Diario de campaña
Cuatro insultos por minuto
A cinco días de la (absurda) jornada de reflexión para las elecciones del 24-M, conviene ir poniendo los focos en “nosotros”. Va siendo hora de decir (escribir), negro sobre blanco, que la culpa de lo que venga la tenemos nosotros, los y las votantes, los ciudadanos que permitimos una ofensa tras otra recomprando luego argumentos y justificaciones que diluyen las consecuencias de esa misma ofensa.
Me explico con un ejemplo. El responsable del programa electoral del PP para estas elecciones autonómicas y municipales, Esteban González Pons, acudió este sábado al programa La Sexta Noche para someterse a “la pregunta de la calle”. Conviene recordar que este formato lo hacía en la anterior legislatura la televisión de todos, RTVE, bajo el nombre que le puso Fran Llorente: “Tengo una pregunta para usted”. Como el PP ha privatizado sin disimulo la televisión pública, ahora su función es sustituida por algunos espacios que resisten al gran negocio de la comunicación y siguen haciendo periodismo y servicio público, aunque sea con objetivos crematísticos.
González Pons tiene la osadía suficiente para prestarse a que le partan la cara en sustitución de quienes deberían arriesgar la suya. Y cumple además el papel de lanzar los mensajes impactantes que pretenden marcar la ola de un final de campaña en el que se trata de arañar décimas a contrincantes novedosos en las formas o en el fondo. Pons repartió miedo y leña a PSOE, IU, Ciudadanos y Podemos, sin contemplaciones, y se descolgó no una sino dos veces con la siguiente proclama: “se están creando cuatro puestos de trabajo por minuto”. Con un par.
No pasa nada. De hecho ahí queda el mensaje, en la misma línea argumental que conecta con el pacto de “subidas salariales”, gracias a la “recuperación económica”, sólo en peligro si a una mayoría suficiente se le ocurre votar a cualquiera que no sea un PP guardián de las esencias de la “estabilidad y la prosperidad”.
La calculadora de González Pons
La calculadora fantástica de González Pons dice que en un año se van a crear más de 2.100.000 puestos de trabajo. Suena a chiste para cualquiera que sufra la realidad del empleo en España. Pero es un chiste de muy mal gusto, que en toda democracia avanzada supondría que el humorista en cuestión sería enviado lejos de la actividad política. No tiene la menor gracia cuando el más optimista de los cálculos del propio Gobierno habla de 700.000 empleos nuevos (con un 23% de tasa de paro); y resulta vomitiva cuando 44 de cada 100 parados no tienen ya ninguna prestación del Estado, o cuando el 55% de los jóvenes españoles no puede trabajar, o cuando cualquier adulto con formación y necesidad de empleo sabe que la realidad se acerca más a que le obliguen a firmar “cuatro contratos por semana” para rozar siquiera un salario mínimo de 648 euros.
Soltar mentiras de tan grueso calibre sin consecuencias políticas inmediatas resultaría impensable entre nuestros vecinos europeos, pero aquí se nos olvida a menudo nuestra propia historia. Para “regenerar” de verdad la democracia habría que empezar por poner el Nodo tres tardes por semana a los alumnos de bachillerato, por si se les ocurre pensar que da lo mismo vivir en democracia dos siglos que 35 años; o que no importa asumir la ilustración como eje del progreso o vivir entre monarquías absolutistas, caciques y golpes de estado militares durante siglos. Decir, como ha hecho Albert Rivera, que esa regeneración sólo la pueden encabezar "quienes nacieron en democracia" no resultaría tan ofensivo si viniera de alguien más pendiente de las ideas y la memoria que del tacticismo y el márqueting.
Debió de salir González Pons satisfecho de su actuación por la dureza que empleó con los partidos de la oposición. Pero en realidad con quien más duro estuvo el coautor del programa electoral del PP fue con los ciudadanos. Mientras “nosotros” representemos para el poder elegido un colectivo susceptible del engaño permanente, este país tiene difícil o imposible regeneración. Hay días de campaña que, si uno escucha atentamente, puede sentirse ofendido cuatro veces por minuto.
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P.D. Si alguien piensa que el engaño sirve simplemente para ocupar el poder y dedicarse a la política por una especie de adicción, se equivoca. No hay más que repasar la información que Manuel Rico viene desgranando en infoLibre para explicarse por qué Esperanza Aguirre, a sus 63 años y después de haber anunciado solemnemente su retirada, aspira a ser alcaldesa de Madrid. Cuenta, seguro, con el apoyo entusiasta de su marido (y del lobby que representa).