Estos individuos se la pueden saltar cuando les convenga, porque, para eso, hicieron una carrera, ganaron unas oposiciones, se arrimaron al calorcito del PP y recibieron mamandurrias públicas y privadas.

¿Hay todavía algún progresista que sostenga que la actual democracia española, también llamada régimen del 78, es ejemplar e inmejorable? A los que llevamos unos cuantos lustros diciendo que no es así, que el edificio presenta notables grietas, se nos ha insultado a placer durante todo este tiempo. Lamentablemente, también lo han hecho no pocos socialistas, adictos al relato hagiográfico del sistema. Pues, miren, ahora le ha estallado a un presidente socialista una de las minas camufladas del régimen del 78.

 Ay, ¿cuándo asumirán los socialistas que tienen poco o nada que pactar con el PP, porque el PP solo considera legítimo un gobierno del PP? ¿No ven en la actual política de crispación y guerra sucia de las derechas la continuación del linchamiento de González y Zapatero? ¿Llegarán algún día a comprender que el espacio natural de navegación de su partido está en esa mayoría política y social española que le dio la investidura a Pedro Sánchez y, desde entonces, ha apoyado su acción de Gobierno? Incluidas, por supuesto, esas formaciones catalanas y vascas a las que el PP les niega —en obvia contradicción con sus proclamas sobre la sagrada unidad patria— la condición de españolas.

Deje el PSOE de buscar en el PP una centralidad, una moderación y un sentido de Estado que no están, en absoluto, en el código genético del partido de Aznar, Feijóo y Ayuso. Saque de la actual crisis institucional la lucidez y la determinación necesarias para aprobar las últimas leyes de esta legislatura, concurrir con espíritu combativo a las próximas generales, ganarlas junto con sus aliados de la izquierda y la periferia y comenzar, de una puñetera vez, la reforma a fondo de un sistema que tiene mucho de patio de Monipodio.

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